Práctica docente con equidad de género

Existen algunos avances en materia de equidad en las aulas, sin embargo, persiste discriminación y violencia hacia las mujeres en cuanto al lenguaje, estereotipos y falta en igualdad de oportunidades

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Fotografía: Jorge Alberto Mendoza

Aunque persisten en la práctica docente universitaria vicios como el lenguaje sexista o discriminatorio y el uso de materiales didácticos y bibliográficos que en ocasiones reproducen estereotipos de género, sí ha habido avances en materia de equidad en las instituciones de educación superior del país, gracias a la irrupción de los movimientos feministas que han visibilizado los rezagos y las situaciones de violencia o discriminación.

Así lo consideró Marisa Martínez Moscoso, investigadora del Centro de Estudios de Género, adscrito al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

Ella es autora del libro Práctica docente con equidad de género: una guía de trabajo, publicado en 2012 y actualizado en 2014, material muy utilizado y citado en diversas instituciones de educación superior del país.

En su momento este libro surgió de una investigación que Martínez Moscoso condujo en los 14 centros universitarios de la UdeG que existían en esa época. Además del libro y su revisión en 2014, también surgió un proceso de talleres de formación docente sobre el tema, no sólo en la UdeG, sino en la Universidad de Sonora y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Desde entonces, ¿qué aspectos han mejorado en la práctica docente de la educación superior y qué rezagos persisten?

La experiencia del movimiento Me Too Universitario nos habla de que hay un gran problema que atender por las instituciones de educación superior y la UdeG en particular. En su momento, cuando realicé este trabajo, encontramos respuestas diversas: desde gente interesada en el tema y personas que lo rechazaban de tajo. Esa situación sigue existiendo. Se ha ido avanzando en el tema de la matrícula, pues han existido centros universitarios altamente masculinizados y además se ha creado en la Universidad de Guadalajara una Unidad de Igualdad, que me parece es un gran avance. En 2012 encontrábamos la disparidad en puestos directivos, como jefaturas de departamento, direcciones de división, en las rectorías.

«También hemos avanzado, aunque eso debería ser una política constante, porque en la UdeG contamos con mujeres con altas capacidades para atender el tema».

El libro de Martínez Moscoso revisa en la práctica docente aspectos como el manejo del lenguaje, los lenguajes educativos, los espacios recreativos y su uso, el estímulo de la participación de las mujeres en la ciencia y tecnología y la incorporación de hombres en campos del conocimiento relativos a los cuidados, así como la revisión y creación de materiales didácticos que tengan visión de género.

“Yo diría que ha habido grandes avances en el sentido de la participación de las mujeres de la comunidad universitaria en la denuncia de la violencia. Fundamentalmente han sido estudiantes, mujeres jóvenes. Su incorporación al debate a través de la denuncia es un avance que ha visibilizado esta situación. Además, ellas se han apropiado del espacio universitario: por ejemplo, con los tendederos de denuncia; hemos visto la creación de las oficinas de atención, con personas sensibles y que atienden cada caso de manera específica. También se creó un protocolo de atención en materia de género. La Universidad ya contaba con investigación en materia de género y se va a impartir una unidad de aprendizaje sobre género en las preparatorias, lo cual es un avance. Pero todavía tenemos pendientes.

¿Qué malas prácticas persisten, por ejemplo, en cuanto al lenguaje utilizado en las aulas? ¿También existen en las clases en línea?

Hay que aclarar y recordar que el tema de género no se refiere solo a las mujeres. En ese sentido encontré una naturalización de ciertas formas de trato que parecen habituales y resultan discriminatorias. Por ejemplo, la diferencia de trato cuando alguien llama a los estudiantes varones como “compañero”, y a las mujeres les dicen “niña” o “mija”. Es una disparidad de trato. Incluso bromas machistas, sexistas u homofóbicas. Eso se da mucho. Frases discriminatorias respecto a homosexuales, bisexuales o lesbianas. Eso lo encontramos y en algunos casos sigue ahí. El género está incorporado en nuestra vida, en nuestra habla, manera de vestir y cuando les hacemos ver esto a muchos maestros, nos decían: yo no sabía que eso era discriminatorio. Nosotros vivimos el género, pero no tenemos conciencia de que la diferenciación de trato es discriminatoria. De ahí la importancia de la formación en la práctica docente. No importa si la materia es hispatología, diseño industrial, transistores o derecho constitucional.

La especialista considera que hay una interacción en el aula que necesita ser revisada y explicitada, porque hay prácticas que cuando los docentes descubrían que eran de naturaleza discriminatoria, les sorprendía. Aunque en ocasiones los motivaba a cambiar, en otros casos generaban resistencia.

“También sucede que se puede alienar al estudiantado a través de los ejemplos. Si alguien pone un ejemplo de futbol americano o de boxeo, hay mujeres a quienes les gusta, pero hay un sesgo masculinizante. Hay que ser inclusivo en los ejemplos. Por eso hay que revisar el lenguaje o los prejuicios que aparecen en él. No sólo aprendemos de los contenidos, sino de la vivencia. Por ejemplo, el hecho de que no ha habido una Rectora general en la UdeG y eso es algo que las mujeres aprendemos, aprendemos de ese lenguaje o esa interacción

Respecto a los materiales didácticos, ¿qué detectó en su momento y qué ha cambiado?

En los talleres les pedíamos a docentes que revisaran sus materiales, cómo está compuesta su bibliografía, y en muchos casos no se hacía ningún esfuerzo en mostrar una diversidad de voces: solo había autores varones. O las imágenes en textos que muestran situaciones que vale la pena notar o discutir, por ejemplo, una recurrencia en mostrar sujetos respondiendo a determinados roles de género, a la imposibilidad de ver a mujeres reparando un motor. Por eso hay que revisar materiales mostrando el tema de la igualdad, la no discriminación, con la promoción de un cambio de paradigma por uno de género, por uno más igualitario, respetuoso.

«De eso se trata. No se trata de satanizar, sí de volver el tema de género autorreflexivo, en términos de incorporar al universo».

Martínez Moscoso, sin embargo, especifica que para medir, evaluar cuál ha sido el verdadero avance en la última década en materia de género en la docencia, habría que realizar un nuevo estudio.

“Pero sin duda la denuncia de violencia pone foco rojo. El Me Too UdeG habla que esos cambios que se han implementado todavía no nos ponen del otro lado, de ninguna manera. Hay casos visibles de universitarios denunciados por varias personas y denuncias de que existe cierto cobijo institucional. Claro, también forman parte de la institución quienes denuncian. Por otro lado, ciertamente se inscriben más estudiantes en los cursos de género que se ofrecen en los centros universitarios. Estos cursos son taquilleros, lo que demuestra que el tema está en boga”.

Actualmente Martínez Moscoso se encuentra escribiendo un nuevo libro sobre “Práctica docente y género”, además de que coordina un libro de texto para bachillerato sobre género. También prepara un nuevo taller para docentes de la Universidad de Guadalajara.

La primera edición de su libro se puede descargar en el siguiente enlace:

http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/kiosko/2012/images/practica_docente.pdf

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