Felipe Espinosa Gallardo «Tanaka», es un académico que dio clases de percusión por más 30 años en la Universidad de Guadalajara (UdeG), y recientemente fue galardonado con el Premio Nacional Medalla al Mérito en Artes, Cultura y Literatura «Alí Chumacero», entregado por el gobierno de Acaponeta, Nayarit, el Fondo de Cultura Económica y la Casa de la Cultura Alí Chumacero.
El maestro “Tanaka” comenzó sus estudios musicales desde los siete años con su padre, quien también fue músico, y en entrevista compartió su agradecimiento a Domingo Lobato, quien siendo director de la entonces Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara le invitó a dar cátedra de percusión. Fue profesor de esta Casa de estudio de 1974 al 2004.
Empezó con la trompeta pero su camino lo llevó a otros bríos. A los 13 años, el maestro Helmut Goldman lo llamó para integrarse como percusionista en la Orquesta Sinfónica de Guadalajara y formó parte de la Orquesta Filarmónica de Jalisco durante 49 años. Se jubiló en el año 2011.
Nació en Acaponeta, pero vivió algunos años de su infancia en Mazatlán, Sinaloa, para luego llegar a Guadalajara. Aún jubilado daba clases en su casa, pero sobre todo estos años los ha dedicado a la composición y se mantiene activo con la Tanaka Jazz Band.
En estos momentos hizo una pausa en la música debido a una situación de salud: “Ahorita no puedo dar clases, no me dejan agarrar ni las baquetas, me van a operar y voy a ir a terapia”, señala mientras, ansioso, espera pronto retomar su ritmo.
¿Por qué las percusiones? “Cuando llegamos a Guadalajara yo tenía 10 años y el maestro Arturo González me dio la oportunidad de entrar a la Banda del Estado con trompeta y fue él quien me animó a ser percusionista. Me dijo: ‘Dedícate a la percusión porque casi no hay percusionistas en México’. Yo tenía 12 años cuando empecé en los timbales, luego el maestro Jaime Gómez me permitió ser parte de la orquesta”.
Su padre fue músico, ¿cómo influyó eso en su vida? “Mi padre andaba con un grupo en las cantinas para sacar la chuleta, como dicen. (…) Yo a los 7 años comencé a vender dulces, y los fines de semana hacía colas en los cines y les compraba los boletos a la gente, porque mi padre nos hizo responsables. Con esas propinas yo compraba métodos de batería y así empecé. Mi padre era baterista pero no hablaba bien español, yo estudiaba trompeta también, y él me puso un maestro de solfeo que se llamaba Samuel Camarillo”.
Los primeros años en Guadalajara. “Yo no era un trompetista que digamos «qué bruto, qué bueno»; yo estudiaba porque quería un instrumento para la afinación y el oído. A los 12 años el maestro me cambia a timbales porque sabía que estaba estudiando batería y había muerto el instrumentista de la banda y yo me hice cargo, así fue que seguí; a los 15 años fui jefe de sesión en la percusión y a los 17 fui solista del estreno nacional del Concierto para percusiones y orquesta de Darius Milhaud”.
¿Cómo se siente por este premio? “Yo no esperaba que iba a ganar, tanta gente que hay en México y con mucho talento. Me entregaron el premio y lloré, yo nunca había esperado una cosa así. Y no me gusta creerme por esto, yo le digo a mis alumnos: hay que saber de todo un poco pero con humildad”.