Las voces del chamán

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Hwang Sok-Yong

Los muertos alzan la voz para paliar sus odios. Hwang Sok-Yong ha tomado en su pluma el trabajo de reivindicar las almas de la guerra, incesante tragedia que ha asolado la península del Pacífico oriental desde el término de la dinastía Joseon, en 1910.
Desde finales del siglo XIV, Corea había mantenido la paz y la unidad nacional, hasta que la ola expansionista de Japón los anexó con el tratado de Eulsa. En 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, con la capitulación de Japón y recuperada la soberanía, el pueblo coreano se quebró de un modo que ni siquiera la imposición nombres propios y el idioma nipón habían logrado. Las hostilidades a fuego abierto entre el norte socialista y el sur capitalista se extendieron de 1950 hasta el verano de 1953, con la firma de un armisticio que sigue tan vigente como la guerra misma.
No sólo desde la palabra, también en los hechos Sok-Yong ha participado en el agitado ambiente político y social de su país. En 1964 estuvo implicado en las manifestaciones de estudiantes universitarios contra la Cumbre Japón-Corea. Apenas dos años antes había debutado en el mundo literario con un relato, En torno a una piedra erguida, que le valió el premio a nuevo escritor de la revista Sasanggye. Después del disturbio trabajó como jornalero y ayudante de cocina en un templo budista, pero en 1966 se alistó en el ejército y marchó a Vietnam.
Sobre esta época contó que en una trinchera, durante un momento tranquilo, pasó a su lado un soldado estadounidense y le preguntó qué hacía. “Escribo una carta para mi madre”. Al mirar, le dijo: “¿Qué es esto? ¿Una pintura?”. “No, son nuestras letras, letras coreanas”. Se sorprendió muchísimo. “¡¿Entonces tienen su propia lengua y sus propias letras?!” Y yo también me sorprendí muchísimo.
Tres años más tarde es dado de baja del ejército y se reintegra a la actividad literaria de Corea. Pero en 1989 es expulsado por cuestiones políticas. Vive en Berlín, Londres y Nueva York, al volver, en 1993, es encarcelado durante cinco años.
Durante la FIL, inauguró el Salón literario, participó en un encuentro con los escritores mexicanos León Plascencia í‘ol, Ernesto Lumbreras, Rocío Cerón y Víctor Ortiz Partida; y presentó su novela El huésped, traducida por primera vez al español y publicada originalmente en 2001. Se trata de la primera parte de un proyecto, “Tres series del Este Asiático”, cuya segunda parte es Shim Cheong, publicada en 2003.
Se considera a sí mismo como un chamán. Sus obras invocan a las almas de los muertos para dejarlos hablar, que sus rencores se desahoguen y descansen en paz. Por este recurso se le ha comparado con Juan Rulfo, que al parecer hace lo mismo con los pobladores de Comala. Pero es distinto, para Hwang Sok-Yong, se trata de un ejercicio de sanación para su cultura, exorcizar a los fantasmas es dejar el camino libre para reconstruir su identidad ante un nuevo panorama.
Para el escritor de 65 años de edad, la occidentalización ha plagado de huéspedes la milenaria cultura coreana. El cristianismo y la viruela, extendidos en la sociedad coreana en la segunda mitad del siglo XX, son los ejemplos más claros para él de elementos que han alterado el proceso de modernización de su país.
A través de una tercera boca, Hwang Sok-Yong se permitió algunos minutos de conversación en el pabellón de su país en la FIL.

¿Qué es un fantasma?
Es el proceso de socialización de un muerto, y también es el proceso de humanizar las costumbres científicas que tienen los seres humanos, los intelectuales.

¿Qué es el exorcismo?
Quiero convocar a los muertos y a los seres vivos, a los dañados y a los dañantes para que se apacigí¼en, para que se entiendan y lleguen a una conclusión, para que ya no exista entre ellos ningún tipo de odio. Quiero mandar a los fantasmas al otro mundo en paz, a todas las víctimas de la guerra.

¿Por qué hacerlo en forma de novela?
Bueno, en primer lugar escribí obras de teatro, soy dramaturgo. También me interesa mucho el cine. Pero la verdad es que trabajando como escritor puedo ganar más facilmente dinero. Aunque de hecho, El huésped ya se representó como drama en 2005 en Corea, Londres, en Francia, Berlín y en el festival de Edimburgo, adaptado por otro escritor. No me gustó. La focalización era otra. Y la representación del fantasma en la última escena era muy mala. Hubiera quedado mejor si la hubiera hecho yo.

¿Por qué narrar como un chamán?
Desde el principio quería desligarme del método occidental de relatar. Para llevar el diálogo y las anécdotas al relato, era necesaria la figura del chamán como mediador porque puede controlar las voces y la historia. Así puedo relatar lo que pienso.

¿La cultura de Corea se dirige a un mestizaje con occidente?
Corea ha de conservar muy bien su propia historia, su propia cultura. Avanza hacia su propia modernidad. Por ejemplo, algo muy importante es que la figura del templo budista se ha conservado muy bien, casi perfectamente, desde el principio hasta ahora; a diferencia de China donde, por la Revolución cultural, se destruyeron casi todos lo templos; y también a diferencia de Japón, porque ahí están modernizados.

¿Se siente usted como un huésped en occidente?
No. Me siento como si estuviera en mi tierra natal. Los huéspedes son invasores, extranjeros. Como Hernán Cortés, por ejemplo. Entonces dime tú, ¿no te sientes extranjera?

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