Purgatorio íntimo

Un presunto término erróneo lleva al autor de este artículo a una revisión de sus lecturas de López Velarde y, al final, a preguntarse: si el tiempo, como dicen, rectifica los errores, ¿no puede también desacreditar verdades que parecen evidentes?

1890

En las páginas iniciales de mi libro De la intimidad (Fondo de Cultura Económica, 2016) hay un error. Me tomó tiempo advertirlo y más tiempo aún comprenderlo. No es una errata tipográfica; es un error que yo cometí, tentado por el demonio de la semejanza.

Digo en esas páginas que Ramón López Velarde compara su corazón con una “lengua de fuego / que se saca de un íntimo purgatorio a la luz”. Las palabras que cito pertenecen a su poema titulado “Mi corazón se amerita…”, recogido en el segundo y último libro que publicó: Zozobra, de 1919. El error estriba en que López Velarde, según las evidencias más numerosas y autorizadas, no habla de un íntimo purgatorio sino de un ínfimo purgatorio: “Mi corazón, leal, se amerita en la sombra. / Yo lo sacara al día, como lengua de fuego / que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz…”

El telón de fondo de mi libro es la concepción de la poesía como plaza íntima. El oxímoron es intencional: aunque las plazas, por definición, son siempre públicas, la de la poesía tiene las características de un espacio personal, entrañable, distinto para cada lector. Si la plaza pública es el escenario natural de los fenómenos políticos, López Velarde tiene la sensibilidad y la clarividencia de volver interior lo exterior al referirse a una patria íntima en el más conocido de sus textos en prosa: “Novedad de la Patria”.

Dos importantes poemas, “El retorno maléfico” y “La suave Patria”, confirman hasta qué punto la intimidad era valiosa para López Velarde. La “íntima tristeza reaccionaria” que lo embarga en el primero es afín a la emoción que lo lleva, en el segundo, a compararse con un tenor que canta sirviéndose de la “partitura del íntimo decoro”. Con esos antecedentes, lo primero que pensé al advertir que había leído íntimo donde decía ínfimo fue que le di tantas vueltas al concepto de intimidad que terminé viéndolo en todas partes.

Cuando me percaté del error, quise identificar la fuente de donde había citado esos versos en particular. Emprendí, sin saberlo, un repaso bibliográfico que se convertiría en una pequeña biografía de lector. Un poema de López Velarde se puede leer en muchas partes. Empecé buscando en el volumen donde leí por primera vez al poeta de una manera sistemática: La suave Patria y otros poemas, que me regalaron hacia 1988, año del centenario del jerezano. Di con facilidad con el poema. Dice “ínfimo”, no “íntimo”.

Busqué después en las Obras de López Velarde: “ínfimo”. En la Obra poética de la colección Archivos, que ciertamente abunda en erratas (aunque no en ese poema en particular, como pude ver): “ínfimo”. En dos antologías, La grulla del refrán y Una música íntima: “ínfimo” en ambas.

“Mi corazón se amerita…” es, por añadidura, uno de los poemas más antologados de López Velarde. Jorge Cuesta y sus compañeros de generación lo recogieron en su Antología de la poesía mexicana moderna (1928). Manuel Maples Arce lo incluyó en la suya, titulada también Antología de la poesía mexicana moderna (1940). Figura en La poesía mexicana moderna (1953) de Antonio Castro Leal, en Poesía en movimiento (1966) de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, en Poesía mexicana (1968) de Francisco Montes de Oca y en Antología del modernismo (1970) del ya mencionado Pacheco. En todos estos libros, invariablemente, se lee “ínfimo”, nunca “íntimo”. Mi error tampoco pudo venir de ahí, si acaso vino de algún libro.

Hablé del asunto con Fernando Fernández, maestro de asuntos velardeanos. Me confirmó lo que ya temía: el manuscrito de “Mi corazón se amerita…” no se conserva. En cambio, los dos recordábamos la primera publicación del texto. Antes de aparecer en Zozobra, “Mi corazón se amerita…” vio la luz en la revista efímera que López Velarde dirigió con Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo entre marzo y junio de 1917: Pegaso. Los quince números de Pegaso se reunieron en un volumen, editado en 1979, de la histórica colección de revistas literarias mexicanas modernas del Fondo de Cultura Económica. “Mi corazón se amerita…” está en la página 5 del número 2, fechado el 15 de marzo de 1917, y dice “ínfimo”, no “íntimo”.

Somos padres de nuestros aciertos, aunque también hijos de nuestros errores. Hace poco, en la memoria de una vieja computadora, el azar me invitó a releer la edición digital de la breve antología de López Velarde que la UNAM publicó en la colección Material de Lectura. Ya no pensaba mucho en el asunto del “ínfimo purgatorio”. Busqué mecánicamente “Mi corazón se amerita…” y en la página 24 leí: “un íntimo purgatorio”. En esa computadora escribí De la intimidad. Pero el tiempo ya me había enseñado que mi error importaba por su significado, no por su origen: en busca de una palabra que confirmara una hipótesis que, por añadidura, ya estaba demostrada, di por buena una lectura errónea.

Después localicé al menos otra edición de López Velarde y un par de artículos que, al citarlo, también dicen íntimo. Quizá el error termine derrotando al acierto. Si el tiempo, como dicen, rectifica los errores, ¿no puede también desacreditar verdades que parecen evidentes?

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