López Velarde sin rima

El paulatino declive de la rima en la poesía del siglo XX es visible donde muy pocos lo pensarían: justamente en los poemas del autor zacatecano

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En términos de forma literaria, el rasgo característico de la poesía del siglo XX fue, sin duda, el verso libre. Ocurre, sin embargo, que definir el verso libre no es tarea fácil, ya que su naturaleza —su libertad, siempre relativa— no depende tanto de lo que dicho verso es como de lo que no es. Nacido en el siglo XIX como un tipo de verso de medida variable, pero con rima, el verso libre fue generalizándose a lo largo del siglo XX como un verso sin metro fijo y, sobre todo, sin rima.

El paulatino declive de la rima es visible donde muy pocos lo pensarían: en los poemas de Ramón López Velarde. Por lo general, a López Velarde se le relaciona con la rima, no con su ausencia. Sin embargo, en la obra del zacatecano es posible observar una fuerte oscilación entre las estructuras habituales de métrica y de rima, por un lado, y los esfuerzos por innovar en esos ámbitos, por el otro.

Refiriéndose a López Velarde, Marco Antonio Campos ha dicho que la rima es la “piedra angular de su poesía”. En su discurso de ingreso al Colegio Nacional, Juan Villoro califica las rimas de López Velarde de “caprichosas pero constantes”. Alfonso García Morales anota que, a medida que fue haciendo suyo un esfuerzo por “apartarse del lugar común”, el autor de Zozobra insistió en “el uso de la rima consonante, a veces humorística”.

Todo lo anterior, en la medida que proviene de reputados lectores y estudiosos, confirmaría que un López Velarde sin rima es inimaginable o, en todo caso, irreconocible. Despojarlo de la rima sería tanto como privarlo de su principal singularidad, justamente porque se trata de una clase de rima peculiar. Sin discutir estas razones, que me parecen ciertas, debo subrayar una evidencia: existen, en la obra de López Velarde, por lo menos nueve poemas en verso, aunque sin rima, que no pueden obviarse llegado el momento de averiguar qué cosa era, para él, escribir poesía.

Octavio Paz afirmó que López Velarde, poeta de lenguaje presuntamente “popular”, nada tuvo en común con “la canción tradicional, con sus metros fijos y sus rimas previstas”, y que sus frecuentes cambios de registro al interior de un mismo poema (del íntimo al científico, del familiar al notarial, a veces con la rapidez con que un adjetivo sigue al sustantivo) se deben a que su forma predilecta es el monólogo, género que “prefiere el verso suelto y la rima inesperada”. Yo añadiría que, si bien la “rima inesperada” es un ingrediente principal de muchos formidables poemas de López Velarde, hay textos en que la única ley es el “verso suelto”, convertido en verso blanco, es decir: medido, pero no rimado. El caso de López Velarde confirma que, al menos en México, la transición del verso medido y rimado al verso libre, lejos de haber ocurrido como una ruptura espontánea y tajante, sucedió de forma gradual, hallando en el verso blanco su punto de máxima estabilidad.

Hasta donde se sabe, la obra en verso de López Velarde se compone de ciento veintinueve poemas: treinta y cinco son “Primeras poesías”, treinta y siete más figuran en La sangre devota, cuarenta en Zozobra y diecisiete, por último, en El son del corazón. En cada uno de los cuatro conjuntos, comenzando por las “Primeras poesías”, hay como mínimo un poema sin rima: en la primera época, “Del suelo nativo”; en La sangre devota, “Ser una casta pequeñez…”, “En las tinieblas húmedas…”, “Por este sobrio estilo…” y “A la patrona de mi pueblo…”; en Zozobra, “Para el zenzontle impávido…”, “Día 13” y “Humildemente…”; al fin, en la última época, “El sueño de la inocencia”. No está de más notar que por lo menos “En las tinieblas húmedas…”, “Para el zenzontle impávido…”, “Día 13” y “Humildemente…” figuran entre los poemas más apreciados de su autor, lo cual equivale a decir que, cuando los lectores piensan en López Velarde, más de una vez piensan (aunque tal vez no lo adviertan) en un López Velarde sin rima.

Buena parte de los nueve poemas no rimados de López Velarde fueron escritos entre 1915 y 1916. El dato es interesante por distintos motivos: en aquellos años, además de que ningún poeta mexicano de renombre parecía interesado en apartarse de la rima, todavía no se publicaba en todo el orbe de la lengua española un solo libro compuesto exclusivamente de poemas en verso libre (según los especialistas, el primero fue Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez, publicado en 1917). Téngase presente, sin ir más lejos, que incluso José Juan Tablada, considerado el introductor en México de las ideas poéticas de vanguardia, publicó todavía en 1918 Al sol y bajo la luna, libro en el que agrupaba sus poemas de doce o trece años de trabajo, todos los cuales obedecían a los preceptos convencionales del metro y de la rima.

En otras palabras, los poemas en los que López Velarde se aleja de la rima suponen una transición, pero no sólo para él, sino para la poesía mexicana en su conjunto. A decir verdad, ciertos poemas ya son en sí mismos el escenario de dicha transición, como el que se titula “Tu voz profética”: publicado en 1912, va con desenvoltura de las rimas asonantes a las consonantes y contiene, por añadidura, tres estrofas libres de rima (fenómeno que ya comentara, en 1971, Concepción Gálvez de Tovar). En un solo texto se articulan, así, las tres modalidades que, tratándose de rimas, López Velarde hizo parte sustancial de sus exploraciones poéticas.

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