1. Vamos a San Martín de Hidalgo. Algunos árboles, secos por la época, pintan de morado el paisaje. Son las jacarandas que se lucen en el monte.
A la entrada del pueblo, una cuadra antes de cruzar el río, encontramos un puesto de información. Amables nos dan la bienvenida y nos ofrecen impresos de la fiesta. ¿Por dónde empezamos? “En la casa verde con la puerta adornada está uno. Ahí”. Los dos apuntan con el dedo. Cruzamos la calle y nos encontramos con el Cristo Emmanuel. “El Cristo es nuevo —nos dice la dueña—. Se llama como mi hijo. Él murió en un accidente y yo no dejaba de llorar. Ahora con el Cristo lo recuerdo”. De los ojos y de su voz brota una tristeza de años. “Antes de que se vayan, les voy a regalar unas galletas”. Salimos con el corazón apachurrado. “Agárrate. Faltan más de cincuenta”.
2. Cada casa ostenta en la puerta el adorno de su predilección: guirnaldas con papel de china o crepé. Hojas de palma. Moños morados. Sobre un cartón se lee una sucinta historia del Cristo y, usando la tecnología, un código QR la complementa.
Además, en cada esquina hay señalizaciones que indican, con sus flechas, la ubicación de los Cristos: Cristo del Amparo, Cristo de los hijos ausentes, Cristo de la Magdalena…
3. Pasando el mercado encontramos varias cruces negras con su sudario en los brazos. Más adelante encontramos otro Tendido. Bajamos gradas. El descenso está convertido en un huerto. Al fondo está una Dolorosa con su Cristo a los pies. Son las tres de la tarde y acaban de terminar los arreglos. Los nacidos de chía, trigo o alpiste llenan de verdor tierno el Tendido. Naranjas agrias con clavos de olor para absorber el olor del difunto. Ramas de sabino o jaral. Así como hojas de laurel, alfalfa y manzanilla. Y veladoras, treinta y tres de ellas por la edad de Cristo.
Un señor dirige el Rosario. Los otros, pocos, lo acompañan. Al Cristo se le miran hasta las costillas.
4. A la entrada de la casa del Tendido se colocó una loseta con el nombre del Cristo, su figura, el nombre del dueño y año: 2015. Estas placas recuerdan los exvotos del siglo XIX. Me dicen que la autoría es del cantautor Paco Padilla.
5. La portada de la capilla de la Purísima es de cantera rosa hecha a dos cuerpos más el remate de la cruz. Las jambas de la puerta, estriadas, plácidas en su sencillez sostienen el dintel. En ambas mochetas está incrustado un florón de cantera cuyas hojas tocan el punto medio, el dintel del arco se abrocha con otra flor del mismo estilo. Cuenta el dintel con dos metopas iniciales que manifiestan lo florido. El claro de la ventana lo enmarcan dos columnas salomónicas y su dintel está adornado con grecas. En la cornisa, a todo lo largo, un discreto adorno recuerda el cordón franciscano (le faltan los nudos). Está vacía la hornacina de la escultura, que generalmente era la Purísima. Remata el conjunto una cruz. Capilla de indios, proclama con su presencia un angelito barroco colocado en la parte superior del campanario.
Adentro se instaló un Tendido con un Cristo antiguo. Las medias naranjas de las bóvedas lucían en oro sus nervaduras. Bien miradas, ya acusan filtraciones de agua y urge una intervención profesional. Afuera, en la calle, fue puesto un toldo inmenso hecho en rafia y bordado a mano que intentaba mitigar el solazo.
6. “Al escuchar mi voz levantaste la cabeza. Iba apenas entrando cuando nuestras miradas se encontraron. Tú, tendido entre hojas, lleno de llagas. Todo herido, queriéndome ver y oír. Quise consolarte y no pude ni siquiera tentar tu mano. El miedo a lastimarte, el miedo de manchar tu purísima mano. Una paloma cantó cu, cu. El sudor se confundió con mis lágrimas”.
El dueño nos mostró un instrumento de viento. Una vara hueca que termina con un bule cortado a la mitad a manera de sordina. Era la boquilla, el tudel y la campana. Al sonarlo, emitió un lamento seco, viejo, oscuro. Como el llanto de una persona arrepentida.
7. Se colocó un inmenso comedor en la plaza principal. Ahí se vendió, principalmente, comida de Cuaresma: pozole de camarón, tacos, tostadas y pescado. De postre: pan de elote, nieve de garrafa, pinole, ponteduro, mangos en miel, gelatinas… Dos puntos a comentar: todo a precios accesibles y con esmerada limpieza. La otra, nadie miró una mosca en el comedor.
8. De regreso recordamos los nombres de los Cristos: de la Agonía, de la Piedad, de los Jóvenes, de la Expiración… “Leí en una placa que la tradición nació en el barrio de La Flecha”. El cansancio bajó las voces y de ahí llegó el silencio. Vamos de regreso. A borde de carretera las jacarandas florecen en un morado de Viernes Santo.