Nació en la ciudad de México en 1939, ha publicado incesantemente desde 1963 y en los últimos 15 años ha ganado tantos premios que mencionarlos sería muy parecido a un rosario de santos o una banqueta plagada de estrellas literarias: el Villaurrutia, el Asunción Silva, el José Donoso, el Octavio Paz, el Alfonso Reyes, el López Velarde, el Pablo Neruda, el García Lorca; esta primavera, su nombre se barajaba entre los candidatos para el Cervantes, que todavía no le toca.
José Emilio Pacheco, autor de la novela breve Las batallas en el desierto y actualmente miembro del Colegio de México, es un poeta moderno, un poeta de la ciudad que lo rodea (sea cual sea), de los cuadros que ve, la música que escucha y los otros poetas que lee, de los animales que lo acompañan, del paisaje, del tiempo, de la vida cotidiana, del oficio de poeta y la poesía “risible variedad de la neurosis / precio que algunos pagan por no saber vivir / La dulce, eterna, luminosa poesía”.
En la FIL aparecerá dos veces bajo los reflectores, que en general prefiere evitar en defensa del anonimato. El sábado 29 de noviembre dará una lectura ante 30 escuchas privilegiados, previamente inscritos a la primera sesión del nuevo Salón de la poesía. Aquí leerá de viva voz poemas inéditos y habrá espacio para conversar, aunque antes haya escrito contra los recitales que “le quitan su único sentido a la poesía / hacer que mis palabras sean tu voz / por un instante al menos”. Una ocasión excepcional, con Silvia Eugenia Castillero para presentarlo.
Al día siguiente, el domingo 30 al mediodía en el auditorio Juan Rulfo, cambia los roles para presentar la nueva edición de las Academias de la Lengua de La región más transparente, de Carlos Fuentes, en cuyos festejos octagenarios ya ha tomado parte él en una mesa redonda sobre “El arte de ensayar”, hace poco más de una semana en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México, donde habló del clima de violencia en el país y planteó que de seguir así, terminaremos gobernados por “Sancho Tranza” y atrapados en la censura.