De la muerte de Pier Paolo Pasolini se ha dicho que fue cruda y real, como la de un hombre cualquiera. Una muerte pobre y misteriosa, que en ningún modo se yergue a emblema o celebración del arte, sino que representa sencillamente el fin de una vida torturada e intrépida, concluida antes de tiempo natura. Pero hay quien también percibe en las circunstancias mismas en que se dio su deceso, una obra de arte que el propio multifacético intelectual italiano habría orquestado como extremo sacrificio, que solamente de esta guisa podía culminar y dotar de sentido a toda su vida.
El lugar, la forma y los sujetos que participaron en el homicidio del artista, de manera premonitoria ya habían aparecido fugazmente a lo largo de su exterminada obra. El escritor italiano Alberto Moravia dijo que, al visitar el sitio en que su amigo fue brutalmente asesinado la noche entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975, lo reconoció de inmediato, como si lo hubiera visto otras veces: “De hecho Pasolini lo había ya descrito tanto en sus dos novelas Muchachos de vida y Una vida violenta, como en su primer película Accattone”.
Moravia al respecto agrega: “Su fin ha sido al mismo tiempo parecido a su obra y disímil de él. Parecido porque ya había descrito, en su obra, sus modalidades escuálidas y atroces, disímil porque él no era uno de sus personajes, sino una figura central de nuestra cultura, un poeta que había marcado una época, un director genial, un ensayista inagotable”.
En este sentido la escena final de Pajaritos y pajarracos, cinta que el creador del neorrealismo picaresco rodó en 1966, presagia de forma escalofriante el violento epílogo de Pasolini en el litoral de Ostia, localidad cercana a Roma, donde su cuerpo sin vida fue encontrado por una mujer a las seis y media de la mañana, vilipendiado, golpeado y atropellado.
Asimismo el solo individuo que se pudo hasta el día de hoy relacionar con su muerte, corresponde a un modelo estético que recurrente y obsesivamente aparece en la lírica y en la producción fílmica de Pasolini. “Antes de todo tú eres y debes de ser muy bonito. Tal vez no en el sentido convencional. Puedes también ser un poco diminuto e incluso de complexión un poco mísera, puedes tener en los lineamientos la marca que, más allá en los años, te convertirá fatalmente en una máscara”.
Este fragmento contenido en el libro Cartas luteranas, parece el retrato hablado de Pino Pelosi, el “muchacho de vida”, como los que el poeta y cineasta nacido en Boloña el 5 de marzo de 1922 describió en sus libros y cintas del “periodo romano”, que fue arrestado y acusado de haberlo matado.
Aquel mismo hombre que treinta años después –acaso ya fatídicamente convertido en “máscara” –, al terminar su condena, declaró públicamente que es inocente y que fueron tres sujetos los que asesinaron a Pasolini, arrojando mayores sombras sobre un homicidio que desde el principio presentaba lados oscuros, ligados con intrigas políticas y la homofobia, encubiertos por una investigación ineficiente –o voluntariamente viciada– de las autoridades inquirentes.
Pasolini en cómics
Pier Paolo Pasolini era un personaje incómodo, y lo sabía. Sabía además que ser crítico y provocador en contra del poder corrupto y burgués, y desafiar abiertamente al mismo tiempo tanto al sistema capitalista que se estaba instaurando en Italia como las incongruencias de los ideales marxistas, podía costarle la vida.
“Contestando a una pregunta sobre las reacciones suscitadas por sus artículos en contra del aborto, la escuela obligatoria y la televisión, Pasolini dijo que esperaba ser matado, asesinado”, reporta B.D. Schwartz en su libro Pasolini Requiem. El cineasta también afirmó en una ocasión que “un homosexual hoy en Italia es chantajeado y chantajeable, llega incluso a arriesgar su vida todas las noches”. Poder y homofobia: Pasolini percibía de dónde venían las amenazas.
Y esta clarividencia que se manifestó tanto en su obra como en su vida privada, lo acompañó hasta la última entrevista que concedió, justamente la tarde anterior a su asesinato, al amigo y periodista Furio Colombo. Éste al final de la conversación le preguntó si quería darle un título, a lo que el poeta, después de divagar en otros asuntos y pensarlo un rato, respondió: “He aquí la semilla, el sentido de todo. Tú no sabes siquiera quién ahora está pensando en matarte. Pon este título, si quieres: ‘Porque estamos todos en peligro’”.
El encuentro y el diálogo entre estos dos intelectuales, constituye el testimonio principal en el que el ilustrador Gianluca Maconi se basó para reconstruir los últimos momentos y el homicidio del director de Salí² o los 120 días de Sodoma, en su libro de viñetas titulado El caso Pasolini (Editorial Gallographics). El cómic, que originariamente salió en italiano en 2005 con ocasión de los treinta años de la muerte de Pasolini, debido al éxito que tuvo en Italia se traduce ahora también al castellano.
“Esa esplendida entrevista, que inserí en el libro, es de hecho casi perfecta, ya que en la reconstrucción del último día de Pasolini he logrado retratar muchos elementos jugando justamente con su contenido”, dijo Maconi al respecto en entrevista. Además, ésta permitió al autor conjugar una necesidad editorial con una voluntad personal. “La serie era dedicada a la crónica, por lo que yo tenía que hacer un libro no sobre Pasolini, sino sobre el delito en sí. Sin embargo para mí era importante hablar del personaje y captar algunos aspectos de su personalidad, y en esto la entrevista con Colombo ha sido fundamental”.
En particular argumenta que quiso destacar “su extraordinaria lucidez, hoy se diría casi profética, por cómo logró en varias ocasiones crear retratos despiadados, pero en efecto sólo tristemente reales, de una Italia que estaba naciendo y todavía desarrollando, y que ahora se están manifestando patentemente, en la barbarie del ‘nuevo hombre’ de este milenio”.
Pero al mismo tiempo, Maconi recupera la faceta más humana de Pasolini, desligando su homicidio de la homosexualidad, a la que la mayoría de la prensa lo relacionó desde un principio. “Quería jugar con el lado casi inocente de este personaje, su ser un pensador por una parte y su búsqueda de una suerte de sencillez por la otra, una joya de vivir que encontraba con estos personajes de las clases más bajas con los que le gustaba mantener relaciones, independientemente del aspecto sexual”.
Maconi para la realización del libro llevó a cabo una amplia investigación en los autos del proceso a Pelosi, en libros y materiales que le proporcionaron varias asociaciones culturales “pasolinianas”. Sin embargo muchas de éstas, aclara, “cuando supieron que se trataba de un libro de viñetas, ya no me mandaron el material, por el lugar común de que los cómics son publicaciones para niños o una cosa demasiado satírica, entonces por miedo a que me burlara de Pasolini, me cerraron las puertas”.
En cambio el cómic recibió buena aceptación por parte de la crítica y de la pequeña élite de seguidores del poeta, tanto por como retrató la figura de Pasolini como su homicidio, que aun sigue envuelto en el misterio, al grado que justamente en este año se decidió reabrir las investigaciones sobre el caso.
Pero el autor no ofrece una resolución al enigma: “Busqué proporcionar al lector todos los datos que hay a disposición, no intenté guiarlo a optar por una de las dos tesis principales, la del complot y la otra del accidente acaecido durante un acto de libertinaje. Propuse ambas, sin tomar una posición, sino la de describir el personaje, evidenciando quién era y que la tristeza no consiste tanto en el delito en sí, sino en cómo se ha reaccionado al delito y en cómo se intentó olvidar a este personaje”.
Dos decesos frente al Mar Tirreno
En mi opinión hay una fuerte afinidad entre el fin de Pasolini y el de Caravaggio porque en ambos me parece que este fin ha sido inventado, escenificado, dirigido e interpretado por ellos mismos”, declaró en una entrevista televisiva en 1995 el historiador del arte Federico Zeri, denotando una semejanza entre las muertes y las vidas del poeta novecentesco y del gran pintor clásico Michelangelo Merisi, subrayada también por otros estudiosos de estas dos importantes y excéntricas figuras del arte italiano.
Lo anterior, obviamente, con las debidas diferencias que implican 400 años de distancia entre el uno y el otro. Sin embargo, el escenario de sus fines es el mismo: un litoral solitario del Mar Tirreno, donde llegaron perseguidos, involucrados en investigaciones judiciales, rechazados e incomprendidos.
Caravaggio, último de los pintores clásicos, quien con sus ángeles caídos en la tierra, retratados entre pobres y miserables, indicaba a través de juegos cromáticos entre haces de luz y fondos oscuros, una nueva redención. Pasolini, “el más moderno entre los modernos”, con un sentido trágico de su época y una nostalgia por la tradición, por la pureza de aquellos frágiles y bellos cuerpos de muchachos de los barrios pobres de Roma –los mismos ángeles de Merisi– clausura la modernidad y un siglo.
Ambos homosexuales, desafiaron el poder y los poderosos, y siempre fueron transgresores. Los dos, en Roma, buscan un nuevo desemboque para su genial creatividad, y desde Roma contribuyen a cambiar el mundo. Grandes intérpretes de sus tiempos, ambos mueren torturados y vilipendiados, víctimas sacrificiales de sus épocas.