Papirolas un éxito

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Esteban Enrique es un niño rubio, de ojos casi verdes, cachetón y medio alto. Tiene siete años y es pícaro, como su padre, dice Luz Martha, su madre. Son de clase media, viven en la colonia Santa Teresita y cada año llevan al pequeño a Papirolas. “Dice que cada año tiene una nueva novia, pero yo veo que se divierte, que juega mucho, que aprende cosas que en la escuela no le enseñan”.
Esteban dibuja medio feo, pero es bueno para jugar con plastilina. Le gusta correr por los pasillos y admirar todo lo que hay. “No me canso de venir, quiero estar aquí mañana, todos los días hasta que se acabe”, grita eufórico, ante la mirada de otros niños. Su madre dice: “Ese chiquillo no se cansa, horas y horas; cuando no está en un taller, se va a una función de teatro, pero es tan vivillo que no cree todo lo que le dicen y luego me cuenta lo que vio y escuchó, a veces hasta enfada”, dice sonriente Luz Martha, una joven de 25 años, quien trae los lonches en su bolsa, en la que hasta las llaves se pierden. “Es de familia, en mi casa todos son distraídos, el niño no tanto, todavía no se le nota” y ríe sin pena alguna. “Estoy acostumbrada a que me digan y me vean como distraída”.
Los estantes llenos de color, con artesanías, esculturas y demás no faltaron, pero para el hambre, nada como los antojitos: desde la fruta, hasta los pasteles y nieves… “la de chocolate fue la preferida”, dice el vendedor.
El domingo fue el día más concurrido en la Calle 2, en Parres Arias y Periférico. Por el camión no sufrieron, nada más que ya les costó cinco pesos. Para la señora Luz Martha Aguilar, la mamá de “Estebancito”, la entrada no fue cara, 25 pesos: “y podíamos estar todo el día. El niño jugó, se divirtió, hizo amigos y nos sentimos seguros, aunque sí nos quedó medio lejos”.
Así se vivieron esos días. Unos cuantos niños acalorados por llegar de la escuela, con todo y mochila. A ratos parecían hormiguitas, todos juntos, sentaditos en un mismo lugar, viendo un poco de todo y aunque el tema central fue letras divertidas, también se les habló de cómo cuidar el medio ambiente de forma sencilla. “Algunos a veces cantaron, bailaron y hasta fueron protagonistas en obras de teatro”, dijo Mónica Carrera, directora del festival.
Y es que la creatividad se notó hasta en los nombres de los talleres y cursos celebrados del 4 al 9 de marzo: Las arañas peludas, Un mundo de color-es, Escuchemos al abuelo fuego, Venados de Mazatlán, La lectura me da energía, Animalario del tragaletras, Empapapelarte, Papás y crepé, y Explorando los valores, entre otros.
En este 2008, el festival también contó con el concurso de ciencias para jóvenes de secundaria “Papiroscopio”, con el tema Juguemos a divulgar la ciencia, el cual tuvo una excelente respuesta.
Fue así como se llegó a una edición más. Donde los chicos más chicos disfrutaron a lo grande y los papás se volvieron locos por la alegría de sus hijos; hay quienes regresarán muy contentos de conocer más chiquillos como ellos y sobre todo, para algunos fue un premio por sacar 10 en la escuela.

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