Los rituales alrededor de la muerte y la condición humana doliente son dos temas que Juana Peñate Montejo, conocida como Juana Karen, explora en su poemario Isoñil ja’al (Danza de la lluvia), en el que el agua aparece como hilo conductor de la obra y eje primordial de la naturaleza que ofrecerá vida.
El poemario fue escrito en lengua ch’ol, de las regiones de Chiapas y Tabasco, y su autora fue acreedora por esta obra al Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA) en su octava edición, cuya entrega está programada en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL 2020).
“Hemos sufrido el secuestro, la violencia de género, migraciones. De repente uno se llega a sentir impotente contra estas situaciones, entonces gracias a esta pasión por la poesía intento expresarme. En el poemario quiero decirle a aquellos y aquellas que sufren dolor y violencia que aquí estoy, les pido que me permitan acompañarlos y los invito a levantarnos juntos.
«La obra plantea problemáticas, pero propone también las soluciones”.
Juana Peñate Montejo, actualmente radica en el municipio de Tumbalá, en Chiapas, donde se desempeña como promotora y gestora cultural. La idea de hacer el poemario surgió hace alrededor de un año. Fue hasta enero que empezó a escribir sus poemas y concluyó en julio.
Unos amigos de la Ciudad de México mandaron la convocatoria del Premio de Literaturas Indígenas de América 2020. Juana Peñate no quería enviar su libro, ya que su plan era publicarlo durante el año en curso. Sin embargo, la convencieron para que participara.
“Yo siempre he tratado de visibilizar la realidad que viven no sólo los pueblos indígenas choles, sino en diferentes partes del país. Una primera parte me llevó en mi propia lengua a hacer conciencia de que hace falta la visibilización, la promoción de la cultura, de la lengua, de la vestimenta e indumentaria, así como fortalecimiento del área de la lingüística y cultura, en general, de los pueblos originarios”, expresó.
Explicó que a través de la poesía es posible difundir la gama de riqueza que tiene la cultura de los pueblos indígenas. Además, confiesa que siempre le ha gustado escribir sobre la realidad que se vive.
El jurado de la edición 2020 del PLIA, después de analizar 60 propuestas de participantes de nueve países, eligió por unanimidad el poemario de Juana Peñate, por ser una revelación en la poesía escrita en lenguas indígenas.
Juana Karen es licenciada en Derecho por el Centro de Estudios Superiores de Tapachula, Chiapas. Fue profesora en la Universidad Intercultural de Chiapas, sede Yajalón, y conductora del programa de televisión Las voces de siempre del Canal 10.
Ha publicado textos literarios en la revista Nuestra Sabiduría (Chiapas). Obtuvo el tercer lugar del concurso de cuento “Y el Bolom dice”, y el Premio de Poesía “Pat o’tan”.
¿Por qué optó por la poesía?
Desde niña me gustaba mucho recitar en los programas socioculturales de la escuela. Lo hacía en español, porque anteriormente las instrucciones eran en ese idioma. Me llamaba mucho la atención la poesía, y me gusta y apasiona.
«Cuando uno sabe colocar las piezas en su lugar, la poesía puede también denunciar».
¿Cuándo empezó a escribir poesía?
El primer poema lo escribí en español cuando estaba en quinto año de primaria, en una escuela monolingüe. Recuerdo que lo titulé “Mujer”. Entonces lo metí a través de la escuela donde estudiaba en un concurso regional. En ese momento, jamás me imaginé que escribiría poesía, ya que lo hice sólo para el concurso.
¿Cómo se dio cuenta de lo importante que era escribir en su propia lengua?
Después del surgimiento del conflicto armado en los municipios choles, entre 1994 y 1998, se me hizo muy difícil seguir una carrera. Yo estudiaba la preparatoria, y mi plan era hacer una licenciatura en psicología social, pero mis padres resultaron afectados, y estuvieron refugiados en la cabecera municipal de Tumbalá. Vivían en un cuartito muy pequeño donde había quince personas, entonces pensé en trabajar. Salió la posibilidad de ocupar una plaza interina como maestra bilingüe en educación preescolar, pero era necesario que supiera hablar y escribir la lengua; sabía lo primero, pero no lo segundo, entonces acudí a una institución que había publicado un alfabeto en ch’ol. Lo estudié y a la mañana siguiente fui a presentar el examen. Por fortuna salí beneficiada, y me di cuenta que era muy importante escribir en mi lengua. Después me invitaron a la ciudad de San Cristóbal de las Casas para ser traductora de unos músicos y danzantes que cobraban una beca, y yo llevaba un engargolado con mi poesía para darme a conocer. Los directivos del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena me dijeron que lo escribiera en ch’ol, y empecé un proceso de conciencia de que se podía escribir poesía en mi lengua materna.
¿Fue autodidacta en aprender a escribir poesía o tuvo alguna formación?
El profesor Enrique Pérez, quien fue director del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígena, me invitó a formar parte de un laboratorio de poesía en lenguas indígenas a cargo del narrador, ensayista y poeta José Antonio Reyes Matamoros, quien era muy estricto. Él afirmaba: “Si quieren ser poetas tienen que ganarse todas las letras de la palabra poeta”. El grupo se redujo a cinco escritores. Entre ellos la escritora y traductora tzotzil Ruperta Bautista, ganadora en 2001 del Premio de Poesía Indígena Pat O’tan y en 2012 de la Medalla Benito Juárez.
¿Qué puede aportar la poesía indígena al país?
Nosotros los pueblos indígenas ya teníamos la poesía en la oralidad. Por ejemplo en el rezo de los abuelos. Cuando nos dicen: “aquí te presento un ramo de flores”, no sólo nos están hablando en ese contexto de la flor literal, sino de flores que somos tú, yo y los demás. La palabra ch’ol lleva inmersa la poesía y la metáfora. Solo que nosotros, los actuales habitantes no nos habíamos dado cuenta.
«Los escritores y poetas actuales aportamos mucho para que ese conocimiento ancestral se pueda visibilizar, pueda aportar a esta cultura de gran riqueza y decirle al mundo que los pueblos indígenas tenemos poesía».