El “debate” acerca de si la literatura infantil es la elaborada para niños y adolescentes o la que realizan los menores con esa intención, no ha concluido.
Están además en la polémica las características del género y su importancia. Más lo trascendente del mismo en la formación de los futuros lectores y lo que influye en la decisión de asumir los compromisos de la escritura y dedicarle tiempo a la considerada infantil y juvenil.
Hemos entendido como literatura infantil, aquella con la intención didáctica de aleccionar o divertir enseñando.
Abarca las obras que, por su empatía con las motivaciones infantiles, fueron o son adoptadas por la niñez o adaptadas por los adultos (a veces grandes escritores, como Charles Dickens) de la tradición oral.
A quienes dedican su producción literaria a los menores les aplicamos adjetivos que remiten a superficialidad, no verosimilitud y hasta simplonería, cuando este género es de los más difíciles de “construir” y dominar.
Como el tema da para amplias discusiones, dirigiré estas líneas a las aventuras de un narrador que escribe para los niños, después o simultáneamente de hacerlo para los adultos.
Héctor Domingo, escritor imaginativo antes que todo, se mueve por tramas accesibles a la niñez, igual que por las tejidas para adultos. En los dos casos impera el dominio de una fantasía verosímil. Hay una diferencia en este autor al tratar los géneros por edades: logra que la realidad de los mayores, sus vericuetos y truculencias no contamine el cosmos infantil.
En su página en línea, con su nombre propio a medias (Héctor Domingo), declara los objetivos que persigue en el “abordaje” de este género:
“Alimentar la imaginación para que los pequeños se desarrollen como personas creativas”.
Argumenta que el desarrollo de la imaginación hará que el ahora niño sea capaz en el futuro de “generar soluciones, inventar artefactos y proporcionar alternativas que antes no existían. De esta forma hará mejores las vidas de otras personas”.
Niños que no imaginan están condenados a un futuro de adultez a medias capacidades y a no pensar la realidad presente como un paso a las innovaciones a futuro. Las hadas, gnomos, dragones, duendes y similares hoy poseen rostros de cibernética (robots), fotógrafos que vuelan (drones), varitas mágicas (controles remotos) y artefactos que ordenan la ejecución de acciones a distancia o en directo.
De origen alteño (Arandas, Jal., 1971), Héctor Domingo Velázquez Alvizo es licenciado en comunicación, escritor e ilustrador de libros infantiles y juveniles. Trabajó en la Unidad de Producción Audiovisual de la Universidad de Guadalajara, así como en una empresa televisiva en el área de producción y postproducción de promocionales y publicidad.
Amante y conocedor de la mercadotécnica, promueve sus libros en la red. En el ámbito de la producción literaria, ha publicado en las recopilaciones Letras de tierra roja (2010), Ocho insomnios. Muestra de narrativa arandense (2011) y 12:12. De la resolana al sereno (2012).
En su producción para niños y adolescentes, hasta el momento ha escrito La vaquita morada y sus amigos (primer libro de su autoría en este género, casi al inicio de su aventura literaria), El circo mágico de David, La leyenda de Bookstruo, Rik Tinmarín y los mutantes de Isla Uups, El corrido de la serpiente Catalina, El doctor Mago y el mounstrificador electrónico.
Como autor de literatura para adultos, enlista las obras Bitácoras de soledad (2009) y Ficciones de Domingo (2014, en un solo volumen, que engloba algunos cuentos publicados de manera independiente, como «Relato del hombre que siguió un cable enterrado bajo su jardín», «El enigma de mamá Alberta», «Guías para excursiones improbables», «El pez y la paloma»).
Si alguno busca más solemnidad en la ficha bibliográfica de este narrador, la tenemos en sus galardones obtenidos: ganador del concurso literario nacional de cuento y ensayo Magdalena Mondragón 2012, convocado por la Universidad Autónoma de Coahuila, en la categoría de cuento; premio regional de cuento Hugo Gutiérrez Vega 2013, otorgado por la Universidad de Guadalajara.
Con tramas en que la imaginación es el eje principal de lo narrado, Héctor Domingo pone a jugar conceptos y valores importantes en la formación de los niños hacia una madurez plena: comprensión hacia las discapacidades, rechazo de los prejuicios ante las diferencias, lo valioso de crear y compartir, encomio del trabajo en equipo, respeto a todos los seres (vivos o no) y a su hábitat, fortalecimiento de la creatividad y la imaginación infantil…
En este narrador es difícil establecer en cuál de los géneros que cultiva, suben o bajan los niveles de la imaginación que emplea.