Los esfuerzos de los organismos internacionales para poner en el centro de la discusión la sostenibilidad del planeta es una tarea emprendida durante años, ante la preocupación de un escenario de escasez y pérdidas de los recursos naturales y la biodiversidad que impactan en la sobrevivencia humana.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a partir de un estudio intergubernamental, refiere que el 75% de la superficie terrestre está significativamente alterada y el 85% de los humedales vitales se han perdido.
Además, entre 2010 y 2015, se talaron 32 millones de hectáreas de bosque en el mundo, la población de animales y peces ha disminuido en un 60% en los últimos 50 años y las abejas, que juegan un papel esencial para la polinización de muchos cultivos alimentarios, mueren en cantidades récord.
Aunado a la degradación ambiental se suman otras problemáticas originadas por el consumismo extremo de la sociedad moderna, como son la contaminación del aire, agua y suelo o el desperdicio de los alimentos, y la obsolescencia programada equipos y dispositivos que se programan para ser materiales con una vida útil de corto o mediano plazo.
El organismo Greenpeace señala, a partir de un estudio de 70 ciudades realizado por investigadores de distintas universidades, que el consumismo genera el 60% de las emisiones globales de los Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que “México encabeza la lista de los mayores generadores de ‘basura electrónica‘. Cada habitante genera 3.2 kilogramos en promedio anualmente. De las más de 1.032 toneladas de basura electrónica que se desechan al año, menos del 17% se logra reciclar”.
Estos factores inciden en el cambio climático que ha desencadenado los desastres naturales a nivel mundial y que nuestro país también ha experimentado con las inundaciones que cada año se producen, sobre todo en la región sur. Se estima que, en 2017, aproximadamente el 1% del calentamiento global por encima de los niveles preindustriales fue ocasionado por el hombre, por tanto, ¿cómo detener una situación que afecta nuestra salud, economía y sobrevivencia?
Se espera que los efectos de la pandemia del COVID-19 ralenticen el ritmo de degradación del medio ambiente, de acuerdo con el Informe sobre la brecha en las emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en 2020, las emisiones de CO2 podrían descender alrededor de un 7% en promedio en comparación con los índices del año 2019, aunque este descenso se traduce en una reducción de solamente el 0.01 grados centígrados en el calentamiento global para este año.
Esta experiencia compleja para la humanidad, puede ser el principio de la construcción de nuevas formas para favorecer el desarrollo sostenible.
El pasado 26 de enero se conmemoró el Día Internacional de la Educación Ambiental y hoy es el Día Mundial de la Acción frente al Calentamiento Terrestre; estas fechas conmemorativas enfatizan la urgencia por generar tareas que atiendan una problemática que nos afecta a todos, pero los esfuerzos para contribuir a la disminución del daño medioambiental deben estar vinculados con los distintos sectores, público, privado y social.
Es decir, mientras se impulsan programas para el cuidado y preservación del medio ambiente desde las instituciones educativas, éstas se verán cristalizadas con el acompañamiento de acciones de sustentabilidad desde la industria y las instituciones gubernamentales, de tal manera que la cultura permee en todos los ámbitos, desde el hogar, la escuela y el trabajo.
La degradación del planeta se puede aminorar si empezamos por crear una conciencia activa del uso y consumo de los bienes y servicios, con compromiso y respeto por la naturaleza, el ser humano es parte de ella, no su usufructuario único y su explotador.