Para muchos, el primer día de cursos en los grados de primaria era toda una experiencia: llegar a un nuevo salón de clases, conocer a los compañeros y esperar a que la maestra entregara aquellos libros cuyas portadas tenían coloridas pinturas de artistas mexicanos.
El libro con el retrato de Miguel Hidalgo entre llamas era el de Historia, el de Sor Juana Inés de la Cruz escribiendo en su biblioteca, de Español; los volcanes del Valle de México, Geografía, y el de un afligido hombre gritando a la Luna era el descomunal Atlas de México —que, por cierto, no cabía en la mochila—.
Recordar esos libros es remontarse a la niñez de finales de los años 90 y principios del 2000; pero, seguramente, esa misma sensación de añoranza y recuerdo llega a la mente de quienes en los años 60 y 70 hojearon una y otra vez los libros que tenían a la Madre Patria en la portada.
Estos son los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), mismos que, según un estudio de Mayra Margarito Gaspar, profesora investigadora del Departamento de Letra del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), han sido constructores de identidad nacional por décadas.
“Nos han marcado a varias generaciones: entre 75 y 85 por ciento de las personas que vivimos en México hemos tenido estos libros”.
La educación que proponen tiene un carácter nacionalista que los convierte en un instrumento gubernamental para socializar acerca de lo que caracteriza a la nación y a sus habitantes, compartió la académica.
En su investigación, La construcción de la identidad mexicana a través de los textos gratuitos, Margarito Gaspar ha dado cuenta de que aquellas representaciones sobre cómo es “ser mexicano”, en gran medida, viene de estos materiales de estudio.
La unificación cultural de la población es lo que se ha buscado con estos libros, “cada niño se acercaba a ciertas aproximaciones sobre cómo es la vida cotidiana del mexicano y la perspectiva de la identidad nacional”, por ello en éstos hay historias de niños en el campo y la ciudad, se muestran tradiciones populares, coplas, refranes, cantos, leyendas, literatura y amplios temas de geografía, historia y ciencias naturales.
“Estos libros nos ayudaron a valorar ciertos aspectos de la cultura mexicana y a poner énfasis en ellos. Hice un análisis comparativo de los distintos momentos de los libros de texto (de los años 60, 70, 80, 90 y 2000) y había aspectos que se repetían, que eran los constructores de identidad, entre otros que fueron cambiando y evolucionando”.
Presentan un solo modelo de familia
La familia y cómo se conforma es uno de los aspectos que han destacado como valores predominantes de los mexicanos en estos libros. “Me pareció interesante que en los 60, cuando la mayor parte de las familias tenían muchos hijos, en los libros se presentaba el modelo de un papá, una mamá, dos hijos y un perro; pero dicho modelo se repitió en los 70, 80 y 90”, explica Margarito García.
“De los abuelos fue que encontramos roles diferentes entre los años 60 y 90, antes se veía como el visitante que llegaba de repente y se iba, y a partir de los 90 cambió mucho, ya aparecen como un elemento primordial del cuidado de los niños, dado que ambos padres de familia trabajaban todo el día. Un ejemplo es el cuento de Paco el Chato, en el que la abuelita rescata al personaje principal. Realmente desde 1960 hasta 2009 son muy tradicionales las estructuras familiares, pero a partir de 2009 sí manejan otro tipo de familia, hay más apertura”.
Otro de los cambios es que en los años 60 no se veían a niños que cuestionaran a sus padres, pero en los 90 sí comienzan a presentarse esas situaciones. “Pese a eso, los cambios son muy pocos, pues se maneja la misma ideología y subyacen los mismos valores”.
De igual forma, en los 60, dice la investigadora, se presentaban historias mayormente enfocadas en el campo, porque en ese entonces el país era mayormente rural; ahora son más comunes las que tienen que ver con la vida urbana.
Difusores del arte mexicano por excelencia
La imagen de la Madre Patria, con un semblante tenaz y orgullosa ondeando la Bandera Nacional, es una de las pinturas más icónicas que han vestido los libros de texto gratuitos. Fue en 1962 cuando el muralista tapatío Jorge González Camarena hizo esta obra, que, para muchos, le dio un rostro a la mexicanidad, por medio de una mujer indígena, acompañada del águila devorando la serpiente y varios motivos que remiten a la cultura, la industria y la agricultura.
Por más de una década dicha imagen fue la portada de 350 títulos 8 (libros de asignatura), para después volver a formar parte de la generación de libros de 2014 a la fecha.
“Desde un principio estos libros tuvieron una intención nacionalista, se pretendía ayudar a conformar ese espíritu mexicano, para ello se comenzó a utilizar obras del muralismo mexicano para las portadas. La Madre Patria pretendía reconocer que el progreso y la educación iban a ser el sustento de México”.
A partir de los 70 fueron los juguetes y las artesanías mexicanas fueron los que dieron otra cara a los textos, para luego incorporar, a finales de los 80, obras de arte abstracto, geométricas y paisajismo. En 1993 se comenzaron a editar los libros de colores (amarillo para primer grado, naranja para segundo, rojo para tercero, verde para cuarto, beige para quinto y arena para sexto).
En estos se recuerdan grandes obras como Hidalgo, de José Clemente Orozco; El globo, de Ramón Cano Manilla; Los frutos de la tierra, de Diego Rivera; El tigre diente de sable, de José María Velasco; Los volcanes, del Dr. Atl, y decenas de pinturas más.
Y aunque dicha serie de libros cambió en 2008 y desde entonces las portadas dejaron de exhibir el arte mexicano, a inicios del mes de junio pasado, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, dio a conocer que a partir del próximo ciclo escolar, los 82 libros de texto gratuitos volverán a contar con acervo artístico nacional, sobre todo de los murales que están al interior de la SEP, creados por Diego Rivera, Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, entre otros.
“Estamos recuperando la idea de José Vasconcelos, de usar la pintura mural para la alfabetización gráfica”, mencionó a los medios Moctezuma Barragán.
Pero no sólo los grandes artistas tuvieron difusión, estas publicaciones también han contenido el trabajo de diseñadores editoriales, caricaturistas, ilustradores y moneros, cuyos trazos fueron sellos distintivos.
Para recordar cuáles han sido los libros de la SEP de todas las generaciones, ingresa a https://historico.conaliteg.gob.mx/content/common/consulta-libros-gb/.
Libros dispares a los cursos
En 1960, por iniciativa del entonces secretario de Educación federal, Jaime Torres Bodet, fueron creados libros de texto gratuitos que buscaban ampliar la cobertura de la educación pública en el territorio nacional; un año después, 15 millones de ejemplares fueron entregados a más de 6 millones de niños y niñas en el país.
A la fecha, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg) edita cada año 200 millones de libros para 25 millones de alumnos de preescolar, primaria, secundaria, telesecundaria, bachillerato y educación especial.
La investigadora explica que, históricamente, cada generación de cada uno de esos libros obedecen a una reforma educativa, el problema es que ésta llega primero y la aplicación de los cambios en los libros llega después; es decir, pueden pasar hasta cuatro años luego de haberse aplicado la reforma para que exista una nueva generación de estas publicaciones.
“Con la reciente reforma educativa se cambiaron los libros de primero y segundo grado y se había comentado que habría cambios en los de tercero a sexto. Pero con los cambios administrativos y la nueva reforma que se viene en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se queda en espera la aplicación de la reforma que ya estaba y no sabemos si dichos cambios se van a efectuar. Lo más probable es que no se hagan hasta que llegue la nueva reforma”, señala.
La investigadora asegura que esta es una situación de incertidumbre. “Los libros de texto han tenido los contenidos de la reforma anterior y mientras se adaptan pasa un periodo de cuatro a seis años, en el que los alumnos tienen una perspectiva curricular determinada, pero los libros de texto no”.
Por ejemplo, la reforma que hoy aplica contempla tres momentos de evaluación en los cursos escolares; sin embargo, los libros poseen cinco unidades, ejemplifica la investigadora del CUCSH.
Margarito Gaspar menciona que hasta ahora el único cambio que han anunciado es el de las portadas, pero se sigue a la espera de conocer qué pasará con los contenidos.
Sobre si los libros son óptimos desde una perspectiva pedagógica, la académica comentó que depende mucho del libro y la generación de los profesores. “Hay algunos profesores que coinciden en que los libros de los 60 son muy buenos, y los han hecho casi casi de culto. Los libros de los 90 también son reconocidos por muchos profesores”.
Uno de los libros que más ha desagradado a los docentes son los recientes de español de primero y segundo grado, que poseen textos largos y no pertinentes para pequeños de seis y siete años.
“En cada una de las reformas y generaciones de libros hay volúmenes que han sido considerados muy buenos y otros que no son óptimos para el aprendizaje, depende mucho de los contextos políticos”, por ejemplo, para muchos profesores, los contenidos de Historia suelen enaltecer algunos momentos y aminorar otros.
Sin embargo y pese a los posibles cambios, en éstos no se contempla que dejen de poseer un carácter nacionalista.