Por sus aportaciones en el campo de la investigación sobre el tema de la violencia y por su amplia trayectoria como académica, María Teresa Prieto Quezada, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), fue una de las tres académicas de la Universidad de Guadalajara (UdeG) que ingresó a la Academia Mexicana de Ciencias.
Socióloga de profesión enfocada en el área educativa, la profesora ingresó dentro del área de Ciencias Sociales.
“Yo soy cien por ciento UdeG. A mí esta universidad me dio la oportunidad de estudiar el bachillerato, la licenciatura en Sociología, la maestría en Ciencias de la investigación educativa y el doctorado en Educación, y también me dio trabajo. Entonces es mi Alma mater, totalmente, y todo lo he logrado dentro de esta institución, la cual respeto, quiero mucho y a ella me debo”.
Para la académica del CUCEA constituye un motivo de orgullo pertenecer a la Academia, por su solidez y prestigio.
“Es un logro que fortalece y consolida mis trabajos de investigación, así como las redes con académicos nacionales y extranjeros”, expresó.
Prieto Quezada es una de las primeras investigadoras que a nivel nacional se atrevió a tratar el tema de la violencia escolar. Junto con otros cinco académicos y académicas del país, es una de las pioneras en el tema.
¿Cuál es su principal aportación como académica?
Mi línea de investigación sobre violencias. Yo empecé hace más veinte años trabajando el tema de violencia escolar, y de ahí he estado trabajando propuestas de intervención para escuelas para aportar y dar alternativas de solución.
¿Cuándo y por qué inició su tema de investigación sobre violencia?
Empecé a trabajar el tema de la violencia con mi tesis de maestría hace más de veinte años. Fue como una premonición. Yo decía que era un tema que iba a adquirir mucha importancia. En aquel entonces no era muy relevante. En aquel entonces todos los temas de violencia que había en las escuelas caían en el cajón de disciplina. En los años 90 nadie aceptaba que el problema existía: ni directivos, ni autoridades. La violencia no era nombrada, como si pensaran que al no nombrarla, no existiría, cuando hasta en la literatura hay obras que hablan en violencia. Predominaba la ley del silencio. Muchos niños soportaban las torturas de los compañeros porque era parte de un pacto silenciado.
En México se empezó a hablar de violencia en las escuelas desde el año 2000. De hecho el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) abrió la línea de investigación en el 2000, con el doctor Alfredo Furlán, y después de ocho años la querían cerrar, pero gracias a los esfuerzos de este investigador, continuó. Esta línea de investigación es ya muy prestigiosa.
¿Cuál fue el factor detonante para que se volteara a ver la violencia?
Los niños se animaron a denunciar y a señalar el problema, y los padres de familia empezaron a protestar. Levantaron la voz y señalaron que sus hijos eran golpeados, y los investigadores externamos que la violencia existía, y estos fueron un factor muy importante para evidenciar el bullying que se vivía en las escuelas en México. La escuela no puede cerrar la puerta a este tema y decir que no pasa nada.
¿A qué la compromete el pertenecer a la Academia Mexicana de Ciencias?
Como socióloga tengo un compromiso social para formar capital humano. Yo fomento la investigación temprana desde pregrado y el posgrado, ya que considero que hay que crear semilleros de investigadores entre las nuevas generaciones. Eso es un gran compromiso.