Nuestra identidad es compleja. La tuya, la mía. Somos multitudes, parafraseando a Hemingway. Y además contradictorios. Tenemos algo prehispánico en la piel y la alegría ante la muerte, pero la nombramos en español. Creemos en la Virgen y el chahuixtle, en las cabañuelas y en las noticias del televisor. Ser mexicana o mexicano pareciera fluctuar entre el folklor y la estridencia.
Luego están a quienes cruzó la frontera. Todos conocemos a algún migrante, con green card o indocumentado. Como personas reales y como personajes de obras de ficción. Novelas, por ejemplo.
Una de ellas es Simpatía por el diablo (2019) de F. G. Haghenbeck (1965-2021). Este escritor es un referente de la literatura de género en México de las últimas décadas: novela criminal, ciencia ficción, fantasía, novela gráfica, cómics (¡el único mexicano que ha escrito un número de Superman!), biografía novelada, literatura infantil… Su último aporte fue esta simpatía por el diablo, con el mismo nombre de una canción de los Rolling Stones de 1968 y de un par de películas.
Esta novela se volvió famosa porque era la continuación de El diablo me obligó (2011), que se convirtió en la serie de Netflix Diablero (2018-2020) con dos temporadas; transgresora, capitalina, producida incluso con un tono satírico.
Leer esta novela es asomarse a un submundo de mitologías mezcladas, de cantinas frecuentadas por ángeles caídos, de música chilanga y bebidas fabricadas a partir de seres celestiales. Y por supuesto, la eterna lucha entre el ser humano y las bestias, mitológicas o también humanas, ya sea en peleas clandestinas donde todo es posible o en el plano místico. El mejor escenario para ello es la frontera entre México y Estados Unidos, entre la cultura pop estandarizada y el mundo sincrético de saberes indígenas y conquistadores.
Al comprender un poco del universo que nos propone Haghenbeck apreciamos que es un mundo al filo de la realidad. Que pudiera suceder ante nuestros ojos sin que nos percatemos de ello, que es una posibilidad como muchas otras, fantástica y transgresora, para explicar las violencias y las contradicciones de nuestra sociedad. Pero también para reconfortarnos con la buena onda y las buenas vibras y las buenas acciones de personajes marginales como Elvis Infante (mezcla entre el rey del rock Elvis Presley estadounidense y el actor y cantante mexicano Pedro Infante).
El universo de las novelas, y el que sucede a nuestro alrededor, es así. Hay de todo, personajes simples y complejos, buenos y malos, quienes buscan su propio beneficio pero sin perder de vista a los demás.
La verdadera simpatía por el diablo es una mirada hacia el espejo; es reconocer la sombra que nos habita y nos acompaña cada día, y aprender a vivir con ella. Los demonios son seres sobrenaturales a quienes se puede vencer, a quienes se puede retar cara a cara aunque pareciera que siempre estamos en desventaja: estas son las principales sensaciones que nos deja la novela de Haghenbeck.
Las luchas no son etéreas, místicas, virtuales, sino totalmente corpóreas, tangibles. Son peleas cotidianas con sudor, lágrimas y sangre, en las que se va la vida. O mejor dicho, en las que la vida se expresa y, sólo así, tiene la posibilidad de continuar.
Si te gustan los mundos místicos con sabor mexicano y fronterizo, si disfrutas la cultura popular y la transgresión de los temas contemporáneos, si quieres saber más de la karibumaquia: “peleas clandestinas de ángeles y demonios en todas sus modalidades: ángel contra ángel, ángel contra diablo, ángel contra hombre, hombre contra diablo.”, esta es tu novela.
Simpatía por el diablo, la última novela publicada por F.G. Haghenbeck antes de que un demonio o un ángel le ganara en la batalla. Una aventura arriesgada por un universo sobrenatural que recrea nuestra identidad, contradictoria, cumbianchera y norteña, de tacos de canasta y hamburguesas con coca-cola.
Toma el riesgo. Descubre un nuevo mundo.
Texto: Rodrigo Pardo Fernández, Profesor de la Facultad de Letras-UMSNH