En 1950, el biólogo Jonas Salk estaba trabajando para encontrar la cura de la polio desde un oscuro laboratorio ubicado en un sótano. Como su progreso era lento, decidió viajar a Italia, a un monasterio que se encuentra en la población de Assisi —construido en el siglo XIII y caracterizado por hermosos patios centrales.
Ahí fue donde dio con la clave de cómo curar la polio. Salk se convenció de que su inspiración fue facilitada por el edificio y a partir de entonces creyó en que la arquitectura tiene influencia sobre la mente, tanto que cuando mandó hacer el Instituto Salk, le pidió al renombrado arquitecto Louis Kahn que construyera algo que estimulara la creatividad científica.
En la actualidad se tienen datos que avalan la intuición de Salk: “Que el diseño de los espacios promueve la creatividad, la concentración, la alerta, la relajación y la intimidad social”.
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Pensamiento elevado
La investigación formal de cómo los humanos interactuamos con nuestro ambiente construido, comenzó en los años 50, cuando diversos grupos de investigación analizaron cómo el diseño de los hospitales, particularmente psiquiátricos, tenían influencia sobre el comportamiento de los pacientes. Ahora se diseñan residencias para los ancianos con demencia en los que el edificio en sí mismo es parte del tratamiento (uno de los especialistas es John Zeisel, de la Universidad de Columbia y presidente de Hearthstone Alzheimer Care. Ver Hyde y cols., 2003). Con el gran crecimiento que ha tenido las neurociencias, incluso hay instituciones como la Academia de las Neurociencias para la Arquitectura que se encuentra en San Diego (http://www.anfarch.org/).
Se ha encontrado (Meyers-Levy y Zhu, 2007) que la altura de un cuarto afecta cómo las personas piensan. En una investigación se asignaron al azar 100 personas a dos cuartos, uno más alto que otro y les pidieron que clasificaran 10 ítems de una lista como ellos quisieran. La gente que se encontró en el cuarto más alto hizo una clasificación más abstracta, mientras que los del cuarto bajo se concentraron más en los detalles.
En la opinión de la investigadora, de acuerdo a la tarea que vayamos a realizar, se sugeriría que el lugar fuera más o menos alto; si es un quirófano, o un banco entonces es preferible un lugar bajo; mientras que si lo que se está tratando de lograr son grandes trabajos de arte o ciencia, entonces recomienda que el lugar sea alto.
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Enfoque natural
También se ha encontrado que la vista que ofrece un edificio afecta la habilidad de los de sus ocupantes para concentrase. Por ejemplo, ver entornos naturales, como parques, jardines o bosques, ayudan a la atención. Un estudio (Wells, 2000) realizó el seguimiento de niños entre 7 y 12 años de edad, antes y después de que la familia se mudara de residencia, para evaluar cómo los panoramas que tenían en sus ventanas afectaba su atención. Hallaron que si había un aumento de “verdor” en el panorama, había un incremento de los puntos obtenidos en pruebas de atención.
¿Por qué el color verde ayuda? En la opinión de Stephen Kaplan (Berman, Jonides y Kaplan, 2008) los ambientes urbanos son muy estimulantes (hay mucho tráfico y mucha gente) demandan mucha atención y requieren mucho trabajo cognitivo que mirar un prado con árboles.
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Viendo la luz
Otro elemento importante de los edificios que habitamos es la luz. Se sabe que tener niveles adecuados de luz mejora las calificaciones de los estudiantes. En 1999, un grupo de consultores que se especializa en construir edificios energéticamente eficientes, recolectó las calificaciones de 21 mil niños de escuela primaria de distintos distritos de California, Washington y Colorado, además de promediar las cantidades de luz solar de más de 2 mil salones de clase. Los que estaban en los salones más soleados, leían y resolvían problemas matemáticos más rápido (Heschong Mahone Group, 1999).
Pero no siempre mucha luz es beneficiosa. Recientes investigaciones sugieren que afecta a la relajación y la abertura a los demás. En el estudio, se realizó una entrevista a 80 estudiantes universitarios por parte de sus tutores académicos. Aquellos que fueron entrevistados en cuartos más oscuros compartieron más información sobre sí mismos y vieron a su tutor de manera más positiva.
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Los muebles
También las cosas que están en un cuarto afectan nuestras emociones. Las personas en general prefieren los objetos curvos, probablemente porque asociamos los ángulos con el daño (Bar y Neta, 2006) y activan las áreas cerebrales que tienen que ver con el miedo (Bar y Neta, 2007).
La distribución de los muebles se ha probado que afecta la interacción de los sujetos. En lugar de que repegaramos los asientos a la pared, hiciéramos pequeños grupos de sillas se facilitaría la interacción social. O bien, en un salón de clases, ordenar los pupitres alrededor del escritorio del profesor facilita más la participación que tenerlos ordenados en filas (Marx, Fuhrer y Hartig, 1999).
Aún existen muchas cosas por saber, sobre nuestro ambiente y nuestras respuestas a él; falta encontrar patrones generales que los arquitectos puedan utilizar para construir edificios y espacios que nos beneficien psicológicamente.