Los jóvenes se enfrentan a un futuro incierto y complejo debido a las difíciles situaciones que vivimos en la actualidad: una economía que no acaba de estabilizarse, un entorno con nuevos riesgos para la salud, una violencia que cada día es más grave y amenazante, la falta de oportunidades educativas y un mercado laboral que exige cada vez más nuevas competencias.
Un claro ejemplo de lo antes mencionado es el acumulado de casos de contagios por SARS-COV-2 en el grupo de edad de 15-29 años, que representa una quinta parte del total de la población en México (21.2%) y que, al no estar vacunado, está más expuesto a contraer la enfermedad en la llamada tercera ola, toda vez que forma parte del sector económicamente activo que trabaja, viaja en el transporte público y, además, tiende a concentrarse en lugares de entretenimiento con gran cantidad de personas y sin los protocolos de protección necesarios.
El CONEVAL menciona que el 67.2% de la población entre 18 y 29 años carece de seguridad social y un 22.9% no tiene acceso a los servicios de salud. Esto impacta en el gasto generado por la emergencia sanitaria, porque le obliga a acudir a los servicios privados. Además, el confinamiento, la situación del hogar o la interrupción laboral, así como nuevos formatos en la educación, han llevado a los jóvenes a sufrir de ansiedad o depresión.
La Organización Internacional del Trabajo señaló que los problemas de salud mental en este grupo de población tienen una incidencia de al menos 17% y, en el caso de aquellos que perdieron su empleo o no pudieron continuar con su educación, uno de cada dos posiblemente ha presentado estos padecimientos.
En el ámbito laboral, la situación también es preocupante, pues prevalecen las condiciones precarias en su inserción al trabajo ya que el 82.1% de la población de 15-19 años está en una ocupación informal, en tanto que para el grupo de 20-24 es del 57.1% y para los jóvenes de 25-29 es del 49.1%.
Un aspecto más que acentúa la incertidumbre es la poca o nula estabilidad laboral; pareciera que los jóvenes no alcanzan a visibilizar las consecuencias para su futuro, porque en México no ha permeado una cultura de ahorro para el retiro, es decir, una salida digna del mercado del trabajo que garantice calidad de vida en la vejez.
Una de las causas de esta inestabilidad laboral, es que la economía mexicana no genera los suficientes empleos formales para atender a la población económicamente activa. La organización México cómo vamos, estima que se deberán generar 100 mil nuevos puestos de trabajo mensualmente para evitar el desempleo de los jóvenes o su incorporación a la informalidad.
¿Cómo cambiar el panorama de la población joven? La sensibilización de la juventud respecto al futuro que pueden enfrentar por la falta de una pensión es muy importante. La encuesta de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), muestra que hay un interés de los millennials por la jubilación, aunque no por el ahorro de largo plazo.
Esto debe ser una preocupación sobre todo para quienes están en el sector informal, que carecen de prestaciones sociales. Además, es indispensable reconocer la carencia de oportunidades de empleo decente, con salarios claramente insuficientes para tener una vida digna.
Es urgente transitar de la economía informal hacia esquemas de formalidad, donde se garanticen las prestaciones mínimas de seguridad social. Mientras esto suceda, apostar por la educación es una tarea que se deberá acelerar; si al menos dotamos de las herramientas que necesitan los jóvenes para responder al mercado laboral, con esquemas de la certificación de oficios y/o formación continua conforme a las nuevas capacidades que requiere un mundo inmerso en la tecnología, eso les permitirá insertarse en el mercado de trabajo con mejores condiciones.
Hagamos todos lo necesario para que las y los jóvenes encuentren un trabajo decente y una esperanza de futuro.