Artista de amplia trayectoria, Rubén Hernández Andreu ha expuesto en diversas galerías en México, Australia y Estados Unidos. Su más reciente exposición, Trazos rescatados —una adaptación al acrílico de bocetos eróticos— tiene lugar en su propio taller (calle Reforma 393, Altos).
Cafetero irredento, coleccionista compulsivo, su taller encierra el erotismo de la tinta y la insinuación del trazo libre. Su obra, sugerente y entrañable, se apila sobre el piso y las paredes, casi alcanza el techo, enmarcando a su autor en una imagen que se guarda fácilmente en la memoria: un café, un cigarro y una grabadora llenando el aire con una atmósfera de tonos tan claroscuros como los de sus pinturas.
De pinta
Yo era un niño cohibido y me la pasaba muy bien dibujando. Nací en Cuautla, Morelos, pero viví mis primeros años en el DF y el Estado de México. Quedé huérfano de madre al año de edad, así que crecí con mi abuela. Cuando en la secundaria ella enfermó, me deprimí porque me vi separado de ella. Esa separación me llevó a leer mucho, leía lo que me caía en las manos: Julio Verne, Máximo Gorki u Oscar Wilde. Durante esa época me iba de pinta todos los días sin que en casa se dieran cuenta, hasta que la orientadora de la escuela mandó decir que estaba a punto de reprobar. Había faltado casi todo el año. Iba a ver los museos y las galerías del DF el de Chapultepec, el de Antropología, el Museo de las Culturas, el de la Ciudad, el de San Carlos. Mi favorito era el de Arte Moderno: me impresionaba. A partir de ahí supe que quería pasar mi vida dibujando y pintando. Cuando tenía 17 años mi abuela y yo venimos a vivir a Guadalajara, entonces entré a la Escuela de Artes de la Universidad de Guadalajara. Fue una de las épocas más felices de mi vida.
Lo que soy
No soy un genio, ni voy a cambiar el rumbo del arte; pero lo que hago es algo muy honesto, porque ofrezco lo que soy. Creo que el objetivo del arte es comunicar lo que estás experimentando de una manera en la que todas las esferas humanas se alcancen a tocar: lo social, lo personal, lo económico, lo amoroso. La mayoría de mi obra tiene que ver con canciones, con poemas, con novelas. Tengo un cuadro que se llama Se me va a hacer llagas este cuerpo solo, que es un fragmento de un poema de Jaime Sabines; lo mismo que una serie que titulé “Los amorosos”. Hice un cuadro que se llama Luciérnagas curiosas, en alusión a un famoso tango. Me caracterizo por el detalle en las manos y los pies, que ofrecen la impresión de movimiento. Tengo algo de figurativo, algo de cubista; me gusta el dibujo lineal, el matiz y la síntesis de la forma. En la pintura el realismo no es lo mío, aunque en mi formación lo tuve que hacer y aprendí de ello. Creo que mis técnicas predilectas son el dibujo a lápiz o al carbón y la tinta china, aunque por ahora trabajo con acrílico.
Erotismo
Es recurrente en mi trabajo encontrar figuras ensimismadas, en cuclillas, reflexivas, solitarias, en un acto de angustia. Mis temas predilectos tienen que ver con la pareja y el erotismo, que para mí representa la forma física y visual del amor. No lo concibo como una simple relación sexual fría, sino que involucra ternura, cariño, complicidad. Por eso no me interesan los rostros, porque quiero que los personajes sean universales sin facciones específicas, que se trate del hombre o la mujer como género, de cualquier parte, de cualquier edad, sin características determinadas.