Miguel García Ascencio
El nombre de Orso Arreola remite de inmediato al de su padre Juan José (1918-2001), del que tomó su amor y entusiasmo por las letras y todo aquello que les resulta afín. Esta cercanía le permitió vivir experiencias que le ayudaron a apreciar los libros como objetos de arte, además de transmisores de conocimiento y diversión.
La oración «No hay Zapotlán sin Arreola, ni Arreola sin Zapotlán», puede ser aplicada a la vida de Orso, quien así lo confirmó: «Como hijo recibí de mi padre lo que él sabía: conocimiento. Esa herencia que me transmitió a mí desde niño, en las etapas largas de vida que compartimos juntos, es lo más hermoso y valioso que ha sucedido en mi vida».
“El maestro Orso Arreola, celoso y minucioso guardián de la memoria de su padre, el eminente escritor jalisciense Juan José Arreola, falleció la madrugada de este lunes 22 de febrero de 2021, en su querido Zapotlán el Grande, a la edad de 72 años”, dice la nota que emitió la familia en sus redes sociales para comunicar esta pérdida.
Ambos Arreolas nacieron en Zapotlán. Los dos incursionaron fuera de su ciudad de origen para aportar en la Ciudad de México la frescura que llevan consigo quienes van al ajetreo constante de las urbes. Llegaron y no les hizo mella lo exigente de un conglomerado que sin contemplaciones pide eficacia, adaptación y, en el caso de estos personajes, palabras más allá de las palabras comunes.
Los dos aportaron en el medio en que trabajaron. Del padre conocemos bastante de su obra y sus contribuciones. Del hijo podemos reseñar sus logros obtenidos con el esfuerzo de su talento y trabajo.
A las coordenadas que le dieron gentilicio (zapotlense), Orso puede certificar un hecho más: vino al mundo en 1949, año en el que su padre publicó Varia invención, título que sirve para hacernos reflexionar en que ese hijo fue una prolongación de la magia que irradiaba el padre y el medio provinciano sureño, asumido por un autor con una panorámica universal en sus proyectos «regionales». Magia que Orso no contravino, a la que nunca le puso murallas, obstáculos e intermitencias.
Escritor, periodista, bibliófilo y maestro, Orso caminó con dictámenes propios y por los ecos recibidos de un progenitor brillante que afianzó el perfil de una voz nueva.
Esta faceta de su personalidad no entró en conflicto con su vocación a escribir, por lo que fue articulista en diversos medios de información o educativos. Artículos de opinión, ensayos y géneros periodísticos le sirvieron para comunicar sus inquietudes y expectativas.
De forma previa o simultánea a su desempeñó como director, maestro y asesor en talleres literarios, fue subdirector de Educal. Su trabajo en esta institución lo llevó a que fuese nombrado miembro de la red de librerías del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, además de coordinador de Publicaciones en el Consejo Nacional de Fomento Educativo.
Como librero fundó la Librería Arreolarte, especializada en joyas de la literatura, obras raras e incluso incunables (libros impresos durante el siglo XV), además de reunir textos de escritores, periodistas, académicos y tesistas interesados en la obra de JJA.
En su calidad de editor de revistas y libros, siguió el ejemplo de su padre, que propició la publicación de autores que empezaban a incursionar en el ámbito de la literatura, pero que eran una promesa consistente. Es el caso de Sergio Pitol, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, José Revueltas, Fernando del Paso…
Años después Orso cuidaría las ediciones con motivo del centenario del nacimiento de Juan José Arreola (2018), además de organizar la Fiesta del Libro y de la Rosa, dedicada a la lectura de obra de su progenitor.
No sólo fue un entusiasta de publicaciones de ficción literaria, sino que coordinó en más de diez ocasiones consecutivas el «Coloquio internacional arreolino», para reunir a especialistas en la vida y obra de su padre.
Al momento de su muerte fungía como director de la Casa taller literario Juan José Arreola, dependiente de la secretaría de Cultura Jalisco desde 2007. Como fundador y promotor de la misma, dirigirla significó para Orso un placer y una satisfacción.
La máquina de escribir que sugiere resistirá añales, los libros de consulta constante, los armarios-librero, la mesa para jugar ajedrez, además de fotografías y reconocimientos, hablan desde este recinto cultural a los escritores en formación, lo que significan que:
«Juan José Arreola continúa influyendo en la literatura actual que se hace en Zapotlán el Grande», según palabras de Orso.
Es autor de El último juglar, memorias de Juan José Arreola, una evidencia de lo afirmado. Así lo aseguró Orso: «…mi padre es el ciego y yo soy su lazarillo. En este libro mi padre es don Quijote y yo soy Sancho. Todo empezó aquel día que escuché su canción en Zapotlán y luego lo vi vestido de juglar divirtiendo a la gente».
Las memorias de Juan José Arreola no pudieron haber sido mejor recopiladas que por alguien cercano y querido por el autor: su hijo Orso.