Luis Vicente de Aguinaga

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La poesía de Luis Vicente de Aguinaga (Guadalajara, 1971), en un principio, estuvo muy cercana a la obra de Octavio Paz. Su primer libro Noctabulario (1989) así lo demuestra, sin embargo de ese tiempo a la fecha han transcurrido veintisiete años y ahora la deuda con el poeta de Mixcoac está de algún modo saldada, pues en su más reciente libro de ensayos De la intimidad. Emociones privadas y experiencias públicas en la poesía mexicana (FCE), De Aguinaga habla de la poética de Paz.

Sobre esta cercanía, el poeta tapatío afirma que “de la obra de poetas como Paz se aprenden muchas cosas a lo largo del tiempo. En un principio, en todo caso, me fue imposible evitar el deslumbramiento, porque su poesía era un resplandor, y poco a poco fui conociendo también su obra crítica y sus libros de ensayos me deslumbraron tanto como su poesía y a la larga me fueron enseñando tanto en la forma como en el contenido del ensayo crítico, así que a estas alturas me hubiera gustado mucho aprender tanto del Paz poeta como del Paz ensayista”.

Ramón López Velarde, que es un icono de nuestra poesía, y de quien habló también Paz y ahora tú mismo en tu libro, te pregunto: ¿Está aún vigente?
Para mí plenamente. Es difícil, hablando de un poeta, decir qué vigencia guarda para toda una comunidad de lectores. Yo de pronto, en este libro, hablo de poetas que sé que no están en su mejor vigencia para todos los lectores de poesía. Como por ejemplo José Rosas Moreno, poeta, sino totalmente, sí casi olvidado. Hablo además de Enrique González Martínez, de quien he escrito mucho, pero con él me atrevo a decir que su vigencia es mayor a la de Rosas Moreno. En cambio con López Velarde ocurre que desde hace varias décadas se instaló en el lugar del poeta emocionalmente más querido y más leído por muchos poetas actuales, tanto como o igual sucede con la poesía de poetas muy queridos, como es el caso de Efraín Huerta y de Jaime Sabines. Y es interesante observar, en el caso de López Velarde, aunque su obra sea tan breve, que no deja de revelarnos significados novedosos ante diferentes perspectivas de lectura, y es interesante conforme México va cambiando, el prisma de la poesía de López Velarde nos va revelando una faceta nueva como si estuviera en movimiento constante.

También en tu libro hablas de los poetas cercanos a tu generación y de tu generación, ¿qué encuentras en sus trabajos de la obra de Octavio Paz y de Ramón López Velarde?
Al menos los poetas de las décadas de mil novecientos sesenta y setenta, a los que me refiero en uno de mis ensayos, son especialmente sensibles a lo que es la tradición de la poesía mexicana, pero ocurre que cada uno responde de una forma distinta. Algunos, como Jorge Fernández Granados o Jorge Ortega, tienden a ser clasicistas; otros, como es el caso de Luigi Amara, que es un poeta crítico, se acerca a la tradición mexicana pero con un poco de desconfianza: como si se acercara a los poetas de la tradición mexicana un poco de reojo, sin entregarse demasiado. O Ángel Ortuño, que tiende a ser vanguardistas, aunque está —me parece—, en perfecta comunicación con Paz y los Estridentistas o los Contemporáneos, sobre todo con el Salvador Novo más vanguardista… Pero quiero aclarar que en De la intimidad. Emociones privadas y experiencias públicas en la poesía mexicana no hablo precisamente sobre los poetas, sino sobre las poéticas o sus poéticas. Trato, en todo caso, de mirar el paso entre un poeta y otro; entre una poética y otra.

En esa casa de los espejos en la que están los poetas de los que hablas en tu libro, y donde miran y te miran ¿qué nota Luis Vicente de Aguinaga de todas esa obras y autores?
Conforme fui trabajando en este libro, el tema que lo estructura se me fue revelando. Yo no sabía que se estaba conformando una temática. Y al darle la forma definitiva lo que entendí ee que esos poemas, en esos poetas, en esa línea de tradición el fenómeno que se repite una y otra vez es la interrogación, en un doble espejo —como dices tú—: una vez la subjetividad del poeta y su lugar en el espacio público arrojan una imagen íntima (subjetiva) y otra vez arrojan una imagen pública. Así, un espejo va dando la imagen del otro, de tal forma que vamos entendiendo que la identidad es una imagen de dos perfiles claramente comunicados entre sí: el íntimo y el político/ el público y el privado, y es lo que finalmente definió el tema general de De la intimidad. Emociones privadas y experiencias públicas en la poesía mexicana.

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