La fortuna de Stephen King es también su desgracia. El cine ha sido generoso con él, económicamente hablando; pero es la excusa perfecta para sus detractores. Muchas de sus obras han sido llevadas al cine, empezando por su primera novela publicada (en ella se nota su mano primeriza): Carrie, la cual ha sido adaptada al cine en dos ocasiones, además de una secuela gratuita y un largometraje televisivo rescatable (salvo el giro de mantener con vida a Carrie White para hacerle vagar, anónima, por las carreteras de Estados Unidos, con miras a una serie de TV que por fortuna no fructificó). Carrie se volvió además una obra musical.
Algunos fans se lamentan de la pésima calidad de muchas cintas; pero cuando alguien le habla a King de cómo las adaptaciones “arruinaron” sus libros, él simplemente mira por encima del hombro a sus estanterías con libros y dice: “Yo los veo bien”. Como bien dice, libro y película son criaturas distintas, y no se pueden comparar.
Sin embargo, sus más virulentos detractores suelen juzgar su obra por las películas, sin molestarse en leerla. Lo cual puede resultar desastroso, si pensamos en barbaridades como Los niños del maíz (la cual se las arregla para apegarse bastante al cuento original, pero despojándolo de todo impacto al asumir la perspectiva de los niños en cuestión, por no hablar del sinnúmero de secuelas forzadas), Cell (un desastre en todos los sentidos), o La torre oscura (donde se pretende resumir una historia de fantasía épica que abarca siete novelas en una aventura de tono Disney).
King no se traduce bien al cine; su fuerza se encuentra en el diálogo interno de sus personajes, justo eso que vuelve sus novelas tan extensas. Sus primeros libros, sobre todo, trazaban tramas simples para introducirnos a través de ellas a personajes complejos, detallados, al grado que sobre la marcha nos crean la impresión de que son viejos amigos.
Por ello, los hechos despojados de su narración introspectiva parecen engañosamente simples. Aun así, las historias mismas pierden mucho al sintetizarse. ¡Todos aquellos que creen que Eso se trata de un payaso diabólico, lo mismo podrían decir que los dos tomos del Quijote se tratan de un caballero que se la pasa peleando con molinos!
Curiosamente, algunas de las mejores películas de King no son realmente de horror: Cuenta conmigo, una bella cinta acerca de la infancia y la muerte basada en su novela corta El cuerpo; Dolores Clairborne, cuyo suspenso fue adaptado a la pantalla a través de Cathy Bates; Maximum Overdrive, adaptada y dirigida por el propio King a partir de su cuento corto “Camiones”, una excelente historia de aventura y humor negro (hubo también un intento muy pobre de adaptarla con tono serio y terrorífico, y Joe Hill, hijo de King, pretende llevar a cabo una tercera adaptación).
Gradualmente, King comenzó a urdir tramas más elaboradas, que impactan de otra manera, sin perder fuerza en la caracterización: Bolsa de huesos, Rose Madder, Revival. La primera resultó en una película de fantasmas medianamente decente, tras ser muy simplificada para ajustarse a los 90 minutos de rigor. Corazones en la Atlántida es una conmovedora cinta, aun cuando sus raíces en el universo de King fueron cortadas para simplificarla.
King ha sido más exitoso en el cine como guionista. La deliciosa antología Ojo de gato, que recoge varios cuentos suyos; Creepshow, un émulo de los cómics de horror de EC y de Warren; la desoladora y siniestra La tormenta del siglo, que desafió las limitaciones impuestas por una producción televisiva; y el interesante experimento de la miniserie Rose Red, seguida de El diario de Ellen Rimbauer (libro seudoepigráfico escrito por Ridley Pearson a partir del guión de King, que pretendía ser el diario verdadero de Ellen y editado por la Dra. Joyce Reardon).
Otro caso peculiar es El resplandor, una cinta que recuerda al Ulises de James Joyce: éste es una magistral colección de recursos narrativos experimentales, aun si como novela es una lectura impenetrable. Lo mismo sucede con la exploración de la simetría que lleva a cabo Kubrick. King ha señalado, no sin razón, los tropiezos narrativos en esta película (y es tachado de hereje), y escribió su propia adaptación para TV, en la cual omitió las escenas que podrían crear un contraste de comparación.
Ambas versiones se complementan. Dr. Sueño es un caso singular: la novela protagonizada por un Danny Torrance ya adulto tiene un tono que evoca las viejas historias de Marvel Cómics, y no tiene nada que ver con El resplandor (salvo que los protagonistas resplandecen); la película, en cambio, es una secuela en todos los sentidos, nos lleva de vuelta al hotel Overlook y desvía la trama hacia una exploración del potencial terrorífico de los espectros del hotel que Kubrick no se interesó en tocar, al enfocarse sólo en la locura de Jack Torrance. No me atrevería a decir que Dr. Sueño supera al libro, pero sí que la película es lo que los lectores esperábamos que fuese el libro.