No hay luz sin sombra, ni brillo sin opacidad. Lo mismo pasa en los seres humanos: hay una esencia que trasciende y que en el camino puede oscurecerse, o incluso una juventud que es reemplazada por la vejez. Todos cambiamos, pero seguimos siendo los mismos.Esta idea la asume el artista plástico Raúl Rebolledo en la intervención que hizo a la obra “EMME”, que se entrega a los ganadores del Premio Maguey 2024, estatuilla que se integra de dos piezas hechas de latón.
Metal. El latón es un material que utilizo justamente porque es una representación de lo que pudiera ser el oro, pues aunque carece de las mismas características comerciales y económicas sí tiene el color dorado. Esto habla un poco justo de estas trampas visuales de la representación, entonces es cómo el material, con ciertos tratamientos, puede representar algo que no es. Brillo/opacidad. Una de las dos mitades de la “EMME” está cubierta de baño de oro, que lo va a mantener impecable de alguna forma y la otra parte, que es el latón, es muy sensible a la intemperie y al tacto de la piel. Entonces la idea es que estas dos piezas, que en algún momento parecen ser iguales, una va a ir evolucionando con el tiempo y va perdiendo su brillo de fulgor; sin embargo no deja de ser lo que representa, sino que va mutando con el tiempo. Eso habla también de nosotros mismos y cómo el tiempo y los cambios no alteran o modifican nuestra esencia. Motor. Mi práctica tiene mucho que ver con las condiciones sociopolíticas en México y en el mundo, hablar de las condiciones en las que nos encontramos, y en condiciones desfavorables. También hablo sobre cómo la apariencia es la primera capa que siempre nos llama la atención, pero que hay muchas cosas detrás, entonces me gusta involucrar mucho la filosofía contemporánea y lo que nos afecta como individuos.