Así lo analizaron en la mesa “Migración internacional y salud en tiempos de COVID-19”, durante el X Foro Internacional de Migración y Desarrollo, organizado por los centros universitarios de los Altos (CUAltos) y de Tlajomulco, en el programa FIL Pensamiento.
La directora general adjunta de la OIM, Laura Thompson, declaró que la pandemia ha generado tres crisis simultáneas: en salud pública, economía y protección social.
La de salud afectó los ya de por sí endebles sistemas de salud, y la económica ahondó aún más la desigualdad entre países, y la tercera deja en claro las brechas que existen en lo social. Y los migrantes son un ejemplo concreto, en Latinoamérica, de la vulnerabilidad.
“Un ejemplo en la región latinoamericana es el apoyo al retorno de más de 5 mil migrantes de Bolivia desde Chile, Argentina y Perú. La pandemia ha afectado de forma desproporcionada a grupos que ya estaban en condiciones de vulnerabilidad antes de la crisis, incluyendo a los migrantes, refugiados y desplazados internos. La paralización económica debido al confinamiento y a restricciones de movilidad, ha producido la pérdida de empleo en todos los sectores productivos; los migrantes en condición irregular han visto sus ingresos disminuidos y no han sido incorporados a los programas de apoyos sociales de los países, resultando invisibles”, expuso Thompson.
Esto redujo alrededor de 25 por ciento el envío de remesas, recurso fundamental para que sus familias accedan a alimentación y educación en sus países de origen. Incluso, las remesas constituyen un indicador importante del Producto Interno Bruto en muchos países, como El Salvador, Honduras y Haití. El otro problema fue el retorno en países que no tienen condiciones de otorgarles las condiciones más básicas, generando tensiones internas.
El subdirector general de Iniciativas y Estrategias de la Organización Mundial de la Salud, Ranieri Guerra, dijo que los migrantes, además del riesgo de contagio del COVID-19, corren el riesgo de perder sus empleos, los salarios y, en su caso, la cobertura de salud. Resultan víctimas propicias e inevitables de los efectos sociales de la pandemia.
No obstante, a pesar de la emergencia sanitaria la gente sigue migrando: “Esto se debe a que la pandemia ha exacerbado la crisis continua de la que hemos sido testigos en los últimos años».
Cuando un migrante se enferme será prácticamente imposible que vaya a terapia intensiva, incluso en países donde hasta para los residentes es difícil acceder a la salud.
Por ello, México está trabajando con la OMS, la ONU y otros organismos internacionales para incluir medidas para atender a esta población, las cuales fueron incluidas en el Plan Global de Acción 2019-2023.
El director de la División de Migración Internacional de la OCDE, Thomas Liebig, explicó que el flujo migratorio se vio afectado por el COVID-19 ante la restricciones; la emisión de visas se desplomó 46 por ciento en el primer trimestre de 2020, y en el segundo trimestre cayó 72 por ciento.
“Hay fuertes indicios de que la movilidad no volverá a los niveles anteriores durante algún tiempo; eso se debe a una demanda laboral más débil, a las restricciones de movilidad hasta 2021. En el futuro habrá nuevos desafíos en la apertura de fronteras con condiciones sanitarias seguras. Los exámenes médicos ya son una práctica estándar habitual para los migrantes de varios países de la OCDE”, subrayó Liebig.
Indicó que aunque ya existía la discusión, por el resurgimiento de la tuberculosis, respecto a la necesidad de evaluar la salud de quienes visitan los países, esta tendencia se fortalecerá debido a la llegada del COVID-19.