Una silencio abismal. Un extraño vacío. Apenas un día antes ellas nos habían mostrado lo poderosas que son. Hoy ya no estaban. Ni en el transporte público, ni en las escuelas, ni en las empresas, ni en las calles, ni en los mercados. Y se sentía un extraño vacío sin ellas.
Unas horas antes, 35 mil mujeres (quizá más) atestaron de color violeta las calles de Guadalajara, en una histórica marcha sin precedentes en la capital tapatía. Se habla del feminismo separatista, el feminismo interseccional y otras filosofías de este movimiento. Pero esas etiquetas no importaron. Todas unidas. Llanto, gargantas tronando, puños al aire, sacudieron a la ciudad.
“Vivas nos queremos”, “El estado no me cuida, me cuidan mis amigas”. “Va a caer, va a caer, el patriarcado va a caer”. Un estruendo que hizo retumbar la Glorieta de las y los desaparecidos, en una noche iluminada de color púrpura.
Pero en la mañana del 9 de marzo, todo era silencio.
Desde que salí en la mañana era imposible no notar esa afonía. En el Parque San Jacinto, donde suelen reunirse mujeres para ejercitarse, no había nadie. Sólo una señora y una jovencita que trotaban en la pista.
En el Tren Eléctrico Urbano, también había pocas mujeres. Seis o siete, cuando mucho, en el mismo vagón. ¿No quisieron parar? No lo sé. Quizá no se lo permitieron en su escuela o trabajo, pues hubo empresas donde les amenazaron con rebajarles el salario a quienes se ausentaran. Pero no era como otros días, en que este medio de transporte suele atiborrarse en horas pico. Este lunes 9 de marzo nada qué ver con lo del día a día cotidiano en el Tren Ligero.
En la estación Juárez ya se percibía un poco más la presencia de mujeres. Pero aún así eran menos. Calculé que las pasajeras eran apenas el 30 o 35 por ciento. Y la mayoría eran mayores. En la ruta 78, que siempre luce llena, rumbo al Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas, cuando mucho iban cuatro mujeres. Ninguna joven.
Llegué al CUCEA donde más del 60 por ciento de la comunidad estudiantil son mujeres, con más de 10 mil alumnas. En el estacionamiento era sencillo encontrar lugar para los coches, algo inusual en este campus. Y en los pasillos y en las bancas, sólo se veían hombres.
“La neta sí está feo, ver a puro bato aquí. Pero la neta está chido que se hayan unido, no hayan venido, porque eso de la violencia lo estamos viviendo y si está bien feo. Está bien que no hayan venido y estaría bien que hagan más seguido esto”, me dijo César, estudiante de la carrera de Negocios Gastronómicos.
Ellos esperan que después de las marchas del 8 de marzo en todo el país y el paro de este lunes 9, se sacuda la conciencia de los varones y cesen las prácticas machistas en todos los ámbitos.
“Sí se siente triste. Es gacho que no estén ellas, ni las maestras. Espero que esto cree conciencia, porque los hombres somos la causa de que se haya hecho el paro, y nos haga pensar porque somos los que estamos provocando esta situación”, añadió Mateo, estudiante de la misma carrera.
El silencio es la sensación más congruente con el dolor. Según el Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los últimos cinco años han sido registrados como feminicidio un total de 3 mil 694 crímenes.
Esta cifra, brutal por sí sola, le parece poca cosa a algunas personas que siguen argumentando que matan más a los hombres que a las mujeres para intentar desacreditar al movimiento. Recuerdo la explicación que me dio la investigadora de la UDGVirtual, Érika Loyo, al respecto:
“Finalmente no se trata de saber si matan más a los hombres que a las mujeres. Se trata de identificar que a las mujeres nos matan distinto, que la saña que está implicada es por razones de género, por el solo hecho de ser mujeres, o por no cumplir con lo que los hombres creen que son nuestras obligaciones. A las mujeres es a quienes se les acosa, se les hostiga en el espacio público, en los trabajos. Se les pagan menos salarios”.
En WhatsApp, tampoco hubo mujeres charlando en la mayoría de los grupos. Ellas sabían que tampoco en redes sociales iban a aparecer. Sólo los hombres comentaban y daban sus testimonios: “En el edificio donde trabajo hay dos compañías de seguros, en su mayoría puras mujeres, y tampoco están. Todos está semi vacío”, relataba uno de ellos.
No faltaron las historias de las empresas que no dieron opción de que las mujeres decidieran sumarse o no al paro: “Aquí en la empresa las amenazaron, que podían faltar y que apoyaban pero que en los permisos se veían. Casi casi las obligaron a venir”.
Entro a Twitter. La red social más politizada. Sus usuarias por supuesto que son conscientes de la magnitud de este paro. De cada 50 tweets que puedo leer 1 o dos son de mujeres, con hashtags relacionados a la marcha del 8 de marzo o al paro del día 9. #Vaacaer #ParoNacionaldeMujeres #UnDiaSinMujeres son los que predominan.
En Instagram, tampoco hay mujeres. Las pocas historias, datan de un día antes. Moñitos púrpura. Frases de sororidad. Imágenes de las marchas de un día antes. “Yo me uno al paro”, escribieron.
El 9M es una muestra de la indignación de las mujeres por la violencia y discriminación. Una oposición a la indolencia. Y me pregunto: ¿Será este el parteaguas que como sociedad estábamos esperando para lograr la equidad anhelada? ¿O el sistema patriarcal, cual animal herido, agonizante, reaccionará con mayor virulencia?
¿Despertarán los gobiernos de los tres niveles? ¿O seguirán simulando? ¿Cambiarán los protocolos en las agencias del Ministerio Público para no perder horas cruciales por la disposición absurda de esperar 72 horas para abrir carpetas de investigación cuando se les reporta la desaparición de una mujer?
¿Habrá acciones concretas, estrategias y voluntad política? ¿La Iniciativa Privada por fin pagará lo justo a las mujeres y no les impedirá llegar a cargos directivos? ¿Se romperá el techo de cristal en las instituciones?
No lo sé.
Pero si sé que las mujeres han demostrado ser poderosas. Unidas en la manifestación y también en el silencio. Y si tienen que volver a las calles, o al paro, lo harán. Y cada vez serán más y más y más.