
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, especialista del CUCSH indica que aún persisten ideas erróneas sobre el racismo, como la creencia de que en México todos somos mestizos y que, por lo tanto, no hay desigualdades basadas en la raza
El racismo en México ha pasado de ser negado a ser reconocido, aunque aún con reservas. Gisela Carlos Fregoso, profesora en la Universidad de Guadalajara y especialista en racismo y antirracismo, explica que desde 2017 se ha hablado más abiertamente de ello, aunque sigue sin tomarse con la seriedad necesaria.
Según la especialista, el racismo en nuestro país ha pasado por tres etapas. En los años 80 y 90, se negaba su existencia y se atribuía todo a la desigualdad económica (clasismo). A partir del 2000, con el levantamiento zapatista y la Conferencia de Durban, se empezó a abordar el tema, pero usando el término «discriminación«; durante este período, se crearon instituciones para combatirla, pero sin mencionar el racismo de manera explícita.
Finalmente, en 2017, un estudio del Colegio de México evidenció la relación entre el color de piel y la desigualdad, lo que ayudó a visibilizar el problema, demostrando que las personas con piel más oscura tienen menores probabilidades de mejorar su nivel socioeconómico, lo que perpetúa un círculo de desigualdad. En este sentido, el racismo no solo es un problema cultural o ideológico, sino que tiene consecuencias materiales que afectan la calidad de vida de millones de personas.
El racismo afecta la salud mental de quienes lo experimentan, influye directamente en el acceso a la educación, el empleo y otras oportunidades. Muchas personas racializadas (aquellas a las que la sociedad ha asignado una categoría racial que determina un trato opresivo) no identifican las prácticas discriminatorias que sufren, lo que genera sentimientos de inferioridad, ansiedad y culpa.
Este rechazo no solo proviene de sectores de poder, sino también de la sociedad en general, donde aún persisten ideas erróneas sobre el racismo, como la creencia de que en México todos somos mestizos y que, por lo tanto, no hay desigualdades basadas en la raza.
Las redes sociales han sido un factor clave en la visibilización del racismo, aunque no en su evolución, según la especialista. La pandemia provocó un auge del activismo digital antirracista, lo que ha permitido una mayor concienciación. Sin embargo, también han proliferado discursos racistas que buscan perpetuar las estructuras de opresión. Esta dualidad de espacios de denuncia y reproducción demuestra la complejidad del fenómeno y la necesidad de educar sobre su uso responsable.
Por su parte, los medios de comunicación han jugado un papel determinante en la reproducción del racismo en México. Esto se observa en la ausencia de personas racializadas en papeles protagónicos en la televisión, en la representación estigmatizante de las comunidades indígenas y afrodescendientes y en la normalización del humor racista en programas de comedia. La especialista recalca la necesidad de que los medios adopten un enfoque inclusivo y que promuevan narrativas que reflejen la diversidad de la sociedad mexicana.
Para combatirlo de manera efectiva, la especialista propone políticas públicas con acciones afirmativas en sectores clave, generar campañas de sensibilización y educación que ayuden a la población a identificar las prácticas racistas y a desarrollar una conciencia crítica sobre el problema.
Para lograrlo, es fundamental que la sociedad civil, el gobierno y los medios de comunicación trabajen en conjunto para erradicar el racismo y garantizar una sociedad más justa e inclusiva.
«Reconocer el problema es solo el primer paso; el verdadero cambio vendrá cuando nos comprometamos a erradicarlo desde sus raíces», concluye Carlos Fregoso.
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