A los seis años, Berna Olea López decidió dejar su pueblo natal, San Andrés Montaña de Silacayoápam, en Oaxaca, para estudiar en Guadalajara donde las clases eran regulares. Su papá le advirtió que no volvería a su comunidad hasta terminar los estudios.
A ella la criaron con el idioma que los lingüistas traducen como “la lengua o el discurso de la lluvia”, aunque en Guadalajara sus hermanos la obligaron a hablar en español.
“Yo hablé español porque mis hermanos mayores decidieron que no hablara mixteco. Ellos llegaron de 12 y 13 años a Guadalajara, y contaban que había mucha discriminación, muchos maltratos y burlas en la escuela. Dejaron sus estudios por la presión y la discriminación. Ellos no querían eso para mí”.
Sus hermanos tampoco le permitieron comunicarse en mixteco, sólo lo escuchaba de sus padres.
“Pensaba en mixteco, pero no podía hablarlo. Me regañaban si trataba de contestar en mi lengua».
«Mis hermanos me advirtieron que con sólo contestar a los maestros con un sí o con un no se les hacía difícil porque se burlaban de su acento”.
En los siguientes años, sus papás le hablaban en lengua materna y su respuesta era en español para borrar los rastros de acento mixteco.
“Fue en la secundaria, cuando tenía 13 o 14 años, cuando ya supe lo quería hacer: aprender mixteco. Me acercaba con mi familia y les decía, enséñame, pues yo lo quería aprender”.
Después de insistir, sus hermanos le permitieron hablar su lengua materna, aunque para ella resultó muy difícil practicar la pronunciación.
Y mientras se esforzaba por recuperar el tiempo perdido “la gente de mi comunidad también se burlaba porque pensaban que cómo era posible que, siendo indígena, siendo de la comunidad, no pudiera hablar mi lengua materna. Es decir, que ni de aquí ni de allá, y me sentía frustrada”.
En una plática con sus padres, Berna entendió el porqué de su empeño por recuperar su lengua.
“Es una esencia, es mi esencia y entonces comprendí que el día en que yo pierda mi esencia, no seré nada. Eso fue lo que me marcó y me dije:
«Bueno, entonces no soy parte de Guadalajara, yo soy de Oaxaca. Esa es mi esencia. Entonces tengo que recuperar mi esencia”
Hoy habla mixteco como cuando era niña. Hay palabras propias de su comunidad que no comprende, por lo que acude con su familia para que le expliquen el sentido profundo de voces que sigue recuperando.
Berna Olea López es abogada de profesión y labora en la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción. También es intérprete particular y secretaria del comité del pueblo mixteca de la colonia Ferrocarril. Y contribuye en el levantamiento de un diagnóstico sobre acceso a la salud dirigido a pueblos originarios en situación de migrantes apoyado por la Unidad de Apoyo a las Comunidades Indígenas (UACI).
Para Olea López, participar y apoyar a la comunidad en temas como la justicia y la salud también impulsa a los niños a practicar su lengua.
“Mostrar esa parte de mí como profesionista y tener reuniones en mi lengua materna, el que los niños me vean es el mejor ejemplo y que digan ‘sí, está bien que te prepares, que tengas estudios, pero no dejes de lado lo que es tu lengua materna, tu esencia’”.
Para ella, las lenguas maternas como el mixteco no estorban sino que contribuyen para el desarrollo profesional y personal.
Berna López escucha en la ciudad que la lengua materna es un obstáculo: “Dicen que cierra las puertas, pero mis padres me enseñaron todo lo contrario. Yo les digo a los padres que cultiven la lengua materna de sus hijos, que no se avergüencen. Es mejor hablar la lengua: lejos de cerrar las puertas, las abre”.