Los polémicos abrazos de Almodóvar

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Los abrazos rotos (2009) de Almodóvar no están rotos como lo dice la prensa española, siguen siendo fuertes y cálidos. Si bien no es la mejor obra del director manchego, tampoco está cerca de ser la peor y de quitarle el título a Kika (1993). Nada más ver los primeros cinco minutos es necesario para darse cuenta de que se está frente a un director que conoce su oficio, que sabe contar con imágenes y dónde poner la cámara, como el plano donde Harry Cain (Lluis Homar) el protagonista, hace el amor con una chica que acaba de conocer, lo hacen sobre el sofá, pero el espectador sólo ve el respaldo de éste que abarca casi toda la pantalla, Almodóvar hace un paneo lento de derecha izquierda, dejando ver únicamente un poco de la piel de los personajes en la parte superior de la pantalla.

Cine dentro del cine
Se trata de un guión complejo que recurre a algo ya muy visto en el cine que es una película dentro de la película, la primera, una comedia que es un claro homenaje a Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), y la otra que es la principal —y sobre la que gira toda la historia y los personajes—, un drama con tintes del cine negro de los años 50. La historia transcurre en Madrid, se centra en el presente que es el 2008 y en el pasado en el año de 1998 de Harry Cain (Lluis Homar). En el presente Harry es un escritor de guiones y en el pasado, antes de perder la vista, era un director de cine y usaba su nombre real: Mateo Blanco, pues Harry Cain es un seudónimo.
La película viaja de un año a otro con ritmo y sin sobresaltos. La mezcla de presente y pasado con la cinta que se filma dentro de la película: Mujeres y maletas, junto con las imágenes de su propio making of, se logra gracias al cuidado de la narrativa del guión. El mismo Pedro Almodóvar ha reconocido que se trata de uno de los más complicados y largos que ha escrito en toda su carrera.
No es la primera vez que Almodóvar toca el tema del cine en su filmografía, también lo hizo en La Ley del deseo (1987), donde el protagonista (Eusebio Poncela) es un director de cine que escribe sus propios guiones; en ¡ítame! (1989) Marina (Victoria Abril), antes de ser secuestrada, es la estrella porno de una película en pleno rodaje. En Hable con ella (2002) Benigno, el joven enfermero está obsesionado con el cine mudo y la bailarina de ballet en coma y, por supuesto, La mala educación (2004), donde también se filma una película dentro de la película.

Autocomplaciente
Sin embargo, es en Los abrazos rotos donde se encuentran más referencias cinematográficas, es quizá por eso que para el director de Tacones lejanos (1991) ésta es la película que describe su pasión por el cine.
Hay mención explícita a Ocho y medio (1963) de Fellini y a Ascensor para el cadalso (1957), de Louis Malle. El film también hace homenaje al cine de Roberto Rossellini específicamente a la cinta Viaje por Italia (también conocida como Te querré siempre, 1953), concretamente a la escena en la que Ingrid Bergman en las ruinas de Pompeya sufre al ver a una pareja que murió abrazada, pues en ese momento se da cuenta que no le pasará algo similar, ya que ha dejado de amar a su esposo.
El manejo del suspenso se vuelve un tanto hitchcockiano por los personajes misteriosos, los secretos, muertes extrañas, obsesiones, mentiras, objetos fetiche y una buena dosis de vouyerismo, entre otros elementos que hacen recordar al padre del suspenso. Pero la referencia más clara es la que hace a su propio cine con la película Mujeres y maletas, una especie de remake de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

Mujeres y maletas
La película es un rompecabezas que al final no le falta ninguna pieza; sin embargo, el resultado no es tan espectacular como el proceso. Pero a pesar de que el trayecto del viaje es más interesante que el destino, el espectador sale de la sala con buen sabor de boca gracias a la frescura de Mujeres y maletas que recuerda más a los primeros filmes del director. La escena final provoca que el espectador quiera ver completo este remake, pues el tono, los diálogos y las situaciones evocan al Almodóvar de los ochentas, al de la movida madrileña. Comenzando por los personajes interpretados por un grupo de “chicas Almodóvar”, Rosy de Palma, Carmen Machi, y Penélope Cruz que deja atrás a la Ingrid Bergman de la otra trama para acercarse más a la Carmen Maura de Mujeres al borde…
Almodóvar y las otras artes
Una vez más, el director de La flor de mi secreto (1995), aprovecha su última entrega para mostrar su gusto por las otras artes, de nuevo el pop representado en los cuadros y carteles que aparecen a lo largo de la cinta. La fotografía de Rodrigo Prieto enfatiza los detalles con una paleta de colores donde para variar el rojo lleva la delantera. En la música vuelve a contar con la participación de Alberto Iglesias con una partitura que destaca los momentos de suspenso, dándole ese toque de cine negro que a su vez contrasta con la música electrónica del DJ en la discoteca.
Es cierto que Los abrazos rotos no es una película para sentir o emocionarse con lo que les pasa a los personajes como en Todo sobre mi madre (1999), Hable con ella (2002) o Volver (2006), pero sí es un filme para apreciar la destreza de un director que sabe lo que hace con la imagen, con los actores, la música, los diálogos, la dirección de arte, el vestuario, la puesta en cámara. Como siempre, es un placer visual volver a ver una película de un director que tiene muy claro lo que es el lenguaje cinematográfico.

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