Soy el Parque Revolución, pero muchos me llaman Parque Rojo. Estoy ubicado en la confluencia de las avenidas Juárez y Federalismo. He sido testigo del paso del tiempo y de los cambios en la ciudad. Mi historia comenzó como una huerta del antiguo Convento del Carmen, pero con las Leyes de Reforma, mi destino cambió. En 1845 me convirtieron en una prisión: la Penal de Escobedo, cuya primera piedra fue colocada el 24 de mayo de ese año.
Décadas después, en 1935, los hermanos Juan José y Luis Barragán me transformaron en lo que soy ahora: un espacio abierto para la gente, un punto de encuentro donde la ciudad cobra vida.
A lo largo de los años, he visto a generaciones reunirse bajo mis árboles, descansar en mis bancas y transitar mi espacio durante su camino a casa, la escuela o el trabajo. Sobre la avenida Juárez, las estatuas de bronce de Francisco I. Madero y Venustiano Carranza, colocadas en 1959, son testigos de la historia de México.
Soy un punto de conexión. Aquí convergen terminales camioneras y dos líneas del tren ligero, haciendo de mi un punto neurálgico de la ciudad.
En 2013, el arquitecto Juan Palomar Verea me renovó preservando la esencia original que los hermanos Barragán crearon para mí.
Pero más allá de mi historia arquitectónica, lo que me da vida son las personas. Cada semana, recibo a vendedores y visitantes en el Tianguis Feminista, que los sábados llenan mi espacio con ropa, arte, maquillaje, accesorios. A lo largo de la semana, el comercio continúa con puestos que ofrecen diferentes productos.
Los domingos, con la Vía RecreActiva de Guadalajara, por la que circulan miles de visitantes, me convierto en un espacio de movimiento, recreación y esparcimiento, donde familias, amigos y parejas se pasean, ejercitan y disfrutan del aire libre.
He cambiado con el tiempo, pero siempre he sido una parte importante de la ciudad. Hoy, sigo siendo un lugar de encuentro, un testigo del pasado y un punto de referencia del presente. Soy un rincón con historia y vida en el corazón de Guadalajara.