Ramiro Lomelí y el sentido religioso de la poesía

Reencontrar lo sagrado es una de las funciones del quehacer poético según el autor tapatío, cuyo último libro aborda, con ironía y mirada crítica, las creencias y su papel en nuestra sociedad

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El poeta es egresado de la licenciatura en Letras de la UdeG. Foto: Cortesía

La religión y la poesía son dos temas recurrentes en el más reciente libro de Ramiro Lomelí, titulado ¿Alguien ha visto a Ramiro Lomelí?, y que fue publicado bajo el sello de ediciones El Viaje.

A lo largo de sus ochenta y cinco poemas, Lomelí menciona más de cuarenta veces a Dios, también hay alusiones a la Virgen, a Cristo y Santo Tomás. Su tono para tratar las creencias y las ideas sobre la divinidad es muy crítico, y no exento de ironía. Algunos poemas, incluso, podrían ser considerados irreverentes por los lectores más conservadores u ortodoxos.

Confiesa que se considera un poeta religioso. “Lamentablemente hay mucha ignorancia teológica, y un gran pendiente que tiene nuestra cultura es lo religioso. Es necesaria una crítica y un debate público”, expresa.

Agrega la necesidad de una crítica profunda, seria, incluso con fe, que es fundamental para lograr los grandes cambios culturales que el país necesita desde lo político, económico y social.

El interés religioso siempre ha estado presente en su poesía. Un poemario, publicado en los años 80, El libro de los milagros, de su autoría, tiene que ver con el tema espiritual, aunque no está presente la ironía que maneja el escritor en su más reciente publicación.

El poeta, quien cursó la licenciatura en Letras en la UdeG, expresa que nunca estuvo en una comunidad religiosa, ni siquiera proviene de una familia expresivamente creyente. “Fue algo que siento y pienso. Quizás porque soy más intuitivo que racional para conocer el mundo y relacionarme”, externa.

Lomelí no perdona ni a los colegas: con ojo crítico afirma que el poeta que sólo se siente como tal, termina siendo decorador de interiores. “Esto es similar a lo que pasa en la Teología o la Política, cuando se cae en una inamovilidad, cuando todo se vuelve tradición, deja de haber Teología y Política, y en el caso del poeta, puede llegar a tener demasiada fe y confianza en el lenguaje y sólo decorar, sin darse cuenta de eso”.

El autor es un convencido de que tiene que haber autocrítica del pensamiento del poeta, y de que hay un poeta en cada persona, pero a diferencia del que lo es por oficio éste no tiene la habilidad de expresarse por escrito.

“Todas las personas tienen sueños, recuerdos y aspiraciones, que son la mejor obra no escrita de la literatura universal. El comediante es un gran poeta, lo es también el sacerdote, el obrero, el ama de casa, el mecánico, y por eso utilizo muchas frases que rompen con el discurso poético tradicional, que encuentro en libros de ciencia, de mercadotecnia, de Filosofía, etcétera”.

¿Si usted pudiera resumir la función del poeta cuál sería?

Me parece que explorar, hacer crítica cultural y reencontrar lo sagrado.

¿Cuál fue su forma de trabajar para hacer este libro?

Mi libro es una selección de poemas que subí a Facebook, como parte de una conversación y diálogo con quienes interactuaba. Fueron escritos durante 2019 y posteriormente, el editor Marco Antonio Gabriel me invitó a publicar, bajo el sello de “El Viaje”.

¿De dónde viene el título?

El título es porque hay un poema donde utilizo esa pregunta. Es como una búsqueda de uno mismo y lo que proyecta. Es como un juego, si hubiera optado por otro título, hubiera sido “El circo cambiante”.

¿Es el primer libro con esta carga irónica y crítica, así como de invitación a la reflexión?

Escribí Manifiesto: pata de palo, jugando con el pirata que tiene pata de palo. El libro tiene que ver con el pensamiento, con la cultura, que me parecen pata de palo. Es decir que no están completos, que no tienen sus dos vidas, dos mundos y dos visiones.

Cómo poeta, ¿cuáles han sido sus etapas y las características de cada una?

Cuando era muy joven hubo una etapa de ingenuidad e inocencia, siguió otra donde tenía como fijación a Guadalajara, escribí mucho sobre la ciudad; otra más filosófica, sin ser filósofo, y con intereses más amplios, de la existencia y el ser humano en general. Luego, el escribir me generó mucha angustia y pesar porque me sentía como un anticuario, y empecé a tener una búsqueda. Tenía la necesidad de escribir otro tipo de poesía, y entonces descubrí y leí a otros poetas, como Ángel Ortuño, que fue liberador, y empecé a escribir otro tipo de poesía. Actualmente estoy en un intento de redescubrir lo permanente, lo sagrado.

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