Salvador Arturo Velázquez Crôtte*
El pasado mes de noviembre de 2020, nuestro país dio un paso sin precedentes que impactó no solamente a las instituciones, sino a gran parte de la población, con la legalización (parcial) de la cannabis. Pero, ¿qué tuvo que suceder para que se ocurriera esto?
La travesía comienza en el año 2017, con la aprobación en la Cámara de Diputados del uso medicinal y científico de la cannabis y sus derivados; de la normativa que despenaliza el uso médico y científico de la planta y la reforma a la Ley General de Salud que permite el consumo, venta, cultivo e importación de cannabis con fines medicinales.
En sesión ordinaria (del día 18 de noviembre de 2020), fue aprobada en lo general la “Ley Federal para la Regulación del Cannabis”, que conlleva a reformar y adicionar diversas disposiciones de la Ley General de Salud y el Código Penal Federal.
Ante este escenario, las instituciones públicas y privadas podrían realizar una eficiente divulgación educativa, no sólo de sus usos y aprovechamiento, sino también los riesgos y daños. De manera que la población, principalmente la joven, pueda formarse un criterio amplio sobre la misma.
Socializar y desmitificar todo lo relativo al cannabis como planta no es una tarea fácil, ya que el imaginario social dominante ha construido toda una serie de prejuicios. Por ejemplo: el nombre “mariguana” es un término peyorativo impuesto por autoridades estadounidenses en los años treinta para referirse así a la minoría mexicana radicada en ese país. Aunque el cannabis no es una planta endémica mexicana, sino que proviene de la cordillera del Himalaya, en el continente asiático.
De igual forma, es necesario el desarrollo de estudios suficientes, que comprueben sus efectos potenciales. En la actualidad ya se ha demostrado como una alternativa para el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad.
Como primer ejemplo de esto seria en la industria del papel, ya que el cáñamo tratado genera gran cantidad de celulosa. Este producto cuenta con mayor resistencia y su proceso no requiere de químicos agresivos, y gracias a su rápido crecimiento, una hectárea de cáñamo produce hasta cuatro veces más lo que una de árboles.
Otro ejemplo es la fibra obtenida del proceso anterior, la cual puede ser utilizada para la manufactura de autopartes y carrocería debido a su gran resistencia, así como utilizarla para materiales de construcción de viviendas y/o edificios, tales como bloques, tabiques y ladrillos, en lugar de cemento y concreto.
La falta de conocimiento sobre los usos y aprovechamiento que tiene esta planta merman su potencial, ya sea en la parte medicinal o la industrial.
La correcta divulgación educativa de la cannabis puede resultar en grandes beneficios sociales ya que al conocer la perspectiva amplia sobre la misma desde los enfoques multidisciplinarios que la engloban, generará mayor confianza, al igual que informar sobre los riesgo y daños que pudiera conllevar el utilizarla.
La educación es clave para cambiar la percepción y comenzar a aceptarla como lo que es: una planta multidimensional.
*Académico del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas