Leonardo Padura y el oficio de escritor

El cubano estuvo en Zacoalco en el marco de una pasada FIL. Su estancia fue breve. Ese día hizo un recorrido por el poblado y después sostuvo un diálogo con los estudiantes

2104
Leonardo Padura y su esposa en la capilla de San Vicente en Zacoalco de Torres. Foto: Salvador Encarnación

En la charla que Leonardo Padura ofreció hace algunos años en la Preparatoria de Zacoalco de Torres, comentó las peripecias que sorteó entonces, por su enfermedad, para llegar a esa edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara y presentar su novela El hombre que amaba los perros. Luego expuso aspectos del oficio de escritor, para terminar comentado el argumento de su novela. Años después recibió el Premio Príncipe de Asturias.

A continuación se presentan algunos fragmentos de esa plática con los estudiantes.


Los escritores en general somos bastantes aburridos cuando hablamos. Ayer decía el maestro Gonzalo Celorio que él había decidido escribir más para hablar menos.


Creo que la expresión fundamental de los escritores se da en el ámbito de la escritura porque ahí tenemos la posibilidad de que si decimos algo y no está dicho exactamente de la manera que queremos, podemos borrarlo y volver a escribirlo hasta lograr dar con la expresión que estamos buscando.


La lectura, de cualquier de manifestación, no sólo me refiero a literatura, es un acto de aprendizaje insustituible. Hay una edad en la que uno debe de leer determinados libros, porque después ese tiempo que también es irrecuperable, nunca se vuelve a tener la misma condición intelectual.


El hombre que amaba los perros es una historia que se resuelve en tres líneas. El exilio de León Trotsky, el revolucionario ruso, compañero de Lenin en la Revolución de Octubre de 1917. En las luchas intestinas que se producen en Rusia después de la muerte de Lenin, Trotsky pierde en esa guerra interna y es expulsado de la Unión Soviética por Stalin. Éste siempre lo consideró su peor enemigo. En el año de 1929 es deportado de la Unión Soviética. Se fue a vivir a Turquía, Francia y Noruega. En 1937 consigue que el General Lázaro Cárdenas le ofrezca asilo político en México. Viene a vivir a la casa de Diego Rivera y de Frida Kahlo, la «Casa Azul» en Coyoacán. Diego le ofrece hospitalidad y Trotsky vive casi dos años allí.

En esos dos años pasan cosas muy importantes dentro de las cuatro paredes azules de esa casa. Una de ellas es que Trotsky, que era un hombre de casi 60 años, tiene una relación erótica con Frida. Esto quedó en aquella época bastante escueto pero todos los implicados, en un sentido o en otro, supieron que había existido esa relación.

La otra línea es la preparación del asesinato de Trotsky. Desde el momento en que Stalin logra expulsarlo de la Unión Soviética comienza a pensar en cuál es el mejor momento para asesinar a Trotsky. Era un enemigo demasiado peligroso, sobre todo porque era un hombre brillante y a Stalin los hombres brillantes le producían una gran aversión, por eso mató a tantos hombres brillantes en la Unión Soviética durante tantos años.

Trotsky llegó a México a principios de 1938. Ramón Mercader llega a finales del 39, poco después del inicio de la Segunda Guerra mundial. A partir de aquí estas dos líneas confluyen en el momento en que Ramón Mercader asesina a León Trotsky.

La tercera línea, y es la que le da sentido a todo, es la de un joven escritor que está viviendo una gran decepción de la literatura, de la política, de la vida familiar. Un día está en una playa de La Habana y ve aparecer a un hombre con dos perros enormes. Ese hombre se hace llamar Ramón López. (El lector se da cuenta que es Ramón Mercader.) El joven comienza a tener una cercanía con este refugiado español. Un día este hombre decide contarle la historia de su amigo Ramón Mercader. El hombre desaparece, ha muerto de cáncer. Esto es un poco la historia que tiene la novela El hombre que amaba los perros.


Esta novela fue muy difícil escribirla por la gran carga de acontecimientos históricos que hay en ella. El escritor tiene que saber convertir toda esta carga de investigación histórica en literatura y hacerla asequible a los lectores.

Artículo anteriorLibro de catedrático de UdeG entre los mejores de 2020 por “Foreign affairs”
Artículo siguienteEl Jocotepec de pueblos hundidos y puerco gordo