Papini y su controvertido eco en Latinoamérica

Autor sarcástico y polémico, sus libros y textos tuvieron una temprana difusión de este lado del océano. Sin embargo, pese a ser elogiado y citado por grande figuras de las letras de nuestro continente, el italiano arremetió en varias ocasiones contra la literatura latinoamericana

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Giovanni Papini (Florencia, 1881-1956) tuvo dos  lectores destacados: Jorge Luis Borges y Juan José Arreola. El argentino, en un prólogo a la obra de Papini, sostuvo: “Hacia 1969, compuse en Cambridge la historia fantástica El otro. Atónito y agradecido, compruebo ahora que esa historia repite el argumento de Dos imágenes en un estanque…”, del autor italiano.

Arreola siempre lo recomendaba como lectura. Recordó en una plática: “…me prestaron el libro Gog de Papini. Lo leí y me impresionó su lucidez, su belleza formal, su conocimiento y su sentido irónico, sarcástico, sardónico. Fue entonces cuando gané la opción de meterme a la literatura. Decidí trabajar el lenguaje como materia”.

Pero nadie es “monedita de oro”. Otro menos famoso, “Catón”, en su Mirador (1967) sostuvo: “En mi adolescencia leí casi todos los libros de Bruno Traven. Los leí por la misma razón por la que leí a los de Papini. Porque no me gustaban”. Extraña afirmación porque un lector lo es, principalmente, por gusto. Hacerlo para mortificarse no es de presumir.

En los años ochenta se conseguían varios títulos de Papini en las librerías de Guadalajara: Gog – El libro negro en la editorial Porrúa; El diablo y Dante vivo, éste último en la traducción de Mario Verdaguer. Arreola solía decir, con cierta sorna, que Papini era mejor en español que en italiano si la traducción era de Verdaguer. A finales de esa década se adquiría, en un tomo, y de luxe, tres títulos: Lo trágico cotidiano, El piloto ciego, Palabras y sangre, con prólogo de Borges; este libro era vendido en los kioscos de revistas.

Varios textos de Borges y de Arreola le deben mucho al florentino; se puede afirmar que es un mismo hálito el que los habita. Dicho en catrín: la escuela de Florencia en Latinoamérica.

Borges reconoce que su cuento El otro tiene el mismo argumento que Dos imágenes en un estanque: el hombre maduro que conversa con él mismo siendo joven. En Youtube se encuentra un cortometraje sobre el cuento de Borges (ver);  y sobre el cuento de Papini se localiza una lectura en voz alta (ver).

Años después, Jaime Estrada escribió El encuentro con el mismo argumento. Este cuento fue publicado en la plaqueta Tríptico de la colección Esfera de la UdeG (1981). Después en El Informador (30 de octubre de 1983) y de manera póstuma en Encuentro (Colima, 2001). El editor Enrique Caballos Ramos de Colima me facilitó el libro, ya que es inconseguible.

En el texto “Las ideas de Benrubi” incluido en Gog, Papini cita el pensar de Weininger. Arreola, en Bestiario incluye el cuento “Homenaje a Otto Weininger”; algunas feministas levantaron la voz en protesta.

Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, autor del libro Guillermo Jiménez, ensayo biográfico (2010), comenta vía telefónica que Guillermo Jiménez (Ciudad Guzmán, 1891 —Ciudad de México, 1967) publicó en la revista Social de La Habana (diciembre 1931) el artículo A propósito de  “Gog”. Una visita a Giovanni Papini (ver). En esa breve charla, Papini arremete contra los escritores de América y, agarrado el vuelo con su opinión, se da, como se dice coloquialmente, un balazo en el pie: “No me interesan los novelistas americanos (…) todos ellos son calcas abominables de los escritores franceses, imitadores pedestres de los defectos de Flaubert y de Zolá”.

Va el tiro: “…los hombres conversos no me preocupan: son siempre hipócritas o cobardes, tienen miedo al más allá”. En sus años adultos Papini fue un feroz católico converso. La despectiva opinión no tuvo eco de importancia en América.

Arreola, en «El último juglar», dijo: “Yo aprecio mucho a Giovanni Papini, uno de mis maestros».

En 1947 Papini volvió a la carga. La Revista de América de Bogotá publicó su artículo: Lo que América no ha dado, en donde arremete contra la ciencia, pintura, la filosofía y literatura de Latinoamérica. Esos comentarios, “gotas amargas” —utilizando el calificativo de Alfonso Caso— causaron revuelo desde el río Bravo hasta la Patagonia. “La América es aún pues, deudora para con Europa, y especialmente para con la civilización mediterránea”, remata en uno de los fragmentos del artículo.

El gentil hombre enfermo de Giovanni Papini se publicó en El Informador de Guadalajara el 30 de enero de 1918. El cronista de Tamazula, Adrián Gil Pérez me facilitó varias fotografías de páginas del periódico Vigía de Ciudad Guzmán, en ellas vienen dos textos de Papini: La compra de la república (julio 30 de 1939) y El establo (enero 1 de 1942). La presencia del italiano en dos ciudades de Jalisco fue temprana.

Papini, siempre polémico hasta lo inconcebible, apoyó a Mussolini y le dedicó uno de sus libros, Historia de la literatura italiana: “A Il Duce, amigo de la poesía y de los poetas”. En represalia muchos de sus lectores se retiraron. Uno de los que le quedaron, Mircea Eliade, sostuvo: “Confieso haber leído los treinta tomos de Papini al menos tres veces cada uno”.

Como cierre se citan las palabras de Arreola en El último juglar: “Yo aprecio mucho a Giovanni Papini, uno de mis maestros. Creo que a él también lo han acusado de fascista. Sus libros han desaparecido en las librerías. Yo me quedo con su obra y con su arte, lo demás lo dejo a los historiadores y a los críticos”.

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