1
Encandilado aún por el oportuno y delicioso no-cinechoro de la más cinéfila integrante de la redacción de Gaceta Universitaria, descubro con festivo asombro que después de todo son más que muchos los que llevan un pequeño cinechorero dentro de sus entrañas. Lorena Ortiz –cómplice y amiga cinechorera- ha dado en el celuloide con sus excelsas recomendaciones dadas en su apetitoso texto titulado Interior – Día – Brooklin, donde con talento y sabiduría nos cinechorea sobre sencillas pero extraordinarias cintas como Smoke, Blue in the face y Coffee and cigarretts. Pero no sólo sobre lo que tratan estas películas, sino que da cuenta de esas anécdotas que siempre se esconden detrás de los filmes y que, al saberlas, se comprende más y mejor el porqué gente como, en este caso Paul Auster, Wayne Wang y Jim Jarmush, han logrado filmar prodigios tan solo con excelentes guiones, actores y directores. Nada más. Cine que está ahí sobre la pantalla como si de una puesta en escena se tratara. Que sin embargo sigue siendo cine -y no teatro- cuyos diálogos, actuaciones y situaciones fungen como redes de las que nunca desearíamos escapar jamás, mientras cafecito en mano y cigarro en la boca, nos convertimos –como bien dice Lorena- en no-protagonistas de la cinta en turno, porque te hace suya y la hacemos nuestra. Y recordando el nombre de esa James Bond mubi que interpretara a destiempo, pero siempre a la medida Sean Connery, Never say never again, quiero decirte Lorena que seguramente los cinechoreados de este habitual espacio habrán de leer no una, sino varias veces más tus bienvenidas sugerencias fílmicas. No, el Cinechoro no ha muerto. Al revés: tiene más vida.
2
Y entre las curiosidades en video que me topé últimamente, me encuentro una divertida, inteligente y sencilla película: Festival de Cannes. Al escuchar el título uno podría pensar que, obviamente, trata sobre el Festival de Cannes. Pero resulta que no. Sí, el filme se sitúa durante dicho festival cinematográfico, y aunque por ahí uno descubre parte del ambiente, la gente que asiste (tanto gente normal como luminarias) y ciertos detalles de lo que ahí sucede, es bastante más que eso. Festival de Cannes es una historia sobre los oscuros y manipuladores manejos del mundo del cine, desde cómo una actriz desea filmar su sencillo guión y estrenarse como realizadora, pasando por los oportunistas que se hacen pasar por gente importante de la industria y logran su cometido, hasta la angustia de un gran productor hollywoodense endeudado hasta la médula y que solo si consigue la participación de una madura y legendaria actriz francesa podrá poner en marcha otro megaproyecto más para cumplir el capricho de un tal Tom Hanks. Y también es el sueño hecho realidad de una humilde actriz que se convierte de la noche a la mañana en el gran descubrimiento, o la historia de un legendario director de cine de arte que ya está harto de sus mujeres florero y pretende reconquistar a su gran amor y algo más que eso, o este eterno conflicto entre el bien y el mal, en este caso, la lucha que se libra entre los grandes monopolios fílmicos y aquellos cineastas independientes, donde finalmente habrá de ponerse a prueba la capacidad de gestión –o seducción, más o menos lo mismo- para salir avante con sus sueños unos y otros con su insaciable voracidad avida dólar. Sin embargo esta cinta es después de todo una sobre las relaciones humanas; el amor que termina por conquistar hasta al más incauto. Dirigida por Henry Jaglom e interpretada por un conjunto de interesantes actores, esta es una película que se disfruta de principio a fin y que da para asombrarse, reflexionar y más.
3
Lugar común es afirmar que todas las joliud mubis son basura. Hay de todo y para todos los gustos. Y cuando nos referimos a películas palomiteras al más puro estilo spielbergeriano, también hay que saber diferenciar entre unas y otras. Spielberg es un genio, digo, la neta. Pero también es un tipo que conoce perfectamente el negocio y está en todo su derecho aprovecharse de ello. Sin embargo, y a pesar de la gran recaudación que ha tenido su última película, Guerra de los mundos (EU, 2005), he de decir que me sentí no solo desilusionado después de verla, sino que al salir de la sala de proyección experimenté eso que algunos duchos en estas lides experimentan: ser defraudados. Más allá de la fidelidad de la historia que Stven lleva a la pantalla grande, escrita originalmente hace más de 100 años por uno de los grande maestro de las ciencia ficción literaria (H.G Wells), la cinta es de esas películas que prometen mucho en sus primeras secuencias, pero que cae irremediablemente conforme avanza de una manera por demás estrepitosa. Ni el cientólogo favorito de Tom Cruise ni la Dakota Fanning (esa niña maestra del melodrama in extremis, que saltará a la fama en la excelsa serie televisiva y extraterrestre, Taken) ni la sobredosis cuasimortal de efectos especiales la salvan. En serio. Digo, en un principio uno puede llegar a pensar que se acaba de subir al carrito de una montaña rusa de antología, aun no tardamos en darnos cuenta que nos han vendido gato por liebre y sí, más bien estamos subidos en una ratón loco de feria pueblerina. No hay historia, existen un sinfín de vacíos de información y nunca antes la trama, los diálogos y los actores habían estado más supeditados a lo que la computadora y sus especiales espectros son capaces de hacer. Y ojo, a mí me gustan este tipo de películas, porque muchas de éstas pueden provocarte una experiencia fílmica bastante locotrónica. Más sin embargo, esta Guerra de los mundos -cual daño colateral- parece provocar la Guerra de los mudos. Neta: no hay más qué decir.
4
Hace varios meses se me ocurrió lanzar una informal convocatoria a los lectores de este Cinechoro (qué réquiem ni qué ocho cuartos). Idea que terminó de animarse después de que la Ortiz escribiera su no-cinechoro, que sin embargo lo es y mucho. Bueno, pues se trata de que los lectores con inclinaciones de cinechoreros envíen a mi dirección electrónica un Cinechoro. Los requisitos serían que el texto no pase de una cuartilla (tres mil caracteres sin espacio aproximadamente), separando en tres párrafos (nombrándolos 1, 2 y 3). Debe de abordarse una película, claro está y faltaba más. Sin embargo, no se permite bajo ningún pretexto –y en esto soy irreductible- que se venda la trama de la cinta de antemano. Vale hablar de los actores, el realizador, los atributos y ciertos pasajes de la trama que den la idea de ella, pero no la expliquen al punto de los asombros no sean los mismos cuando el lector decide ver la películas cinechoreada. Importante irse por la tangente, es decir, relacionar la cinta con aspectos de la vida real, contar anécdotas desconocidas de la misma e inyectarle –harto importante- su dosis imprescindible de humor. Además del nombre del autor, habrá que titular el texto. Esta convocatoria queda abierta hasta el 31 de julio. El mejor Cinechoro (o dos de ellos, tendré que hablarlo con la distinguida amiga editora de esta gaceta) se publicará en ese mismo espacio para beneplácito de quien lo haya escrito. Espero no ser tan o más ingenuo de lo que soy y de que esta experiencia interactiva y sobre todo creativa que les ofrezco poner en marcha, resulte a tal punto motivante para que me lleguen bastantes cinechoros como para decir, “chido, no fue una mala idea después de todo”. Por supuesto, si voy viendo que no ha provocado a varios lectores que sé tienen talento para escribir un texto de estas características, extenderé el plazo un par de semanas más. Así que no sean huev… y póngase a escribir algo que no solo a mí, sino sorprenda a sus potenciales lectores.