Miércoles 25 de septiembre en la galería Santa Teresita Centro. Cruzando medrosamente por un pasillo de piedra y plantas se llega a un pequeño patio desde donde se tienen múltiples accesos a las salas donde se realizó la exposición Diagrama. Con obra de treinta y seis artistas de cuatro generaciones distintas, cada sala es tan diferente en espacio y forma como las piezas que alberga, algunas de pequeño formato, con alusiones a memes y caricaturas de Sailor Moon dominatriz o Pikachu derretido, otras son enormes lienzos del tamaño de una pared, con texturas y motivos abstractos. Una pequeña sala de tránsito exhibe en el centro un mueble de madera que ha sido cuidadosamente pintado y acomodado con diferentes artilugios, obra de Sagrario, alumno del CUAAD
«Hombre mirando hacia el sudeste», «3 figuras maternas», «Atmósfera con personajes y bicicletas» y «Atmósfera callejera de noche», son producto de la pandemia y una pista invaluable para encontrar al responsable de esta exposición. Él mismo que derritió a Pikachu y a uno de sus coloridos amigos: Pablo H. Cobian.
A primera vista parecería tan solo una exposición multiautoral, pero al decir de su organizador, es tan sólo uno de los desenlaces lógicos de una línea de exploración artística que lleva años en proceso. Cuando le contacté para este texto me compartió la que quería presentar como idea esencial:
“Crónica retrocolectiva”.
Nos remontamos al domingo 22 de marzo del 2009: un contingente de botargas se alista para marchar. Con una manta que dice “NOS ESTAMOS DIVIRTIENDO”, Spider-Man, Mr. Increíble, Dora la exploradora y más disfrazados, sale desde San Juan de Dios por la calle Juárez rumbo al ex-convento del Carmen.
Hay una explicación para entender quiénes son y qué ocurre, pero para reunir la última pieza de la historia hay que remontarnos una vez más al pasado, cuando el profesor Cobian comenzó dar clases en la Universidad UNE.
En 2006 conoció un grupo con el que compartiría tres años y varios proyectos.
Hizo de inmediato buenas migas con los estudiantes, pues el profesor Cobian se presentaba a clases como en un “performance”, con su nariz roja de payaso que le valió la simpatía de sus alumnos para comenzar un proyecto conjunto.
Durante el ciclo de conferencias “Medios y procesos para un arte actual” en la casa museo López Portillo, Cobian se encontró incluso con la agradable sorpresa de que se había formado un “club de fans” para animarle, vistiendo playeras “I ♥ Pablo H Cobian”.
A la pregunta que pudiera despertarse e los asistente de “¿quién es este expositor que se ha ganado semejante apoyo?”, él hubiera contestado simplemente: “Mejor sería preguntar quiénes son ellos”.
Este club de fans no eran otros sino los mismos alumnos de la UNE que comenzaron a participar en performance con su profesor, tanto durante el ciclo de conferencias como en proyectos posteriores. Según sus propias palabras, fue “una forma de crítica o incluso burla al sistema y su necesidad de construir personajes; por otra parte el proyecto ponía en juego la posibilidad de que cualquiera pudiera ser famoso en una época previa a que las redes sociales realmente lo permitieran”.
Si para que tus palabras sean importantes debes ser “alguien”, y no importa realmente quién, qué mejor que contar con la ayuda de pares y una docena de playeras. Juntando minutos de fama por aquí y por allá, Cobian y su equipo planearon el gran evento…
Salimos a divertirnos
Y tres años después, en 2009, este mismo grupo, partiendo desde San Juan de Dios, sale a divertirse por las calles de Guadalajara. Conocido como el “Picnic”, el contingente de botargas comienza a marchar. La calle desciende hacia un desnivel antes de elevarse de nuevo. Regresa el sol y además de subida, pero el contingente avanza determinado a divertirse.
Como todos los domingos desde hace años, bicicletas circulan para aprovechar la “Vía recreactiva”. Hay muchos curiosos que, sin acercarse mucho, disfrutan de la acción, en especial los niños. A medio camino del Exconvento del Carmen una señora persigue a Spider-man y rueda por el piso divertida. El desfile es para todos.
Unas cuadras más arriba está la meta. El Exconvento del Carmen. En lo que parece ser una vitrina para promover la exposición en turno, hay tres personajes que platican y juegan cartas. Entre las paredes de piedra centenaria, un marinero, una princesa y una elegante dama se divierten de lo lindo a la vista de todos los transeúntes. Es fácil deducir que son también parte del club de fans y del “Picnic”.
La manta que había encabezado la marcha con su “Nos estamos divirtiendo” ahora enmarca esta “vitrina humana” hasta que, finalmente, los protagonistas se van despidiendo y dando sentido al título completo de la obra, dicen:
“Picnic de camino hacia el cosmos, mi vida es una lista interminable de gente diciendo adiós…”.
“Es realmente nuestro el espacio público, de qué manera nos permiten apropiarnos de él, con espacios y horarios determinados”, explica Cobian. “Este performance lanza estas preguntas y, a manera de manifestación política, un grupo de botargas se apropia de la vía recreactiva lanzando la afirmación en una manta, ‘nos estamos divirtiendo’, misma que busca la reflexión del público sobre si es plenamente consciente de sus propias acciones”.
Y este artista no ha dejado de divertirse y al mismo tiempo hacer reflexionar con su obra. Es de nuevo 2024. Es de noche y estamos algo lejos del centro, rodeados por las obras de la exposición Diagrama. Es difícil moverse y más difícil no sentirse alegre con la explosión de energía e interés que emanan las piezas al pasar en medio de ellas: «Hombre mirando hacia el sudeste», «3 figuras maternas», «Atmósfera con personajes y bicicletas» y «Atmósfera callejera de noche», son producto de la pandemia y una pista invaluable para encontrar al responsable de esta exposición. El que está ahí al fondo de la sala, Pablo H. Cobian, el mismo que derritió a Pikachu y a uno de sus coloridos amigos.
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Este contenido es resultado del Programa Corresponsal Gaceta UdeG que tiene como objetivo potenciar la cobertura de las actividades de la Red Universitaria, con la participación del alumnado de esta Casa de Estudio como principal promotor del medio oficial de comunicación de la Universidad de Guadalajara.
El mar de Puerto Vallarta guarda los recuerdos de los primeros días de Jose Jaime Gascón Avalos, quien creció a escasos minutos de la costa, en un pequeño rincón donde las montañas parecen abrazar la bahía y el aire es tan denso y fresco como los amaneceres en una ciudad costera. Allí, en una casa en la pendiente, Jose creció casi tocando el cielo, con los paisajes y sonidos del océano como su más fiel compañía.
Ahora, a sus 25 años, dejó atrás la brisa salada para sumergirse en un nuevo entorno, muy distinto: el pueblo de El Quelite, Jalisco; un lugar donde, a diferencia de la arena costera, el lodo se acumula en las calles cada vez que llueve.
Es ahí, en unos departamentos compartidos con otros estudiantes del CUValles, donde ha encontrado una segunda familia. “Fue muy difícil acostumbrarme a este lugar», confiesa. “Pasé de ver la playa y las montañas a vivir en un pueblito de tres calles”.
Pero en El Quelite ha aprendido que, aunque a veces se dejen atrás muchas cosas, siempre se puede construir un espacio propio.
Jose nunca imaginó que terminaría trabajando en el diseño de drones. Su pasión por la ciencia, especialmente la física y la matemática, fue una constante en su vida desde los primeros años. En la preparatoria, ya asistía a competencias de física y soñaba con estudiar en una gran universidad.
Fue casi por casualidad que descubrió CUValles, la sede de la Universidad de Guadalajara en el municipio de Ameca, Jalisco, donde entró a la carrera de Ingeniería en Mecatrónica. “La subdirectora de mi prepa me lo recomendó”, recuerda. “No sabía nada de la existencia de este lugar, pero terminé aquí y encontré una oportunidad”.
Esta oportunidad se materializó a finales del 2021 en forma de un grupo de estudiantes y doctores apasionados: el IEEE (Institute of Electrical and Electronics Engineers), donde Jose reforzó su interés por la tecnología y la ciencia aplicada. Pero no fue hasta el 2022 que, en una reunión con el grupo, nació el proyecto de construir un dron. «¿Por qué no lo hacemos aquí en CUValles?» se preguntaron, con ese entusiasmo y nerviosismo de quien se lanza a lo desconocido.
Así comenzó la aventura del equipo, que finalmente adoptó el nombre de “C11 Drone Team”, en honor al laboratorio del CUValles donde solían trabajar. Con el tiempo, el grupo se redujo, quedando solo Jose y su compañero Manuel Alonso Zurita Gil, junto con los doctores Jesse Rumbo Morales, Gerardo Ortiz Torres, Felipe de Jesus Sorcia Vazquez, Alan Perez Vidal, Himer Avila-George, Antonio Márquez Rosales y Erasmo Rentería Vargas.
“Estoy fascinado con la dinámica del equipo de trabajo; un día nos encontramos defendiendo solicitudes de propiedad intelectual, al siguiente estamos escribiendo artículos científicos, otro día visitando empresas de otros estados para hacer transferencia tecnológica, presentando en congresos nacionales o participando en proyectos en una variedad de campos”.
Para el 2023, Jose y el equipo ya tenían su primer dron, un prototipo de casi tres metros que bautizaron como «Mark 1» en honor a la película de Iron Man (2008). Este era una mezcla de innovación, ingeniería, precisión y, sobre todo, esfuerzo. El Mark 1 fue diseñado para ayudar en la agricultura, facilitando el riego y la aplicación de fertilizantes en los campos y minimizando el riesgo a la salud que los químicos y el trabajo duro representaban para los trabajadores. “Los drones pueden hacer el trabajo más seguro y eficiente, y eso es lo que queremos ofrecer”, explica José.
La construcción implicó una precisión absoluta, un entendimiento detallado de física, matemáticas y materiales, que se aprendieron en tiempo real. Con cada prototipo que no volaba, el equipo C11 regresaba al inicio, repasando cada detalle hasta encontrar el error.
A la fecha el dron está casi listo para su lanzamiento al mercado, especialmente para aquellas empresas que han mostrado interés en adquirirlo.
Para Jose, el esfuerzo invertido en el proyecto ha sido un viaje lleno de descubrimientos, tanto técnicos como personales. Crecer en una familia que valoraba la educación y el trabajo duro le dio las bases para enfrentar las dificultades que vendrían. Su madre, quien le enseñó la importancia de la empatía, y su padre, quien le inculcó el valor del esfuerzo, fueron sus primeras influencias.
“Mis papás siempre intentaron darme lo mejor, incluso cuando hubo momentos difíciles en casa», comentó.
No obstante, el proyecto lo ha alejado de su familia. Sus visitas a Puerto Vallarta son esporádicas y se han vuelto un lujo. Aunque extraña su hogar, entiende que éste es el precio por dedicarse a un proyecto de esta magnitud.
“A veces tenemos que dejar cosas atrás, aunque duela”, asegura.
El arte, por ejemplo, específicamente el culinario y la danza folclórica, son otras de esas pasiones que tuvo que dejar de lado.
Jose encuentra inspiración en muchos aspectos de la vida y también en figuras históricas como Nikola Tesla, el excéntrico inventor cuyos logros transformaron la tecnología moderna, pero que, a pesar de su ingenio, vivió una vida solitaria y llena de sacrificios. Este es un referente para él, una especie de recordatorio de que el verdadero avance suele venir acompañado de cierta soledad.
“A veces pienso en la historia de Tesla y en lo que implica renunciar a la vida social, a una familia, por una idea, por algo que consideras importante. No sé si estaría dispuesto a sacrificar tanto, pero entiendo esa necesidad de dejar un legado.”
Hoy, él continúa ampliando sus conocimientos, preparándose para lo que podría ser un futuro en el extranjero, o incluso, en un doctorado; para ello, primero está haciendo su maestría en Ciencias Físico-Matemáticas y ha tenido que viajar al Norte de México, donde actualmente trabaja en su tesis, un proyecto enfocado en el diseño de estructuras y análisis de fluidos mediante simulaciones computacionales.
Esta es una especialidad a la que se quiere dedicar y que ve como esencial para cualquier diseño de alta eficiencia, aunque es la aerodinámica lo que más le entusiasma.
“Ser mecatrónico en general implica meterse en muchas cosas, aprender muchas cosas, pero, llega el momento en el que tienes que especializarte”
Con este conocimiento, busca que dispositivos y maquinarias puedan desarrollarse de manera local, pues menciona que “hay una empresa de origen chino que predomina completamente en el mercado de drones. Queremos ofrecer una alternativa con valor agregado que no dependa de piezas o diseños importados”.
Por ende, esta tesis no solo es un reto técnico, sino que representa una visión estratégica para que México pueda competir en el ámbito de la innovación tecnológica.
Además, a medida que Jose avanza, ayuda a empresas locales a mejorar sus productos, ajustando sus diseños, ofreciendo recomendaciones técnicas y estructurales que vuelven los modelos más eficientes. «Es increíble poder prever cómo va a comportarse una máquina sin tener que construirla físicamente», comentó con una sonrisa.
Su interés por mejorar la tecnología no se detiene en el ámbito comercial, pues también colabora activamente en un proyecto con estudiantes de medicina del CUValles para desarrollar prótesis funcionales y accesibles, una iniciativa que le permite unir su formación en ingeniería con su deseo de crear soluciones significativas para las personas.
Por ello, Jose mantiene una vida académica muy activa, junto con otra de sus muchas pasiones, que es enseñar y compartir lo que sabe, asesorando a otros estudiantes tanto de CUValles como de otros países, en temas de física y matemáticas.
“Me gustaría prepararme como educador, yo creo que formar gente es algo muy bonito, entonces, ese sería como otro objetivo profesional”.
El ritmo de vida de Jose requiere de mucha disciplina y muchas horas de trabajo, pero su una vez que llega a casa busca la manera de tener una rutina. “Ya en las noches, yo y los que vivimos en el departamento nos vamos caminando desde la universidad –un poco peligroso ¿no?–, pero es tranquilo caminar en la oscuridad, te desestresas”.
Así, al final de cada jornada, cuando se dirige a su departamento caminando bajo el cielo estrellado, es difícil para él no pensar en Puerto Vallarta, en las noches despejadas de su infancia y en las largas caminatas con su familia cuando iban a Talpa de Allende, Jalisco.
Aunque ahora vive lejos de la costa, esas mismas estrellas le recuerdan sus raíces, su hogar y el mar que lo vio crecer. Esto le da una paz extraña, una especie de calma que solo puede encontrar después de un largo día de trabajo. Sus sacrificios y amor por el conocimiento lo han llevado lejos de su hogar, pero su visión sigue firme: demostrar que la ciencia es una herramienta de cambio y que, con trabajo y dedicación, los sueños que alguna vez parecieron imposibles, algún día pueden volar.
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