Lo difícil de la migración no es sólo dejar el lugar de origen, sino realizar el viaje rumbo a un destino; esto se agrava para los originarios de Centroamérica y el sur del país que suben a los trenes de carga en búsqueda de mejores oportunidades y tienen que cruzar México en su camino hacia el Norte. Tras una larga travesía en “La Bestia”, los migrantes encuentran un respiro en Ocotlán, Jalisco, aunque para algunos de ellos este lugar termina siendo su destino.
“Algunos se casaron con lugareñas y ya se sienten ocotlenses. Al formar su familia buscaban trabajos más estables. Muchos se insertaron en las industrias muebleras, con un salario más bajo”, explica Diego Noel Ramos Rojas, académico de la licenciatura en Periodismo del Centro Universitario de la Ciénega (CUCiénega), quien el año pasado realizó una investigación con migrantes. “Ellos reconocen que la suya es una estadía indefinida. Unos tenían más de seis meses en Ocotlán, suficiente tiempo de descanso como para considerarse de paso”.
En el estudio Estrategias interculturales de las personas migrantes que viajan en tren hacia Estados Unidos, explica las dinámicas que realizan los migrantes por la ruta ferroviaria del Pacífico, que pese a ser la más larga, también es considerada la menos peligrosa con respecto a la del golfo y centro del país.
La información fue recabada por el académico, quien entrevistó a 10 personas de distintas nacionalidades (nicaragüense, hondureña, salvadoreña, guatemalteca y mexicana) que tienen más de dos años de experiencia de viaje y que se encontraban en 2016 en Ocotlán.
Las condiciones para algunos fueron tan favorables, que la pausa que hicieron en su travesía a Estados Unidos se extendió por tiempo indeterminado.
“Una persona se considera de paso cuando se le puede brindar ayuda hasta una semana de manera consecutiva en un refugio. Cuando su estadía es prolongada, ya no es de tránsito: es de destino, aunque ellos no hubieran decidido estar ahí. Lo que noté es que ellos ya se habían acomodado en el albergue y eso les permitía tener una cierta apropiación de la ciudad”.
El hecho de que los viajeros de tránsito decidan quedarse en esta localidad de la Región Ciénega se debe a que hay una labor de asistencialismo realizada por refugios, asociaciones civiles y organismos religiosos.
“El lugar les permite una estadía más tranquila, sin el peligro latente del Instituto Nacional de Migración. Los migrantes en tránsito vieron en Ocotlán a una ciudad más tranquila, menos peligrosa, pequeña, donde pueden respirar un tiempo”.
Ramos Rojas asegura que en las entrevistas de investigación que realizó, muchos de los migrantes manifestaron que se detuvieron en Ocotlán porque al bajarse del tren pensaban que habían llegado a Guadalajara. Sin embargo, la ciudad ya forma parte del imaginario del migrante como un oasis, gracias a la información que difunden quienes regresan a sus países voluntariamente o porque fueron deportados.
Agregó que estas condiciones favorables no son exclusivas de Ocotlán, ya que pueden existir en distintas poblaciones del país que constituyen las rutas migrantes y por las que al año transitan cerca de 120 mil personas que no pueden acreditar su estancia legal en México, según el Instituto Nacional de Migración (INM).
Estrategias para viajar
Cruzar por varios países no es sencillo: la situación de peligro es constante, pues se está a expensas del crimen organizado, las autoridades y el medio físico. Por ello durante el viaje los migrantes en tránsito generan estrategias interculturales que les permiten salvaguardar su integridad, mismas que se sofistican con cada intento de cruzar las distintas fronteras.
“Identifiqué que, aunque todos asumen que tienen el sueño americano, había ciertas distinciones durante la travesía. Hay distinción de nacionalidad en esos grupos. Entre ellos se cuidan. Dejaban en claro que no querían cuidar a nadie más, sobre todo cuando viajaban con mujeres, pues ellos dicen que hacerlo conlleva más riesgo, ya que la mujer en el trayecto suele ser representada como una mercancía, que puede ser robada o violada, situación similar a la de los niños”.
Los espacios también condicionan la comunicación intercultural entre los migrantes, pues donde hay situaciones hostiles, como al interior del tren, suele haber silencio, incertidumbre y miedo. En ese caso las miradas o posturas del cuerpo también logran comunicación entre ellos.