La revisión ética de los protocolos de investigación la identificamos como una de las fases que invariablemente deben atender los proyectos que realizan indagación biomédica, especialmente en las fases que implican experimentar con seres humanos. Pero las inquietudes morales se han ampliado actualmente, procurando, además, el cuidado de los animales no humanos u otras formas de vida carentes de sensibilidad como las plantas o incluso los cadáveres. Dichos protocolos, en general, se encaminan a proteger de posibles daños físicos a las entidades con que se experimenta, pero, cuando se trata de seres humanos, además se procura garantizar el respeto a su voluntad, su intimidad y no ocasionarle un daño social o psicológico.
La valoración de las implicaciones éticas de las investigaciones tuvo su auge después de la Segunda Guerra mundial a raíz de los excesos cometidos por los científicos de la época. Pero no todos los investigadores estuvieron de acuerdo y algunos aún mantienen su oposición al hecho de que la investigación científica deba ser avalada por normas éticas. Entre las principales razones que se esgrimen para sostener la oposición destacan: a) las que reclaman la autonomía y el valor intrínseco del conocimiento; b) la postulación de que el saber efímero de la ética no puede reglamentar un saber sustentados como lo son los conocimientos de la ciencia y c) el obstáculo que puede representar la ética para el avance de la ciencia.
Si atendemos con cuidado los argumentos de quienes se oponen a la presencia de la ética en la ciencia, podríamos darnos cuenta que su rechazo atiende a un conjunto de valoraciones morales como criterios para sostener sus puntos de vista, es decir, suponen que la generación de saberes de orden científicos es una de las más importantes actividades humanas o, al menos, la consideran muy superior a la ética.
Pero cabe aclarar que la valoración ética de una investigación no implica la negación de la importancia del conocimiento científico, antes bien, en ocasiones podría llegar a considerarse que el bien que implica la generación de un conocimiento podría compensar la desatención de algunos principios éticos o preceptos morales.
En todo caso, la valoración ética de la actividad científica implica una ponderación de los posibles daños o beneficios que pueden generarse en un proceso de investigación.
Para ejemplificar lo dicho, consideremos la siguiente pregunta que podría enfrentar un comité de ética en investigación: ¿Se justifica la experimentación con menores de edad? Los opositores a dicha práctica pueden sostener que es incorrecto requerir de alguien incapaz de dar su consentimiento, mientras que, quienes están a favor de experimentar con menores, podrían alegar que, dado que la sociedad en general se beneficia del conocimiento de la investigación, al no experimentar con menores se dejaría a este grupo social sin un conocimiento que eventualmente podría usarse en su beneficio. En cualquier caso, no se percibe una oposición a la investigación y sí se manifiestan distintas consideraciones éticas tanto en la posición que propone investigar con menores como aquella que se opone. Ambas posiciones habrían de ser ponderadas considerando la mayor cantidad de datos que puedan estar a disposición de quien investiga y quienes valoran.
La relación entre ética e investigación científica no es exclusiva de las ciencias biomédicas ya que, especialmente las ciencias que tratan con entidades materiales, son susceptibles de generar algún tipo de controversia moral y, por otra parte, al valorar la búsqueda del conocimiento como una actividad digna de realizarse y preocuparse por que aquello que resulte de las indagaciones se encuentre correctamente sustentado, implica una valoración moral suprema respecto a una de las nociones más perseguidas por los seres humanos: la verdad.