Como escritor, me alimento de la realidad,
pero no soy responsable de ella […]
Leonardo Padura
Escuché decir que Como polvo en el viento, la última obra de Leonardo Padura, publicada en 2020, es una buena novela. ¿Es una buena novela? Quien lo dijo, seguramente tendrá sus razones para mantener dicha afirmación. Por mi parte, luego de haberla leído, puedo asegurar que, efectivamente, es una buena y muy interesante novela.
En Como polvo en el viento hay un mundo amueblado con diversas historias, habitado por diversas personalidades, con un lenguaje literario rítmicamente melódico y cargado de cultura lingüística, que propone información sociocultural muy relevante para los tiempos que hoy corren en América Latina. Tiempos críticos en diferentes sentidos: políticos, ideológicos, económicos, con una consciencia de estar en el mundo desgarrada por la incertidumbre y contra una manipulación ideológica desenfrenada.
En la nota que acompaña al cuerpo de la novela, Leonardo Padura asegura lo siguiente: “Los acontecimientos históricos a que se hace referencia en el libro ocurrieron en la realidad, pero su presencia en la novela está asumida desde la perspectiva de la ficción. Muchas de las coyunturas sociales recogidas también han sido tomadas de la realidad y de la experiencia personal y generacional, aunque su tratamiento fue mediatizado por los intereses dramáticos de una ficción”.
Desde luego, hay que aclarar que la ficción no es sinónimo de mentira o de verdad falsificada. La ficción consiste en un saber-hacer que el escritor (Leonardo Padura) asume y que realiza mediante una prosa novelesca para contar y hacernos comprender el mundo en el que se encuentran viviendo sus personajes en Como polvo en el viento. Mundo perturbador por las historias que en él existen, tanto para quienes las padecen como para uno, lector que habita en un mundo tan próximo al expuesto por Leonardo Padura.
El mundo de estos personajes, quienes se sienten identificados como “el Clan”, se expone a través de dos grandes épocas: antes de 1990 y después de 1990, en La Habana, Cuba. Todos ellos nacieron cuando ocurrió el triunfo de la Revolución (1959); crecieron y se desarrollaron en el sistema Socialista cubano, y fue precisamente este mismo sistema el que los desilusionó y los obligó a escapar de la isla y dirigirse, después de 1990, a diferentes partes del mundo, con excepción de dos de ellos: Clara y Bernardo.
El Clan lo conforman once personajes: cinco parejas más uno: Walter Macías. Este último viene a cumplir la función de un enigma, alrededor del cual giran y lo van desvelando las diferentes historias de los diferentes personajes que participan en la trama. El lugar donde suelen reunirse todos ellos es en la casa de Clara y Darío, en el barrio de Fontanar. Es aquí donde hablan y conviven y nos hacen saber de la complicada situación económica por la que está pasando Cuba, luego de la caída del Muro de Berlín y de lo que está ocurriendo en la URSS, con Mijaíl Gorbachov y su famosa Perestroika.
Pero más que la complicada situación económica, también está la realidad que los personajes experimentan: un futuro cancelado para desarrollar las competencias profesionales de cada uno de ellos, en medio de un estado de terror, en el cual siempre se sienten vigilados y donde todas las promesas del pasado han ido a parar a los basureros de la historia.
Ya casi todos los del Clan se han marchado de la isla, incluyendo los hijos de Clara y Darío, y la desilusión y la falta de confianza en el sistema socialista que había prometido la existencia de un “Hombre Nuevo”, ha provocado que surja una condición social insospechada. Al respecto, resulta pertinente citar lo siguiente:
«Si necesitabas una llave de paso, no la encontrabas en el establecimiento especializado, pero había alguien en la calle que te la ofrecía y podía resolverte el problema o estafarte. Si buscabas aceite, pues podías topar con estantes vacíos en la tienda y alguien en la esquina que te lo proponía a sobreprecio. Cuando comprabas, a sumas cada vez más altas (pues cada vez había menos, se producía menos), carne de cerdo, malangas o boniatos o tomates, siempre, siempre, el peso era menor del convenido y pagado… En cualquier sitio estatal o privado los vendedores solían estar conchabados con los distribuidores y los distribuidores con los inspectores y éstos con los administradores, y la cadena podía tener muchos más eslabones […]».
En gran parte de la novela se trata de hacernos conocer sobre los grandes problemas económicos y de corrupción que vive la sociedad cubana; problemas tan complejos y difíciles, cuyas soluciones están, según parece, más allá de lo que el régimen castrista está dispuesto a aceptar.
Como polvo en el viento es una buena novela. En ella la trama fue tejida con los hilos de la insatisfacción y de la necesidad por vivir en un mundo mejor, para amar y ser amado, y respetado, y para vivir con dignidad. Es una novela que posee algunos de los signos de esta época difícil y compleja: migración, aculturación, suficiente información para discernir y para asumir, en consecuencia, posturas congruentes ante lo que la misma información abastece. Finalmente, resulta claro el sentido y el valor de vivir entre seres tan distintos, al mismo tiempo que con una fuerte consciencia de saber que la realidad de la vida es mucho más que un barrio, que una ciudad y que un país. La realidad es mucho más que una creencia.