Las mujeres esperan en vano

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FOTO: FRANCISCO QUIRARTE | GACETA UNIVERSITARIA

Sábado 18 de junio. Nubes grises en la ciudad cubren poco a poco el sol de la tarde. El calor no baja. Un autobús se detiene fuera del teatro Experimental de Jalisco, de acuerdo con el itinerario del programa “México a escena”, que este 2005 llega a su tercera edición, auspiciado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Fondo regional para la cultura y las artes, centro occidente.

Del camión baja una mujer de estatura mediana y con gafas negras. Es la actriz Marta Verduzco, quien junto con Pilar Boliver, Adriana Roel, Ángeles Cruz y Mireille Anaya, arriba al suelo tapatío para ofrecer su mejor actuación, en la obra Estaba yo en casa y esperaba a que lloviera.

Luego de recorrer las ciudades de Querétaro, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Guanajuato y Colima, el grupo de mujeres se presentó en un foro teatral donde no hubo telón ni butacas ocupadas, ya que los asistentes presenciaron el montaje desde las sillas distribuidas en el escenario.

A las seis de la tarde en punto, una mujer camina lentamente desde la oscuridad hacia el centro del escenario. En su andar pisa miles de granos de arroz que cubren el piso de la habitación, amueblada con una mesa de madera, siete sillas y un frutero con manzanas rojas.

Los casi 150 asistentes a la primera función de la obra, dirigida por Germán Castillo, observan la rigidez en el cuerpo de la mujer, quien se instala en medio del comedor. Cruza los brazos y dice: “estaba yo en casa y esperaba a que lloviera”, tal como reza el título de la pieza.

El montaje es un concierto a cinco voces, lleno de un lenguaje poético que narra la espera durante años (“años perdidos”, decían) de cinco mujeres: la madre (Marta Verduzco), una algo más vieja, no sabemos si hermana de la madre o nana de las hijas (Adriana Roel), la primogénita (Pilar Boliver), la segunda hija (Ángeles Cruz) y la menor (Mireille Anaya), quienes aguardan el regreso de su hijo y hermano, que fuera echado de la casa por el padre, ya fallecido. Ahora el joven ha vuelto solo para morir en su cama sin pronunciar palabra.

Las cinco mujeres, en la misma línea que La casa de Bernarda Alba, viven enclaustradas en la habitación. Un encierro impuesto por ellas mismas, en el que cada una es aplastada por las otras. Ninguna tiene vida propia.

Los minutos pasan y los personajes van revelando las imágenes que habían construido para el ansiado retorno del hermano, lo que esperaban decir y hacer a su llegada. Pero todo fue en vano.

Con gran austeridad de gestos, cada mujer expresa en voz alta los sentimientos encontrados que desencadena un hombre que ya no les pertenece. En la espera comienzan a descubrir que el abandono del hijo y hermano no es sino un abandono de sí mismas, escondidas de la vida. “Todos esos años perdidos, porque ha vuelto a morir”, dice la primogénita.

Es una obra para ser vista con calma, llena de diálogos tensos, y por momentos tristes, anecdóticos o hirientes.

La presencia de cinco grandes actrices es el motor de la obra, que mueve todo el catálogo de las sensaciones, como sucedió también en Morelia, destino final del montaje, un día después de su visita en esta ciudad.

Teatro en provincia

En rueda de prensa, la actriz Pilar Verduzco hizo un llamado a los periodistas para reclamar y hacer ruido ante los recortes presupuestales a la cultura, sobre todo en provincia. “Los ciudadanos te- nemos el derecho de que nos den cultura”.

“Ustedes pueden reclamarlo y desarrollar un proyecto con las gentes de teatro de Guadalajara e ir a otros estados”, agregó la actriz de teatro y televisión Adriana Roel.

“A los políticos les da flojera la cultura. ¿Por qué? Porque no la conocen: son unos incultos. No leen. Estamos al amparo de nosotros mismos, porque ellos hacen que hacen”.

El actor de la compañía de teatro de la Universidad de Guadalajara, Abelardo Ferrer, comen- tó que sería magnifico si la gente involucrada en el mundo del teatro en la ciudad copiara el modelo del circuito “México a escena”.

“Esto daría la oportunidad de mostrar nuestro trabajo, y no solo nuestro, sino también de otros estados, a públicos que no tienen acceso al teatro”.

Efraín Franco, profesor investigador del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), señaló que ya basta de esa dependencia hacia el centro para que desde ahí se nos siga tratando como las provincias de antaño.

“Si bien los antecedentes del programa ‘México a escena’ son trabajos de alta calidad, deben instalarse otros mecanismos de promoción para que participen más grupos y actores. Cada año veo las mismas personas”.

En esta la tercera edición del circuito fue incluido, por primera vez desde que inició el programa, un solo montaje de San Luis Potosí, los demás eran del Distrito Federal.

Efraín Franco añadió que “‘México a escena’ debería llegar a los grandes públicos, a las grandes masas, ya que es una propuesta subsidiada por el gobierno federal, en pocas palabras, por nuestros impuestos. No me explico por qué esa obsesión de que llegue a pocos públicos”.

“Sería interesante que obras de Guadalajara se insertaran en los circuitos y que de Jalisco surjan programas para difundir el trabajo local y de otros estados”

En su opinión

“Una propuesta, en el plano actoral, interesante. Fue una buena oportunidad de ver teatro no convencional, porque estamos más acostumbrados a textos fáciles. Lo lamentable, la falta de espacio para la escenificación. De ser representada en un lugar abierto: no se perdería el intimismo que procura la obra. Llama la atención la falta de cultura teatral en el público, pues las personas no apagan el teléfono celular y hubo más de 200 tosidos de una persona enferma. Estos detalles distraen y rompen la magia del teatro”. Efraín Franco, doctor en artes

“Vemos cinco excelentes actrices que interpretan un texto difícil. Ellas tienen gran peso en el escenario. No hay juego de luces ni una escenografía espectacular. No hay ningún efecto especial más que su histrionismo”. Abelardo Ferrer, actor

“A pesar de condiciones, como la falta de aire acondicionado, me gustó la concepción de la obra. Los personajes llegan a mostrar su carácter y la puesta en escena maneja acertadamente los movimientos coreográficos de los actores. Los textos son interesantes, sobre todo el de la hija mayor. Son parlamentos bien consolidados. Es el personaje sobre el que gira toda obra”. Marco Aurelio Larios, escritor

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