La verdadera pandemia

El origen de la amenaza del Covid-19 es un factor biológico, pero nuestra fragilidad ante la pandemia se extiende a muchos otros ámbitos, tanto individuales como sociales

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Marco Antonio Pérez Cisneros*

Observar la dificultad con la que grandes potencias mundiales, con sistemas de salud pública tan consolidados, están enfrentando frente a una emergencia sanitaria como es la pandemia del virus COVID-19 y sus efectos devastadores en las economías y mercados más fuertes del planeta, abre muchos frentes de reflexión.

En primer término, en mi visión surge, como una marca de oro en la arena, la amplitud y profundidad de la fragilidad humana. Esa fragilidad intrínseca a nuestro ser biológico y mental, que hoy queda al descubierto frente a muchos elementos, no solo biológicos, del problema.

Factores como el egoísmo, la falta de humildad para reconocer cuando los hechos superan nuestras capacidades como individuos y como sociedad; la falta de una solidez espiritual que nos permita permanecer quietos y seguros mientras transcurre una emergencia de este tipo; un endeble estado de equilibrio y salud mental que nos permita dominar la preocupación y privilegiar la toma responsable y consciente de decisiones.

Pero también la caridad las personas contagiadas, en lugar del rechazo, marginación y marca social; la madurez de conocer los verdaderos alcances del factor biológico y sus medios de contagio, tomar las medidas adecuadas de prevención y evitar así acciones fuera de contexto y llenas de desesperación, como el adquirir toneladas de papel higiénico o barriles de desinfectante.

Quizás esta sea la crisis más grande de esta pandemia, encontrarnos con nuestras debilidades más marcadas, caer en cuenta que las poseemos y que nunca nos habíamos fijado la meta de superarlas, simplemente por que formaban parte de la cotidianidad, del permanente y profundo yo, aceptado como correcto desde años atrás.

Acostumbro a escribir sobre notas de ciencia y tecnología, siempre entusiasmado con la visionaria idea de que nuestra especie alcanza cada día nuevas fronteras, las atraviesa y nos maravilla lo que encontramos detrás de ellas.

Acostumbro narrar los avances de la ciencia cognitiva, de la conciencia artificial de las máquinas y, de la próxima aun, independencia de los dispositivos robóticos, que año con año nos sorprenden con nuevas proezas.

Pero nunca había escrito sobre lo que sustenta los objetivos de la ciencia y la tecnología: el bienestar y el buen estado de la personas y sus sociedades.

En medio de la debacle de los sistemas de salud, y por supuesto la pérdida de tantas vidas humanas, y de historias tan conmovedoras como aquellas de quienes mueren en aislamiento sin poder siquiera observar por última vez el rostro de sus seres queridos, creo que debemos esforzarnos por derrotar la peor pandemia, aquella de permanecer inmutables ante tantas muestras de nuestras debilidades, evidentes y contundentes.

Ojalá se generen ajustes a nuestra conciencia y nuestros valores, que refuercen la ya famosa resiliencia que los mexicanos solemos exhibir en tiempos de crisis.

En este sentido, mi reconocimiento es para los colegas del sector salud, enfermeras, médicos y por supuesto estudiantes del área médica, que sin renunciar a la vocación de servicio en pro de la salud, la cual admiro profundamente, enfrentan esta crisis sin titubeos y con la convicción de superar este mal momento.

*Investigador del Departamento de Electrónica, del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías.

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