La escritora portuguesa impartió la conferencia “La literatura como crónica del tiempo que pasa”, como parte de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar
Las historias que se crean y se entrelazan en los libros nacen bajo circunstancias específicas, pero eso no impide que sus páginas se puedan convertir en un atisbo de esperanza y luz para los lectores.
Este fue el mensaje que compartió en el Paraninfo Enrique Díaz de León la escritora portuguesa Lídia Jorge, en la conferencia magistral “La literatura como crónica del tiempo que pasa”, como parte de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar.
“Los escritores somos ciegos, no sabemos muy bien lo que estamos haciendo, pero a veces encontramos parábolas simples que pueden iluminar algo. Todo lo que hice en mi vida deja tal vez una página, tal vez no para el futuro”, dijo.
Durante su plática, Lídia Jorge recordó su infancia y cómo desde entonces se mostraba inconforme con las injusticias, las desigualdades y las situaciones a las que se sometían a las personas.
“Había otra experiencia más, la del destino humano; la gente aceptaba la sumisión de la injusticia porque se la acreditaban firmemente a un dios, acreditaban que había un más allá donde la justicia se haría. Y yo era pequeña y pensaba que eso no era posible”, declaró.
El sentir de Lídia Jorge se manifestó en su primer libro, El día de los prodigios, escrito en el periodo posterior a la Revolución portuguesa, y consideró que se trata de un poema a los sueños de cambios que prometía la revolución.
“Quería que la memoria ancestral, la que se estaba perdiendo, se fijara en un libro. Escribí ese libro para no olvidar cómo fue la revolución, aunque lo escribí seis años después y en ese momento tuve la percepción de que el cambio nunca se hace de forma homogénea”, contó.
La escritora rememoró que durante 25 años se creó la utopía de que un cambio pacífico era posible, y el fin de la historia con violencia era alcanzable. Desde entonces han cambiado las historias que comparte, abarcando temas más allá de la revolución, como la fragilidad de la Tierra, las mujeres y su papel en la vida, o el desencuentro social y el amor, hasta llegar a escribir sobre la misericordia.
“Misericordia es un título que jamás pensé escribir en la cubierta de un libro mío. Misericordia es un título grave, solemne, un título religioso; es un libro sobre el último año de vida de una mujer, es un libro sobre el destino humano, sobre los sentimientos particulares”, compartió.
Consideró que aunque en el libro Misericordia se cuentan historias sobre los últimos días de una persona, esto también abre el camino hacia preguntas que nacen durante la adolescencia y que marcan la identidad y la personalidad de cada uno.
“Me toca muchísimo que una historia de un personaje particular la gente la entienda como una historia simbólica, alegórica, de un momento que estamos pasando”, subrayó.
“Pero si hay algo que pueda ayudar a la gente que piensa lo mismo, pero no encuentra las imágenes, las palabras; si yo puedo encontrar una imagen, una síntesis que ayude a mis compañeros de viaje en esta vida, seré feliz”, finalizó.
La creatividad de sus relatos
Lídia Jorge es autora de El día de los prodigios, considerada una de las obras más representativas de la literatura portuguesa posrevolucionaria.
Ha sido galardonada con el Premio Vida Literaria de la Asociación Portuguesa de Escritores, el Premio Albatros de la Fundación Günter Grass en 2006, el Gran Premio Luso-Español de Cultura en 2015 y el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2020.
Durante la cátedra, el escritor Javier Guerrero resaltó la forma en la que Lídia Jorge utiliza elementos específicos para mostrar distintos mensajes en sus historias. Resaltó la creatividad de la portuguesa al elegir elementos como documentos o el polvo, y así hacer referencias y alegorías al tiempo, el olvido y, a la vez, plantear preguntas.
“A la vez que interroga cómo la historia narra los acontecimientos, la escritora produce toda una poética y hasta una política de la memoria, que pasa por un complejo cuestionamiento de aquello que analiza”, resaltó Guerrero.
Una pérdida para la FIL
La escritora lamentó la pérdida del fundador de la FIL, Raúl Padilla López, y consideró que la comunidad universitaria aún vive una especie de oscuridad a raíz de este suceso.
“Su ausencia ha erosionado toda esta feria; hoy vivimos debajo de ese sentimiento de pérdida y al mismo tiempo escuchamos sus palabras sobre la creación de esta cátedra”, dijo.
Previo a la charla, en el paraninfo se proyectó un video con testimonios de Raul Padilla, quien fuera coordinador de la cátedra. En su mensaje, recordó los orígenes de esta cátedra y mencionó que personalidades como Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez fueron importantes impulsores de esta iniciativa.