Terror a la mexicana

Conoce historias de miedo de autores clásicos y contemporáneos que puedes encontrar en la Librería Carlos Fuentes

EDICIÓN GACETA UDEG

En la literatura mexicana hay autores clásicos y contemporáneos que han escrito cuentos de miedo y terror, inspirados por H. P. Lovecraft, Stephen King o Mary Shelley, y narrado historias, mitos y leyendas de «aquel» pueblito hasta de la niña del piso 4.

A unas semanas del Día de muertos, presentamos algunos fragmentos de obras para adentrarse a este género de ficción y  textos completos que pueden encontrarse en la librería Carlos Fuentes.

Amparo Dávila es una referencia obligada y ejemplo del género de cuento fantástico. Sus historias han sido reunidas en diversas antologías. Con Árboles petrificados (1977), obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1977.

«Es de noche, estoy acostada y sola. Todo pesa sobre mí como un aire muerto; las cuatro paredes me caen encima como el silencio y la soledad que me aprisionan. Llueve. Escucho la lluvia cayendo lenta y los automóviles que pasan veloces. El silbato de un vigilante suena como un grito agónico. Pasa el último camión de medianoche. Medianoche, también entonces era la medianoche… Árboles petrificados. Amparo Dávila.

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Los cuentos de Guadalupe Dueñas han sido traducidos al inglés, alemán, italiano y francés. El fragmento de «Historia de Mariquita», está incluido en el libro Tiene la noche un árbol (1958).

«Cuando contemplo el entrañable estuche que la guardó veinte años, se me nubla el corazón de nostalgia como el de aquellos que conservan una jaula vacía; se me agolpan las tristezas que viví frente a su sueño; reconstruyo mi soledad y descubro que esta niña ligó mi infancia a su muda compañía. Historia de Mariquita. Guadalupe Dueñas. 

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Por último, Francisco Tario, seudónimo del escritor mexicano Francisco Peláez. Su obra completa fue publicada en 2015, bajo la edición de Alejandro Toledo, en Francisco Tario: Antología.

«Suenan pasos cercanos y una puerta se abre. De la penumbra, no sé a través de qué cortinajes o sombras, emerge un hombre en pijama, alto, joven, atlético. Viene descalzo y con los cabellos enmarañados sobre la frente. Justamente conturbado, no repara en mí. Por el contrario, cruza a mi lado a toda prisa, en dirección a la joven. La acaricia, la besa, le ordena unos cabellos sueltos tras de la oreja. Se sienta sobre el brazo del sillón». La noche de Margaret Rose. Francisco Tario: Antología

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