Ya sea porque se ven obligados a vivir con sus familias o residen en un asilo, muchos adultos mayores que forman parte de la diversidad sexual se ven obligados a volver al clóset. No hay cifras oficiales al respecto, pero la organización Apapacho. Comunidad LGBT+60 dio a conocer datos que darían cuenta de dicha situación; esto durante las conferencias del Pride Académico, impartidas en junio en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la UdeG.
“Hay muchas personas LGBT+ que están o tienen que regresar al armario por ser LGBT+. Ojo aquí, no está comprobado, pero más de 50 por ciento de las personas adultas mayores siguen en el clóset. Más aquí, en México, por cuestiones sociales relacionadas con la familia, religiosas y culturales”, compartió Pablo Orozco, quien comanda esta iniciativa.
Para contrarrestar la falta de datos oficiales (justo porque quienes prefieren ocultar su identidad no buscan externarla), en Apapacho crearon un prototipo de diagnóstico luego de encuestar a 98 personas de la diversidad sexual, con el fin de que esta aproximación sea de interés para más investigadores y se sumen a estudiar el fenómeno.
En dicho ejercicio, todos los hombres gays encuestados resultaron solteros; mientras que la mayoría de las mujeres lesbianas encuestadas dijeron sí estar casadas. Otros datos relevantes es que la mitad de las personas encuestadas cuenta con licenciatura, 58 por ciento sí tienen bien inmueble, pero 41 por ciento paga renta; 37 por ciento vive solo y 18 por ciento con hermanos.
Todas estas variables podrían explicar cómo es que ambos sectores viven su vejez en sus núcleos familiares. “Así como hay personas adultas mayores que son abandonadas por su familia, hay quienes han sido abandonados por ser LGBT+; a algunos les quitan sus casas, hay quienes viven en soledad, sin desarrollarse y algunos mueren solos”, dijo.
“He sabido de una persona que ha intentado suicidarse por la carga familiar que lleva, no tanto por la sociedad, sino porque tiene hijos. Es una carga muy grande, no querer decirles por ‘no hacerles daño’ y ahora él está en una situación crítica”, comentó Orozco.
Esas situaciones de violencia alimentan el imaginario de personas que comienzan a depender de otras para vivir lo que les obliga a no expresar su identidad. Por ello, en Apapacho, dijo Orozco, la intención es generar espacios seguros de empatía, acompañamiento y generar sensibilidad no sólo desde la mirada de la comunidad LGBT+, también de la sociedad en general; por consiguiente, buscar fortalecer vínculos con la Universidad de Guadalajara (UdeG) y a la par emprender el proyecto de generar refugios para adultos mayores que sean gays, sáficas, transgénero o cualquier otra identidad sexogenérica.
“Para nosotros hacer comunidad es escucharse, conocerse. Queremos crear una Casa de Día (lugares de convivencia) y mantener una casa hogar (donde puedan habitar en un espacio seguro aquellas personas mayores LGBT+)”, indicó.
Ignacio Muños, adulto mayor gay, que forma parte de la organización y además es egresado de la UdeG, explicó que desde hace más de diez años identifican ese problema.
“Hay que unirnos y conocer más a fondo la problemática, luego plasmarla y hacer algo. En un principio sí pensamos en tener una casa para poder convivir, era la idea original para personas con VIH, pero se fue ampliando a más grupos. Mi idea era buscar quién pudiera donar algo para hacerlo en conjunto”, dijo Muños.
“La problemática es amplia y debemos atacar un apoyo. Nadie nos ve, nadie sabe que existimos o quieren hacerse que no saben que existimos», recalcó, y dijo que por ello es importante que se concrete una casa donde puedan sentirse seguros y libres.
Tomás Gallegos, cuya familia vive en la Ciudad de México, en Guadalajara ha encontrado en Apapacho una red de apoyo con gente de su edad. “Acá puedes ser trans, gay, bi, una persona de cualquier edad”.
En dicha organización, asegura, siguen trabajando por conocer a más personas mayores, sobre todo que han estado en el clóset, para conocer los contextos y trabajar en proyectos para mejorar la calidad de vida de la comunidad.
“Queremos que ellos puedan expresar lo que están sintiendo, aunque no nos muestren su identidad, porque sabemos que es muy difícil”, concluyó.