Resistir ante la catástrofe

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MDF80210009. Conferencia con el escritor Carlos Monsivais, donde presentó la cuarta parte del documental "La Decena Trágica" en el Museo del Estanquillo ayer por la tarde en la ciudad de México. NOTIMEX/FOTO/JULIO CESAR VEGA/JCV/ACE/

Ante la represión económica y mental que vive México no hacen falta iconos sociales, sino la movilidad de ciudadanos organizados ante los infortunios y el mal gobierno, señala el cronista Carlos Monsiváis.
“Si la crisis no organiza los movimientos sociales nadie los va organizar, el narcotráfico puede consumir la noche o crear el pavor en torno a la seguridad ciudadana, pero el narco no puede detener la necesidad de sobrevivencia en medio de la escasez”, comentó el célebre escritor en medio de una firma de autógrafos en la FIL.
Monsiváis, el más difundido de los cronistas mexicanos que se ha dedicado durante décadas a registrar la historia de nuestro país, ha manifestado a lo largo de su vida que los movimientos populares son una respuesta para las reivindicaciones justas ante la inoperancia del gobierno.
Si un terremoto (el de 1985) ocasionó que la gente despertara, la sociedad civil, una vez consciente de su papel protagónico, se manifiesta en numerosos ademanes que van más allá del infortunio meteorológico o las marchas forzadas por la sordera.
Carlos Monsiváis reiteró (Contacto/6/11/2008), que la idea de plantearse la necesidad de héroes no es sensata. “En realidad, necesitamos más proyectos que líderes, programas, debates. Debe haber líderes sin duda, pero que correspondan a movimientos de las masas, de la sociedad… aquí sí que arriban los de abajo.
”Lo que veo en todo el país es la insurgencia de movimientos sociales, aunque también hay la inercia del miedo y del conformismo, del que está acostumbrado a que la conformidad lo borre todo, pero creo que si algo caracteriza a este momento es la presencia de movimientos sociales y el nuevo descontento cuyo punto de partida es la organización”.
De acuerdo a Monsiváis, el narcotráfico es un enemigo real —del Estado y de la sociedad—, pero las campañas contra el narcotráfico son parciales porque se olvidan de hasta qué punto ha penetrado el propio Estado y hasta qué punto tiene cómplices y dirigentes en la clase empresarial y política.
Al mismo tiempo que el narcotráfico es, en efecto, la mayor amenaza en este momento para la sociedad mexicana, el ataque al narcotráfico ha sido muy parcial ya que no busca clarificar quienes son sus cómplices en el poder judicial, en los gobiernos de los estados, en las policías y en el medio de los agentes judiciales. “Como si el narcotráfico fuese un ente aislado que no estuviera tan violentamente ramificado en otros sectores de las clases gobernantes”.
Parece que los mexicanos estamos atados de manos ante el pavor del narcotráfico y la ineficiencia de las autoridades, la única opción es apropiarse de las calles, salir a recorrerlas y con ello expresar sus ideas, pues de las formas convencionales no prestarán atención alguna. Crear una cultura de la rendición de cuentas a través de levantar la voz contra las injusticias.

Pepe el toro en la FIL
Las experiencias clásicas del actor mexicano Pedro Infante que van de la pobreza a la riqueza, del fracaso al éxito, de la carpintería al avionazo, de dirigir la orquesta de un cabaret de lujo a los estudios de cine, de las giras a los escándalos por asuntos de amores, son narradas por Carlos Monsiváis en una crónica-ensayo Pedro Infante: las leyes del querer y editado por Aguilar.
El cronista mexicano habló de la Época de Oro del cine mexicano, apoyado con un proyector que reproducía las películas de Infante, en uno de los salones de la FIL frente a cientos de personas que veían las imágenes a blanco y negro en una gran pantalla.
“Es un autorretrato de una época en la que las leyendas se vuelven atemporales ancladas en el espacio de lo mexicano, donde intervienen el melodrama, la comedia, los modelos de vida, la mala vida y por supuesto las canciones generalmente enraizadas en la vida cotidiana”, comentó Monsiváis.
Pedro Infante, galán, hombre de oficios, actor de intuición y casi repartidor a domicilio del carisma, encarna todavía el amor y la amistad, el ir venir de lo público a lo privado, la posibilidad de sobreponerse a la adversidad sin perder ni el ángel ni la gracia. Personifica el canje de identidades donde el pueblo es el protagonista abnegado y jubiloso que nombra al ídolo su representante y continúa votando por él.
“Al ver las películas los espectadores no sólo se sentían identificados, querían incorporarse masivamente a esos escenarios de la vecindad o del campo. Pedro Infante se adjunta un coro instantáneo, los espectadores le hacen segunda, estas películas que se han exhibido varias veces que no les permite a los mexicanos la evasión, quien no la ha visto no tiene credencial del IFE”, indicó sonriente el escritor de cabellera revuelta y blanca.

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