Quino, un día después

La muerte le llegó al caricaturista un día después del quincuagésimo sexto aniversario de la primera publicación de la tira que lo hizo famoso en todo el mundo y opacó sus otros trabajos

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Mafalda cumplía cincuenta y seis años más un día, cuando su creador, Joaquín Salvador Lavado Tejón, Quino para sus lectores, fallecía por enfermedades acordes a su edad. De pensamiento izquierdoso, sin militancia reconocida, el caricaturista siempre aceptó que Mafalda participaba de su forma de pensar. Se desprende entonces que él trabajaba a favor de los derechos humanos, el feminismo, la ecología, así como el agrado por el Pájaro Loco, los Beatles y los panqueques. Sin olvidar su odio a la sopa.

Quino nació en el Departamento de Mendoza, en Guaymallén, en 1932. Hijo de padres inmigrantes españoles acudió a la Escuela de Artes de la que desertó después de acudir solamente dos años: “Era aquello de dibujar jarrones con un trapo detrás, y una guitarra… era muy aburrido”, le confió en una entrevista a Joaquín Soler Serrano, quien por cierto no solía convenir a ellas. “Lo que tengo que decirle a la gente se lo digo con mis dibujos”.

La Escuela de Artes contrastó con su primera enseñanza, cuando apenas tenía tres años de edad. En una conversación con Samper Pizano le comentó que su tío Joaquín Tejón le dibujó, con lápiz azul, un caballo piafante. “Esa noche descubrí algo maravilloso que me dejó marcado para siempre”. Al margen, por la palabra piafante de poco uso. Se recuerdan los versos de Rubén Darío en el Coloquio de los Centauros: “…otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos…”

El 29 de septiembre de 1964 salió la primera tira de Mafalda en Primera Plana. Esta es la fecha que asienta el nacimiento de “la niña filósofa” en contraposición de algunos investigadores que sitúan la fecha al 15 de marzo de 1962. La razón: la tira estuvo dos años guardada en el cajón porque a la firma de electrodomésticos a la que iba a publicitar le fue cancelado el permiso de divulgación periodística. La última tira salió el 25 de junio de 1973. Casi diez años creativos que se han prolongado hasta el 2020. Ha sido traducida a treinta idiomas en donde sobresalen dos: el Braille y el guaraní.

Los amigos de Mafalda son Felipito, Manolito, Miguelito, Susanita y Libertad. Su mascota es una tortuga de nombre “burocracia” que le permite ejemplificar, con ella, ciertas costumbres de oficina. Tiene padre, madre, hermano menor y la fugaz tía Paca.

Mafalda en película, al menos en México, no tuvo el éxito de los libros. Quizá el acento argentino influyó mucho a lo que se le sumó la falta de verosimilitud a las sentencias. O quizá porque cada lector tiene su propia Mafalda según su acento de español y no influye mucho el voseo (mínimo) de la tira. Queda claro que está hecha más para ver y leer que para el binomio ver y oír.

Como entrada o como plato fuerte, Mafalda es muy buena. Se recomienda la lectura en casa y en soledad. El humor ácido inunda por doquier y soltar la risa libro en mano, en público, no es recomendable.

“MAFALDA: Mamá, ¿Dios está en todas partes?/ RAQUEL: Sí, claro./ MAFALDA: ¡Pobre!”

Otros temas de las tiras son los que ocurrían en los años sesenta, principalmente, y que se prolongaron hasta los años setenta: el racismo, la guerra atómica, la conquista del espacio, Vietnam, China, Fidel Castro, la Unión Soviética. Vistos estos temas en conjunto, todos llevan como fondo, o trasfondo, a los estadounidenses.

Desde los años setenta, las mujeres se adueñaron de Mafalda y sus amigos. Era usual verlas llegar a la prepa con sus bolsos, libretas, tazas y camisetas con la estampa de ella u otro miembro del clan. Los varones compraban los volúmenes y los compartían como quien invitaba un desayuno: con gusto y dolor al mismo tiempo; o el temor de no verlo regresar, en mi caso. Tiempo después se sumaron otros lectores famosos, pero se les hizo tarde. Comentaron lo que ya se sabía: que los niños son sabios (Gabriel García Márquez) o una heroína (Umberto Eco). A los lectores con menos fama ante ellos se les hizo temprano; la mayoría pasaron esas breves frases ya consabidas.

Muchos de los problemas que fueron tocados en Mafalda aún siguen vigentes y en grado superlativo; otros, al parecer, se atenuaron. La muerte le llegó a Quino un día después del quincuagésimo sexto aniversario de la primera publicación de esa tira que opacó sus otros trabajos. Ella, siempre niña, dice con certeza: “¿Qué importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que, a fin de cuentas, la mejor edad de la vida es estar vivo”.

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