La estética mercantil

1400

En el libro La estetización del mundo que Gilles Lipovetsky escribiera al lado de Jean Serroy, dice que “al no hacer suyos más que la rentabilidad y el reino del dinero, el capitalismo aparece como una apisonadora que no respeta ninguna tradición, no honra ningún principio superior, ni ético, ni cultural, ni ecológico. Al ser un sistema dominado por un ánimo de lucro sin otro fin que él mismo, la economía liberal ofrece un aspecto nihilista cuyas consecuencias no son únicamente el paro y la precarización del trabajo, las desigualdades sociales y los dramas humanos, sino también la desaparición de las formas armónicas de vida, la evaporación del encanto y del gusto de la vida en sociedad”.

Y entonces “El capitalismo aparece así como un sistema incompatible con una vida estética digna de este nombre, con la armonía, la belleza, la satisfacción. La economía liberal destruye los elementos poéticos de la vida social […] por condenar a las personas a vivir como rebaños estandarizados en un mundo insípido, el modo de producción capitalista se estigmatiza como barbarie moderna que empobrece la sensibilidad, como orden económico responsable de la devastación del mundo: ‘afea la tierra entera’, volviéndola inhabitable desde todos los puntos de vista. Este juicio es ampliamente compartido: la dimensión de la belleza se reduce, la de la fealdad se extiende”.

Pero luego habrá de preguntarse si “¿no hay fallos en este cuadro tan implacable? ¿Estamos condenados a aceptarlo en bloque? Si el reinado del dinero y la avaricia tienen efectos innegablemente calamitosos en el plano moral, social y económico, ¿ocurre lo mismo en el plano propiamente estético? ¿Se reduce el capitalismo a esta máquina de degradación estética y afeamiento del mundo? La hipertrofia de las mercancías ¿discurre paralelamente a la atrofia de la vida sensible y de las experiencias estéticas? ¿Cómo pensar el dominio estético en la época de la expansión mundial de la economía de mercado?”.

Sobre todo ello versó la Conferencia Magistral que Lipovetsky ofreciera dentro de la Cátedra Julio Cortázar la semana pasada en el Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara, y la que bajo el mismo título de su libro retomara las ideas en él expuestas.

Ahí, el filósofo francés dijo que la estetización, a lo largo de la historia, “se volvió un instrumento del poder en general. Seguimos en esta aventura milenaria de la humanidad, pero lo nuevo ahora es que no es obra de los dioses o de los príncipes, sino obra del capitalismo. Es el mercado el que manda y el que transforma”.

Desde este punto hizo un análisis de cómo el capitalismo ha atrofiado el pensamiento del hombre, y cómo las máquinas hicieron una estandarización de cualquier creación humana. Lo que ha generado una serie de estereotipos que también alcanzaron a toda la industria cultural, para así forjar interminables clichés de sus protagonistas.

Pero a la vez el capitalismo logró integrar cada vez más la dimensión del estilo y la emoción en el conjunto de la producción relacionado con el consumo. Y esa estetización ha sido pensada por lo genios comerciantes, agrega Lipovetsky.

Entonces lo mercantil incorporó lógicas estéticas, y se creó un capitalismo artístico que explota la dimensión de la belleza y las emociones, para que se vuelvan un producto que consumir. Y esto se ha dado desde lo efímero y espectacular que debe ser cambiado constantemente, dentro de una sobreproducción y sobreoferta estética.

Por lo tanto, de acuerdo al también autor de La era del vacío, el estilo, la belleza, la movilidad de los gustos y las sensibilidades se imponen cada día como imperativos estratégicos de las marcas, lo que define el capitalismo de hiperconsumo en un modo de producción estético.

Lipovetsky  concluiría su conferencia reflexionando en que el cálculo económico y la estetización general, lejos de contradecirse, hacen buena mancuerna. Y ante esto habrá que usarse la inteligencia y no satanizar el hiperconsumo en nombre de la utilidad, de la seriedad, de una utopía austera e inflexible. Y sin olvidar que el papel de los intelectuales es hacer evolucionar la realidad para ganar la batalla de la calidad en la creatividad.

Artículo anteriorObesidad en el mundo se duplica de 1980 a la fecha
Artículo siguienteCalidad sustentabilidad y descentralización informativa retos actuales del periodismo