Alberto Spiller

Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela

Los integrantes del jurado deliberaron que esta novela hace honor a la tradición del galardón, con un sello distintivo y personal que muestra el México contemporáneo

Un periodista desencantado en busca de un amor perdido, o quizás de sí mismo; una zona desértica de un norte cercano a la Sierra Madre, sumida en la violencia; sombras antiguas y presentes, que como negros zopilotes acompañan el recorrido del protagonista; y muchas cantinas y lupanares llenos de música norteña y, sobre todo, mezcal, ancla de salvación pero al mismo tiempo brebaje infernal que sume a nuestro héroe en un mundo de pesadilla.

Así se pueden resumir en pocos trazos las características principales de Amargo mezcal, texto escrito por Alberto Spiller, editor de La gaceta de la Universidad de Guadalajara, que obtuvo el Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela 2024, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), mediante la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), así como la secretaría de Cultura del Estado, la Benemérita Universidad Autónoma (BUAP) y la Universidad Iberoamericana en Puebla.

La obra es una suerte de viaje, en un sentido doble: un viaje de regreso del protagonista a un tierra abandonada de un hipotético norte en busca de una mujer y de, quizás, un amor perdido; y también un viaje hacia dentro de sí mismo, al fondo de sus miedos e inseguridades, de su historia personal, en vilo entre dos países, entre la redención de culpas pasadas y el anhelo de encontrar algo de sí mismo en un lugar donde, se da cuenta pronto, ha quedado muy poco para él, y donde en cambio se encuentra con la violencia y la desilusión en que están sumidos pueblos, ciudades y sus habitantes”.

Por eso, explica, tiene una estructura cíclica, pues a lo largo de siete capítulos el protagonista se da cuenta que su búsqueda no es un camino lineal, sino que sigue volviendo una y otra vez sobre sus pasos; una visión de la vida dual, “una rueda que gira sobre un eje, más cercana a la de los pueblos indígenas que aparecen en la novela que a la de un progreso de supuesto crecimiento continuo que pregona la visión occidental materialista”.

El jurado —conformado por la novelista María de Alva, el narrador Antonio Ramos Revillas y el escritor David Martín del Campo— consideró que la novela retrata un país con pleno dominio de la técnica para construir atmósferas, tensión, profundidad psicológica y diversas estrategias narrativas que ayudan a construir un relato eficaz y emocionalmente violento.

Además, los integrantes del jurado deliberaron que esta novela hace honor a la tradición del premio, con un sello distintivo y personal que muestra el México contemporáneo.

El título está inspirado y es un homenaje a una de las obras favoritas del autor sobre México, Bajo el volcán de Malcolm Lowry, de la que hay varias referencias a lo largo del texto, y también a cierta música y cultura popular norteña, en que el mezcal es en muchos sentidos el protagonista: desde los Relámpagos del Norte, Ramón Ayala a Toño Aguilar.

El jurado destacó el lenguaje, a la vez triste y violento, así como un paisaje rural tan desolador como árido. Acerca de estas elecciones estilísticas, Spiller comenta: “Yo no elegí la historia, esta historia me eligió a mí. Por eso creo más que nada que intenté retratar desde mi punto de vista las características de lugares, de sus habitantes y el lenguaje cómo yo lo conocí; aunque en realidad, no quise intentar reproducir literal el habla de la gente, cosa por cierto muy complicada, sino quería que el propio tono y ritmo del lenguaje reflejara las características de lugares y personajes, que diera cuenta de las diferentes situaciones que se encuentran en la historia, pero al mismo tiempo dar vida a una historia más amplia, a un lugar que es uno pero también muchos o ninguno, cuya característica común es cierta desazón y unas violencias lamentablemente muy conocidas en todo el país”.

De manera que, agrega, “paisaje, personajes y lenguaje van de la mano y se funden con el objetivo de recrear más que un cuadro realista, se podría decir que casi surrealista. Sin embargo, en medio de tanta oscuridad, se pueden encontrar destellos de esperanza, de una capacidad de asombro ante una situación que en muchas partes se ha vuelto cotidiana, normalizada”.

Por ello, dice que el sello distintivo de la obra es “el viaje, la búsqueda. Que como todo viaje, el de esta historia, tanto para el protagonista como para su autor, es un camino hacia uno mismo, un camino interminable de búsqueda de sentido”.

Pues es la historia de una persona todo sumado normal que se encuentra a enfrentar situaciones extraordinarias, oscilando entre el desencanto y el anhelo, la cobardía y pequeños actos casi heroicos. Así que por el mismo autor, este premio es “de alguna forma cerrar un ciclo, una etapa de mi vida muy importante en que, no sólo escribí, sino literalmente viví esta novela. Dar un sentido nuevo a un proceso de varios años, desde que conocí de primera mano muchas de las historias narradas, y luego empecé escribirlas y pulirlas y volví a pulirlas y pulirlas como con cincel, hasta llegar a esta versión”.

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