La práctica sexual ejercida de manera no responsable podría ser un detonador en el consumo de drogas como alcohol, cannabis, cristal o cocaína, afirmó la médica infectóloga Blanca Estela Estrada Moreno, durante su conferencia el XIV Simposio Internacional en Neurociencias del Centro Universitario de Ciencias de la Salud.
“Tener una conducta sexualizada es una práctica de riesgo para la población, sobre todo si se da en la pubertad o adolescencia o entre adultos jóvenes. Estos factores de riesgo van implícitos dependiendo de su madurez neuropsicobiológica, de acuerdo a su edad y según otros factores”, como la educación sexual, la comunicación en la familia, las exigencias sociales o la influencia de los medios de comunicación y la publicidad, señaló.
La especialista del Hospital Civil Juan I. Menchaca y el Hospital General de Occidente del Instituto Mexicano de Seguridad Social señaló que en muchas regiones de México el ejercicio de la sexualidad no es tan responsable como debería de ser y si esto se conjuga con el abuso de sustancias tóxicas, pueden darse conductas como el sexo sin protección o la manipulación de otras personas para tener relaciones sexuales.
Recordó que se han vuelto populares prácticas como el llamado “Chemsex” o “Party and Play”, en el que hay un uso intencional de alcohol con drogas psicoactivas inyectadas, rectales, vaginales o inhaladas para mantener sesiones de sexo deshinibido y lo más duradero posible, con varias parejas.
Este tipo de juegos o reuniones sexuales son organizadas o localizadas mediante las redes sociales o plataformas, en el que los usuarios buscan diversas parejas sexuales para relaciones heterosexuales u homosexuales con prácticas como el llamado “fisting”, que consiste en introducir una extremidad por la vagina o el ano, o el sexo sin protección conocido como “bareback”.
La mezcla de sexo y drogas puede generar actitudes como disminución de la percepción de riesgos o pérdida de control o necesidad de repetir o aumentar la dosis, lo que traería consecuencias como violaciones, embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual, problemas de salud mental, además de que profundiza el problema de adicciones y dificulta su rehabilitación pues buscará seguir usando drogas para el disfrute sexual, explicó.
La exsecretaria técnica del Consejo Estatal para la Prevención del VIH-SIDA señaló que, contrario a lo que se piensa, el abuso de sustancias como la marihuana, la cocaína, el cristal o lo llamados “poppers” no potencia el deseo sexual, sino que a la larga trae como consecuencia problemas como disfunción eréctil, disminución del apetito sexual, impotencia sexual o baja producción de espermatozoides.
“Todas las drogas su función es la desinhibición y pueden detonar en ansiedad o trastornos psiquiátricos como psicosis, agresividad, alucinaciones, trastornos bipolares, déficit cognitivo, porque provocan el aumento de sensaciones, al estimular el sistema nervioso central se producen muchos efectos estimulantes, pero también efectos depresivos posterior a que la sustancia sale del organismo, pero realmente no aumentan el deseo sexual”, puntualizó.
Señaló que la combinación de sexo y drogas no siempre es una decisión personal, sino que suele ser coercitiva, es decir, que una persona presiona o convence a otra para que consuma alguna sustancia a cambio de sexo o para encajar en un grupo, principalmente cuando son adolescentes o adultos jóvenes.