Lo sublime del horror en Mariana Enríquez

Asco, repulsión y terror son sentimientos que subliman a través el arte en los cuentos de la autora argentina, que fueron analizados en una sesión organizada por el Centro Documental Carmen Balcells

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En 2016, la editorial Anagrama publicó el libro Las cosas que perdimos en el fuego, de la escritora argentina Mariana Enríquez. El texto está integrado por doce cuentos con un toque muy particular, una visión que se enfoca en temas de género, patriarcado, violencia, urbanidad, pobreza, niñez, y un concepto que determina los caminos que sus ideas han de transitar en búsqueda de relatar sucesos que resaltan por su peso imaginativo, el horror y la frialdad en sus entornos.

Uno de los cuentos, «La casa de Adela», fue materia de análisis hace unas semanas en el marco de la quinta semana del programa Mujeres: Rutas diversas, organizado por el Centro Documental de Literatura Iberoamericana Carmen Balcells y el colectiva feminista Abuelas, Brujas y Sabias.

El cuento, revisado por Ana Cecilia Sandoval Arévalo, de la licenciatura en Letras Hispánicas del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, es narrado en primera persona y presenta la historia de una niña, quien habla, además de ciertas características que le dan vida a su entorno familiar, sobre la experiencia que vivió con su hermano mayor.

Entre Adela y su hermano, quienes tenían una relación muy unida y afectiva, el terror tiene un papel importante. Y no sólo como afición por ver películas de terror; un día, mientras caminaban, observaron una casa con un tinte sombrío, de aspecto tenebroso, que se encontraba en su camino, lo que los animó a descubrir qué se encontraba dentro de ella.

Una noche entran a investigar y es ahí donde comienza una experiencia de terror, en donde Adela lleva la situación más allá de lo que hubieran imaginado estos chicos, dejando estragos que se reflejan en recuerdos, vivencias, y preguntas que parecieran sin respuesta.

“Lo sublime en el horror” es la etiqueta puesta a este cuento por Ana Cecilia Sandoval, con lo que quiere significar que lo “sublime” no es sólo belleza, pues de acuerdo al filósofo Immanuel Kant, es algo que las personas identificamos desde la percepción propia y no una característica que se encuentra en las cosas naturalmente.

Lo anterior lo ejemplificó con la comparativa de dos pinturas que en su ambiente son distintas, El puente Japonés, de Monet, y Saturno devorando a su hijo, de Goya, que le dan sentido a lo sublime, “ese sentimiento que te eriza la piel, es eso de lo que estás viendo de frente, y te sobrepasa”

Otros de los sentimientos que Ana Cecilia Sandoval percibe en el cuento de Enriquez es la abyección, que junto a las ideas kantianas, es aquello que “nos va a producir asco, nos va a producir repulsión”; y el terror y el horror, conceptos de los que señala que Mariana Enriquez no encuentra una distinción, por ser aquello que asusta una manifestación artística, y a su vez, genera una incomodidad “principalmente en el cine o en la literatura”.

Para Ana Cecilia Sandoval este cuento es “el lugar donde las tragedias suceden”, un ejemplo de cómo Mariana Enriquez se ha encargado de escribir historias en las  que constantemente se va encontrar una crítica social, en aquellos espacios que puntualiza como “espacios marginados” con el “terror en lo cotidiano”.

TEXTO: Efraín Quintero (CUCiénega)

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