La información crea así una forma de vida
sin permanencia ni duración.
Byung-Chul Han
Nos movemos en la quietud de una pantalla. Compramos sin salir de casa. Mientras tanto, los muros fronterizos en el mundo crecen en extensión y altura:
Aumenta la presión para que Bruselas financie muros fronterizos para frenar migraciones (https://www.elmundo.es/internacional/2021/11/10/618bef61e4d4d86c0c8b45ee.html)
Treinta años después de la caída del Muro de Berlín, el mundo tiene más muros que nunca: en 1989 había seis en todo el planeta y ahora son al menos 63 las barreras físicas erigidas en fronteras o en territorios bajo ocupación.
(https://es.ara.cat/internacional/cuantos-muros-fronteras-hay-mundo-inmigracion-refugiados-pobreza_1_1034548.html; consultado 12 /11/2021)
Los muros se han vuelto mucho más sofisticados; para hacerlos efectivos y eficaces, están las tecnologías digital, virtual y de inteligencia artificial. “Que ningún ser indeseable pase a nuestro territorio de belleza y bienestar”, parecen decir quienes se ostentan dueños de estos muros, de estas fronteras exorbitantes.
Viajar de un país a otro es cada vez más complicado, a menos que se tengan todos los requisitos cubiertos en salud y en cuestiones económicas, y que garanticen que se trata realmente de un sujeto-turista —mucho mejor si se trata de un portentoso inversionista—, entonces, bajo estas condiciones será bienvenido o bienvenida. Pero por el contrario, no es más que un migrante que está buscando continuar viviendo en donde sea posible continuar viviendo; bueno, pues en este caso, el muro será el mejor persuasor; o el más grande obstáculo, quizás, que pueda detenerlo y mantenerlo allí, en un estado de precariedad, de indefensión y, a veces, hasta de ser indiciado como un posible delincuente.
Las zonas de viaje serán zonas de absoluto control. El mundo acabará protegido, seguro, quieto, perfecto. Nada orgánico se echará a perder. Los desechos podrán ser enviados hasta las zonas donde habitarán los cuerpos de la naturaleza contaminada. Todo estará perfectamente ordenado en el refrigerador global. Todo lo que vale la pena ser conservado; lo necesario, lo imprescindible.
¿Estamos a poco tiempo de que inicie la era Metaverso y concluya la era FaceBook? Ya no será necesario inventar el perfil de usuario. Al entrar en esa otra realidad virtual, pasarás por la lectura de inteligencia artificial, la cual habrá de garantizar que eres un avatar deseable y conveniente. Serás parte de ese otro mundo en el que la información es la única realidad sustentable. Cada paso, cada palabra, cada mirada, cada acción, cada contacto serán comprendidos y actualizados por los omnipresentes logaritmos en los que se sustentarán las realidades infómatas.
“La inteligencia artificial —nos advierte Byung-Chul Han en Las no-cosas— convierte a las cosas en infómatas. La ‘astucia’ consiste en que el hombre no sólo deja actuar a las cosas, sino también pensar por él”. Las realidades infómatas que pensarán por el hombre serán las que estarán presentes todo el tiempo en que se encuentre “el humano” en el Metaverso.
Paulatinamente, el mundo se está concentrando en zonas de vida artificial garantizadas, al tiempo que crecen y se extienden las zonas de muerte y de desechos humanos, propios de la realidad de las cosas en que se vio el hombre habitando el mundo durante siglos.
Hoy la cuestión no es aquella que se pregonaba en el siglo XIX: ¿Civilización o barbarie? Hoy la cuestión es: ¿Tecnologías o muerte?
Los millones de “seres humanos” que habitarán a las afueras de este nuevo orden artificial, fundamentado en vida inactiva mas no meditativa ni improductiva, se moverán a través de las enormes zonas que funcionarán como vertederos de desechos tecnológicos; y también tendrán que enfrentar la existencia de todos aquellos seres —con enfermedades contagiosas y de alta letalidad— que fueron expulsados hacia el desorden de las cosas inútiles.
La naturaleza en que evolucionó la vida hasta alcanzar los rostros de la civilización será la realidad que alimentará las ficciones en que se refocilarán los personajes interconectados en los nuevos órdenes artificiales.
Una cueva o un castillo. Un carro último modelo o un reloj cuántico. Comprar o vender. Vender y comprar. Despertar en otra realidad, programada según el gusto del avatar artificialmente humano. Viajar a la velocidad de un parpadeo para reunirse con la belleza de una mujer virtual o con la hermosura de un hombre también virtual. Pasear en las pulcras arenas de una playa con nombre impronunciable. Saltar de un bimotor para disfrutar la frescura del aire mientras cae el cuerpo de mente conectada. En fin, estar bajo la sensación de que todo es posible y eternamente inmortal, será lo que “vivirán” los seres hipertecnologizados.