Las huellas y el ejemplo

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La significación y el sentido que da trascendencia al ser humano y, por ende, a toda la humanidad, siempre se ve reflejada en sus obras que propusieron como parte de su labor o actividad: es un legado que perdura más allá de la muerte, y que se convierte en un puente entre el pasado y el presente.
El valor de las obras no radica en el alcance internacional, sino en su universalidad.
Universalidad, que de acuerdo con el antropólogo de la Universidad de Guadalajara, Bógar Armando Escobar, se alcanza cuando el ser humano es capaz de plasmar una obra que alcance a tocar los sentimientos de toda la humanidad independientemente del credo, la raza o la nacionalidad.
“El ser humano necesita sentir que no fue inútil. Más allá del sentido estrictamente biológico, el ser humano quiere en esa oportunidad construirse a sí mismo y sentir que valió la pena haber vivido”.
La historia del arte, la salud, el periodismo, la arqueología, entre otras disciplinas, han sido construidas por personajes cuyo esfuerzo por repercutir ha rendido frutos y dejan con sus obras una fuente de inspiración para aquellos de quienes han sido mentores.
Jorge Martínez, pintor y escultor formador de muchas generaciones de artistas; Mario Paredes Espinoza dedicado al servicio de la salud en el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde; Miguel íngel Granados Chapa, crítico columnista y periodista, así como Phil Weigand, descubridor de la zona arqueológica de Guachimontones, son algunos personajes fallecidos este año cuya labor queda como evidencia de la necesidad consciente o inconsciente por dejar huella en su paso por el mundo.
Este homenaje a cuatro de los más importantes artistas e intelectuales que a continuación se nombran y describen, es también una forma de elogiar a todos los que no aparecen en este trabajo, pero que también lograron perseverar y, luego, trascender su legado a la sociedad.

Granados Chapa
Columnista de una pieza
Periodista y Maestro. Periodista y Ciudadano. Con mayúscula todo. Sus amigos lo llamaban “el señor Constitución”, escribe Humberto Musacchio, porque el sustento jurídico era inherente a sus argumentos; “el Notario”, lo nombró cariñosamente Elena Poniatowska (por su infaltable traje oscuro y su actitud siempre formal). Fedatario de los acontecimientos, vuelvo a Musacchio, porque llevaba el registro puntual de los hechos en su archivo personal lleno de testimonios de Interés Público.
Riguroso. Sencillo. El periodismo “es la difusión de hechos y su examen”, me explicó un día, “la difusión de hechos y su examen”, insistió para que me quedara claro. Tan sencillo como eso: observar, registrar, examinar y entonces hacerlo público.
Periodista y Columnista. Con mayúscula. Granados Chapa definía el trabajo del columnista como un periodismo personal “en donde se mezclan el género informativo y el género reflexivo”. El estilo de la columna tendría que ser ese: la reflexión, decía. “Un columnista que no tiene acceso a informes singulares, informes exclusivos, es un columnista que no está haciendo la parte de investigación que se requiere para realizar su tarea”. Un columnista busca informantes, crea archivos, arma rompecabezas con las piezas sueltas, indaga, reconstruye… Reflexiona.
Todos cuantos creemos analizar la comunicación en México estamos en deuda con Miguel íngel Granados Chapa, quien hizo, entre otras cosas, el primer diagnóstico del sistema de medios mexicanos en su relación con el poder: Examen de la Comunicación en México, un libro compuesto por conferencias y ensayos bien documentados (escritos entre 1970 y 1979) en donde podía verse ya el mapa de los grandes problemas de nuestro sistema mediático.
Periodista. Ciudadano: hizo propia la lucha por impulsar el Derecho a la Información en este país, cuando José López Portillo –quizás involuntariamente- abrió una pequeña ventana de oportunidad al modificar, en 1977, el 6º constitucional (“El Estado debe garantizar el derecho a la información”). Cinco años. Cinco mil cuartillas. Una lucha inacabada en el Congreso, pero latente siempre en la Plaza Pública de Granados Chapa, un espacio de discusión para la democracia. Ejemplo de congruencia y dignidad profesional y personal. Periodista de una pieza.
Texto: Doctora María Elena Hernández, investigadora del Departamento de Estudios de la Comunicación Social, CUCSH.

Jorge Martínez
Pintor
Nacido en 1916 y fallecido el 23 de enero de este año, fue un pintor que se desarrolló en muchos contextos históricos del país. Se relacionó con grandes personajes del siglo pasado y del presente. El compromiso consigo mismo y con su amada Guadalajara, hicieron que tuviera constantemente inquietudes y se involucrara dentro de lo posible por hacer aportaciones trascendentes.
Jorge Martínez solía comentar: “El término de artista me queda muy grande, eso le venía bien a genialidades como la de José Clemente Orozco, pero no para mí. Yo me considero más que un artista, un profesor de arte”. Agregaba que si algún mérito se le adjudicaba, fue el haber creado una Escuela de Arte que llegó a ser un referente a nivel nacional y que sirvió de semillero para muchos personajes que fueron artistas exitosos y destacados.
Era un convencido de que la formación de un artista implicaba “el dominio técnico” que sólo con una enseñanza formal, le daba al artista la capacidad de crear “lo que él quisiera y no sólo lo que pudiera”. Lamentaba que la tendencia actual de la enseñanza de las artes visuales se enfoque más en la teoría minimizando la práctica.
Murió con la satisfacción de haber recibido en vida los más altos reconocimientos que una Universidad confiere: Maestro emérito y Doctor Honoris Causa, distinciones que nunca buscó ni esperaba y por lo mismo le llenaron de mucho orgullo.
Fue un personaje siempre fiel a su “verdad”. Decía lo que pensaba sin tapujos aún cuando estos llegaran a incomodar. Hasta el momento de su muerte (a sus 94 años) su mente era de una lucidez extraordinaria, mas el tiempo le cobró la factura en su cuerpo.
Jorge Martínez dejó un legado intangible en las enseñanzas que recibieron sus alumnos y un tangible en sus cuadros, murales, grabados y en la casa misma en donde nació y donde se resguardan sus cenizas. Ahora se está trabajando para que esta herencia sea compartida con todos aquellos que la quieran conocer.
Texto: Josefina Camarena, sobrina-nieta de Jorge Martínez.

Phil C. Weigand
Investigador
El 3 de septiembre de 2011 en Guadalajara falleció el doctor Phillip Clayton Weigand Moore, hombre visionario e investigador del siglo XXI que dejó huella en distintas ramas del conocimiento científico. Miembro del Colegio de Michoacán, su visión tan particular del mundo constituía uno de sus más elocuentes virtudes, ya que le permitía analizar desde diferentes puntos de vista las disciplinas que eran su pasión: la etnografía, la arqueología, la historia y la antropología.
En los últimos 30 años de su vida, junto con Acelia, su esposa, se dedicó a realizar el proyecto que lo enmarcó con letras doradas como uno de los pilares contemporáneos de la arqueología mexicana, nos referimos al proyecto arqueológico en el sitio de Guachimontones y la región central de Jalisco. Este proyecto, que empezó en los años 60’s constituye hasta la actualidad el estudio arqueológico más importante del occidente mexicano debido al descubrimiento de una civilización antes desconocida, y pone otra pieza en el gran rompecabezas mesoamericano o la ecúmene, como él la llamaba.
Este hallazgo contribuyó no sólo a entender que en el occidente de México existían sociedades complejas a principios de la era Cristiana. Así también, puso en el mapa a la arquitectura de Guachimontones como otra contribución al repertorio mundial de arquitectura antigua. Pero, quizá, el logro mayor fue que años después de su descubrimiento, para el año 2006, los libros de texto del estado de Jalisco ya hablaban dentro de las culturas antiguas de México de lo que se llamaría la tradición Teuchitlán, como otro icono para el estado de Jalisco, además del mariachi y el tequila.
Phil Weigand, altruista de corazón, maestro de varias generaciones de arqueólogos, antropólogos y etnohistoriadores, padre de familia, amigo, dispuesto a platicar sobre los temas más escabrosos porque era un erudito de todo tema y materia, le encantaba leer y aprender de la gente, hombre gentil y benefactor de la tierra que lo acogió como su propio hijo, el legado que nos deja el doctor es grande, su trabajo va más allá de lo que ahora vemos, por lo que su influencia en las nuevas generaciones se autoreplicará y constituirá una vertiente de conocimiento como lo que fue y será: un antropólogo del siglo XXI.
Texto: Doctor Juan Rodrigo Esparza López, arqueólogo del Colegio de Michoacán

Mario Paredes Espinoza
Médico
Mentor de 40 generaciones de médicos y fundador de el Servicio de medicina interna en el Antiguo Hospital Civil Fray Antonio Alcalde en 1966, el doctor Mario Paredes Espinoza decano de la medicina interna en Jalisco y México, connotado especialista, académico, científico e investigador con reconocimiento internacional es recordado por su destacada labor en el campo de la medicina.
Uno de sus amigos más cercanos, el doctor Sergio Godínez, Jefe de la división de Medicina en el antiguo nosocomio, destacó el legado que dejó su profesor Mario Paredes.
“El maestro, con justicia, es denominado como el profesor de todos los médicos de medicina interna del Occidente de México. Entre sus principales contribuciones se encuentran las que están orientadas al estudio profundo del cáncer y una aportación muy especial en el diagnóstico y manejo de la enfermedad de Chagas”.
Egresado de la Universidad de Guadalajara y posteriormente alumno destacado en la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, el doctor Paredes Espinoza, quien falleció el 26 de agosto de este año, fue un estudioso del cáncer y a lo largo de su vida publicó diez libros de medicina y un sinfín de artículos en el mismo campo. Además, fue director de la Clínica de Cáncer del Estado de Jalisco y jefe del Servicio de Cancerología del Hospital Civil de Guadalajara entre los años 1960 y 1966.  En el campo de la epidemiología, infectología y endocrinología, el doctor Paredes también dejó una huella importante.
En el momento de su fallecimiento, el doctor Mario Paredes estaba por terminar un libro de medicina interna denominado “La clínica médica en el Hospital Fray Antonio Alcalde”, por lo que el doctor Godínez acompañado de otros especialistas pretenden volver realidad esta publicación el próximo año.

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